viernes, 24 de julio de 2015

Aniversario 62 del Moncada. Raúl Gómez García escribió su poema mayor el 26 de julio de 1953



 

  



Por: Argentina Jiménez

 Raúl Gómez García, el poeta de la Generación del Centenario,  *, desde pequeño sobresale por  su patriotismo y  amor ilimitado  a José Martí, Héroe Nacional de Cuba, de quien es un ferviente lector y profundiza en su obra. A  los doce años compuso sus primeros versos y a los 24 ya había escrito hermosas páginas.
    Nació La Habana, en la calle Tamarindo, número 65, municipio de Diez de Octubre, el 14 de diciembre de 1928. A los ocho años de edad queda huérfano de padre; de su madre Virginia recibe la ternura necesaria y el consejo oportuno. Ella cuenta que de  niño le gustaban los animales y el deporte.
     Primero practicó pelota y después voleibol, baloncesto, natación y remos. Transcurre 1943.  Raúl, aficionado a las letras, dedica tiempo a escribir; denuncia en sus artículos en varios periódicos las injusticias, privilegios y atropellos del régimen imperante. Con su prosa fustiga  la ineptitud y corrupción del gobierno de turno. Su combatividad y talento  de literato los pone al servicio de las causas nobles. 
     En 1947 llega al Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora con un expediente académico notable y concluye allí el bachillerato. Lleno de inquietudes sociales, ingresa en el Partido del Pueblo Cubano –Ortodoxo-. En ese tiempo trabaja  como maestro sustituto en el Colegio Baldor y abandona la carrera de Derecho que había matriculado para estudiar Pedagogía, pues descubre su verdadera vocación en el magisterio.
     Cuando Fulgencio Batista da el golpe de Estado el 10 de marzo de 1952, Raúl redacta el histórico trabajo ¿Revolución sin juventud?, documento demoledor e implacable contra quien  pretendía llamar revolución a la asonada castrense. Sus ideas lo identifican con los jóvenes que en la clandestinidad organizaban el asalto al cuartel Moncada, de la cual el fue uno de sus más preclaros exponentes. Participa en el movimiento revolucionario en la labor de propaganda clandestina en los periódicos Son los mismos y  El acusador.
     Era un joven que sabía lo que quería y hacia ello dirigió su quehacer. Días antes de partir para Santiago de Cuba (capital del oriente del país) redacta el Manifiesto del Moncada a la nación, que lee Fidel Castro, jefe de esa acción, en la granjita Siboney, lugar desde donde partieron para la acción del 26 de julio de 1953. También, para la  cita decisiva escribió la inmortal poesía Ya estamos en combate, la cual recita la histórica madrugada antes de partir para el histórico suceso, que concluye de la manera siguiente:
   “Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate./ Pongamos en ridículo la actitud egoísta del tirano./ Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos/. Sintamos en lo hondo la sed enfurecida de la patria./ Pongamos en la cima del Turquino la estrella solitaria.”
    Revolucionario y poeta, Raúl Gómez García ofreció su poema mayor en el Moncada: la vida; eso resume la verdadera esencia de este joven que vio la luz en la capital cubana, cuna de la epopeya del Moncada, y murió en la cuna de la Revolución, como llaman a Santiago de Cuba, Ciudad Héroe de la República de Cuba, para vivir eternamente en el corazón de su pueblo.

  *Se llamó así a los jóvenes revolucionarios asaltantes al Moncada porque esa acción tuvo lugar en el año del centenario del nacimiento del Apóstol José Martí.








lunes, 20 de julio de 2015

Aniversario 62 del Moncada:: Abel Santamaría Cuadrado .





