lunes, 5 de diciembre de 2016

60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (IV)



Día 5. Alegría de Pío.  Escogen un lugar inapropiado para el campamento. La tropa está agotada. Constante el vuelo de  las avionetas. A los guardias les han llegado refuerzos. Todo indica que localizaron  a los hombres de la columna guerrillera. Son sorprendidos. Se inicia el primer combate del naciente Ejército Rebelde.
 
Por Argentina Jiménez

Miércoles 5. La traición delata la presencia de los expedicionarios por los alrededores de las cañas de Alegría de Pío. A las 4:30 p.m. se desata la debacle.  Elocuentes palabras de Raúl de ese día en su diario:”Fuimos sorprendidos por el ejército, y como a esa hora, de nuestra tranquilidad nos sacó un disparo primero y después una descarga cerrada, degenerando en nutridos tiroteos  que duró largo rato. Como las balas atravesaban el follaje de los arbolitos que nos protegían y muchas silbaban picaban y silbaban cerca de nosotros, la confusión y el correcorre eran tan grandes, que lo único que tuve tiempo fue de agarrar mi canana de balas y mi fusil, dejando abandonada, como todo el mundo, la pesada mochila”.
Diferente reacción la de los compañeros ante la inesperada situación. Una parte responde al fuego;  otros buscan mayor resguardo. El enemigo conmina a rendirse. Ahí surge la histórica respuesta de Juan Almeida, jefe del pelotón del centro: “Aquí no se rinde nadie”. Continúa el combate. Raúl Suárez dispara frenéticamente. Es el primer herido. Un disparo le destroza la muñeca izquierda., se  la venda Faustino Pérez. También recibe un balazo en el pecho  José Ponce y Emilio Albentosa,  en el cuello. Al Che  le dan a sedal en el cuello cuando rescata una caja de balas de otro compañero, cae al suelo cubierto de sangre. Faustino se le acerca y cree que le han roto la arteria yugular
Humberto Lamothe, Oscar  Rodríguez e Israel Cabrera son las primeras bajas. Quizás dos murieron en acción y uno asesinado. Fidel ordena la retirada a quienes aún están combatiendo y  sigue disparando. La idea no era enfrentar al enemigo, sino llegar a la Sierra Maestra. Trata de reagrupar la columna a fin de hacer una  retirada organizada. Es grande la confusión entre  los hombres, pierden contacto. La dispersión del contingente es total. Los soldados  observan  su repliegue y le siguen tirando,  prenden fuego a las cañas mientras la aviación ametralla el lugar hasta hacerse de  noche.
Setenta y nueve expedicionarios abandonan  el campo de batalla con la tristeza del revés sufrido. Muchos quedan solos, algunos en pequeños grupos. Desconocen  cuál ha sido el desenlace del fatídico encuentro y  si Fidel  ha salido ileso. Muchos reafirman la decisión de proseguir hacia la Sierra Maestra, compromiso contraído con el máximo líder. Emprenden el  difícil y riesgoso  camino de la supervivencia.
Con Fidel está y juntos siguen disparando Universo Sánchez, y después llega Juan Manuel Márquez. Ya todos se han ido.  Avanzan a tramos hacia el Este, pero en uno de ellos no aparece  Juan Manuel. Universo regresa dos veces a buscarlo, infructuosamente. Continúan. De pronto ven aparecer una figura y se disponen a tirarle. A través de la mirilla telescópica ven que es Faustino y lo llaman. Se internan en un bosque y pasan toda la noche en guardia. Escuchan los pasos de los guardias por la zona.
Raúl, Ciro Redondo, Efigenio Ameijeiras, René Rodríguez, Armando Rodríguez y César Gómez mantienen sus armas. Echan a andar entre las cañas. Una vez ven a Miguel Saavedra y otros compañeros detrás de ellos, después  no los vieron más. Señala Raúl en su diario: “Al parecer, se detuvieron y tomaron otro rumbo., aún se sentían disparos  de fuego a discreción y algunas ráfagas de ametralladoras. Tres aviones del Ejército volaban en esos instantes sobre nuestras cabezas en forma de círculo. En breve tiempo atravesamos dos cañaverales, escondiéndonos varias veces en los plantones de caña al paso de los aviones que volaban bastante bajo y por fin logramos alcanzar el bosque, extenuados y con sed. Ya de noche, por un rato, siguieron sintiéndose los aviones y algo más tarde ruido de camiones. Decidimos dormir, cosa que fue imposible por el frío, las pesadillas que me daban relacionadas con el problema de la sorprendida que nos dieron, y porque era un terreno, el lugar que escogimos para dormir, de piedras dentadas y de mosquitos”. La preocupación por la suerte de Fidel y los demás compañeros es la causa esencial del insomnio.
Junto con Almeida han salido el Che, Ramiro Valdés, Reynaldo Benítez y Rafael Chao. En breves minutos, cruzando guardarrayas, penetran en la espesura. Sobre el diente de perro andan rumbo al Este. Hacia la meta trazada. Lo suponen. La noche, el extremo cansancio, el hambre, la sed, los tambalean y tienen que detenerse. El Che anota en su diario: “Nos internamos en la selva y caminamos oyendo el ruido de los cañaverales incendiados. Debimos hacer un alto pues no teníamos orientación ninguna”.
La noche de ese aciago día, alrededor de cincuenta jóvenes decididos a triunfar o vencer, la pasan no muy lejos unos de otros, sin saberlo. Lo tupido del bosque los oculta.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)

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