Quienes lo conocieron, recuerdan a Abel como un niño común, pero dotado de una gran sensibilidad. Respetuoso, atento, estudioso; sus ojos escrutaban el mundo que lo rodeaba, y se formaba un concepto. Un rasgo que lo distinguiría era su honradez a toda prueba. Abel no miente, no engaña, y sobresale entre sus amigos por su tenacidad.
 Había nacido el 20 de octubre de 1927, en Encrucijada, antigua provincia de Las Villas, hoy Villa Clara. Es el hijo menor de una familia formada por Benigno y Joaquina, quienes inculcan a sus hijos principios morales elevados. Él -que cuentan usaba espejuelos-  y la hermana mayor estarán unidos en las ideas y sentimientos. Por eso, cuando viaja a La Habana en busca de mayores posibilidades y trabajos, se hace acompañar al poco tiempo por Haydée, Yeyé, como cariñosamente le decía. Juntos viven en un pequeño apartamento del Vedado, sito en 25 y O; allí le sorprende el artero golpe militar del 10 de marzo de 1952.
   Por entonces, Abel ya milita en la Juventud del Partido Ortodoxo. Al conocer de la infausta noticia, se traslada a las oficinas del Partido, en Prado 109. De allí va a Palacio, y después a la Universidad. Es de los jóvenes cubanos que al anochecer bajaron desalentados la escalinata, al comprobar que las armas ofrecidas por el presidente derrocado –Carlos Prío Socarrás- era una farsa.
En carta en que conmina al Partido a que actúe en consecuencia con el ejemplo que nos legaron quienes iniciaron nuestra gesta independentista, le expresa: Una revolución no se hace en un día pero se comienza en un segundo.
Con Jesús Montané, Raúl Gómez García; Martínez Tinguao, Haydée, EIda Pérez y Melba Hernández, constituye un núcleo que decide actuar. Surge así, Son los mismos, una publicación mimeografiada en la que inician el combate contra el régimen.
 El primero de mayo de 1952, ante la tumba del obrero ortodoxo Carlos Rodríguez, en el cementerio de Colón, en La Habana, conoce al joven abogado Fidel Castro Ruz. Se inicia entre ellos una indestructible amistad, sellada por una identificación total sobre la única manera de derrocar a la dictadura y construir una nueva sociedad: la lucha armada.
 Para el joven Abel, soltero, de tez blanca, de origen social obrero, estudiante de tercer año de bachillerato y trabajador de la agencia de automóviles Pontiac, se inicia una intensa actividad patriótica que lo convertirá en el segundo jefe de la revolución y en el alma del nuevo movimiento revolucionario. Recluta compañeros, hace prácticas de tiro, atiende la compra de armas y de otros pertrechos necesarios para el asalto. Viaja a Santiago de Cuba, y alquila y dirige el enmascaramiento de la granjita Siboney, finquita que servirá de cuartel general para concentrar a los futuros asaltantes y partir hacia el Moncada. Allí se ocupa de todo, espera, y el 25 de julio de 1953, dirige personalmente junto a Renato Guitart, el único santiaguero del grupo, el traslado y la atención de los combatientes seleccionados para participar en las acciones del 26 de julio en Santiago de Cuba.
 Cuando por fin llega la hora de salir, viste su uniforme. Acata disciplinadamente la decisión de Fidel de que él dirigirá la toma del Hospital Civil Saturnino Lora. Allí combatirá hasta la última bala, con generosidad e hidalguía. Su gran preocupación es que Fidel pueda retirarse con vida, porque eso garantizaría la continuidad de la Revolución.
 Cuando se ha agotado el parque y se imposibilita la retirada, consuela a su hermana y a Melba, les infunde confianza, y las conmina a mantener una postura digna. Por ello, cuando Haydée le reclama una orden, le dice: “Sí, hay que dar una orden: hay que saber morir, y aquí, el que sepa morir, va a vivir".
 Luego de su captura por las hordas sedientas de sangre del ejército batistiano, resultó torturado salvajemente y finalmente asesinado en el propio cuartel Moncada donde había sido trasladado vivo y sin heridas en calidad de prisionero. Aquel día, Abel se encontraba a solo 86 días de cumplir los 26 años de edad, aniversario que sus verdugos le impidieron celebrar.

sábado, 18 de julio de 2015

Aniversario 62 del Moncada. Jovellar 107: símbolo de la rebeldía nacional




 Por: Argentina Jiménez  
Reinaba el silencio en el edificio. Nuevo. Aún no llegaba a la década de construido ni Fulgencio Batista llevaba un año en la silla presidencial usurpada el 10 de marzo de 1952.
Una noche, al abrir la puerta de su apartamento, el D del tercer piso, Melba Hernández quedó sorprendida. Había más de cien jóvenes en su interior, pero podía escucharse el vuelo de una mosca. Habían acudido allí ante un llamado de Fidel Castro no solo los de La Habana, sino también de Pinar del Río y Matanzas.
   Esa noche marcó un hito importante en la historia el lugar del encuentro: Jovellar 107 en el municipio habanero de Centro Habana. Buena parte de quienes se encontraban en el lugar recorrerían un camino empezado a desbrozar por Martí, en silencio, como disciplinadamente los encontró Melba, y serían conocidos no mucho después como la Generación del Centenario. Corrían los finales de 1952 y ya conspiraban en esa vivienda, la cual desempeñó un papel de primer orden antes y después del 26 de julio de 1953.
   Todo empezó un día de mayo del 52 cuando Melba se vincula al movimiento liderado por Fidel tras escucharlo hablar de sus planes revolucionarios en el apartamento de Abel y Haydée Santamaría, en 25 y O. Sus padres, Manuel           Hernández y Elena Rodríguez del Rey, la secundaron en sus ideas y pusieron su hogar a disposición de Fidel y los muchachos procedentes de lo más radical de la juventud ortodoxa que lo seguían en sus concepciones y vía para alcanzar la libertad de Cuba: la lucha armada.
   El lugar fue sede de reuniones, entrevistas, trabajos organizativos… En él  prepararon parte de las antorchas que alumbrarían la marcha por el centenario del natalicio del Apóstol el 28 de enero de enero de 1953.
   Más adelante le confiaron a Elena la responsabilidad de recibir las armas, balas, etc. que le llevarían a su casa y la de confeccionar las corbatas y uniformes militares de caqui amarillo que vestirían los jóvenes involucrados en una acción que ninguno de ellos sabía qué era y dónde sería En la hechura de la vestimenta la ayudaron otras compañeras con los mismos motivos de  acabar con la tiranía.      
  Allí acudían asiduamente jóvenes de varios municipios de la entonces Habana Campo, además de los de Habana Ciudad –la capital-, que en inmensa mayoría cayeron en el Moncada o en el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, asesinados; después de Alegría de Pío- el bautismo de fuego de los expedicionarios del yate Granma-, en combate en la Sierra Maestra o asesinados por la dictadura en la lucha en el llano.
   Días antes del 26  de julio del 53 en una de las habitaciones de Jovellar 107, Pedro Miret  limpió y engrasó las armas que utilizarían en el asalto; de allí salieron con las maletas llenas de armas para la granjita Siboney Haydée el día 22 y Melba el 23 de ese mes; así como los uniformes y gorras, la enseña nacional y un paquete de banderas del 4 de septiembre*, que utilizarían para facilitar la sorpresa en la acción.
   También lo hicieron Fidel y Ernesto Tizol en la madrugada del 24 después de dar instrucciones y dinero a los jefes de grupo que desde ese sitio o de otros de la capital se dirigieron a la cita con la Patria.
  Tras conocerse la noticia de los hechos del Moncada comenzaron en el apartamento D de Jovellar 107 los registros de la policía, el Buró de Investigaciones y el Servicio de Inteligencia Militar. Nada encontraron que pudiera delatar lo sucedido allí.
SEGUNDA TEMPORADA
El 20 de febrero de 1954 Haydée y Melba salen de la prisión. Desde el presidio en Isla de Pinos Fidel les da la encomienda de reagrupar las fuerzas que se prepararon para las acciones del 26 de Julio del 53 y no pudieron participar por falta de armas, además de incrementarlas, y de dedicar los esfuerzos a la divulgación de los hechos del Moncada, a los motivos que condujeron a ellos y al pensamiento de los jóvenes de la Generación del Centenario.
  Y como aspecto esencial en la propaganda, la edición de su alegato en el juicio de la Causa 37 conocido como La historia me absolverá. Entonces  Haydée estableció en Jovellar 107 la dirección provisional del Movimiento 26 de Julio. No resultó fácil y sí titánica la tarea de recoger el dinero para costear la impresión del documento, en cuya transcripción y mecanografía desempeñaron un rol particular Melba y su padre.
  Lo orientado dio lugar a visitas y reuniones cada vez más frecuentes de miembros del Movimiento; al mismo tiempo, de los registros policíacos. Al salir liberados los moncadistas, Fidel tomó el apartamento como centro de sus actividades y al irse para México  en julio de 1955 siguió siendo la sede del M-26-7 -nombre ya adoptado oficialmente- y lo siguió siendo cuando Melba partió hacia ese país en octubre del mismo año.
Era el lugar para recibir la recaudación de dinero destinado a los preparativos del Granma y de otras misiones relacionadas con el desembarco. A finales de julio de 1956 se hizo insostenible la situación allí por los constantes registros de los cuerpos represivos y porque peligraba la vida de muchos combatientes, entre ellos la de Haydée.
 Desde otra casa en La Habana continuaron los padres de Melba en función de cuanto pudiera ayudar a los planes de Fidel de cumplir su promesa de Ser libres o mártires ese año, pero Jovellar 107 permanece como un símbolo de la rebeldía nacional.