lunes, 20 de julio de 2015

Aniversario 62 del Moncada:: Abel Santamaría Cuadrado .





Quienes lo conocieron, recuerdan a Abel como un niño común, pero dotado de una gran sensibilidad. Respetuoso, atento, estudioso; sus ojos escrutaban el mundo que lo rodeaba, y se formaba un concepto. Un rasgo que lo distinguiría era su honradez a toda prueba. Abel no miente, no engaña, y sobresale entre sus amigos por su tenacidad.
 Había nacido el 20 de octubre de 1927, en Encrucijada, antigua provincia de Las Villas, hoy Villa Clara. Es el hijo menor de una familia formada por Benigno y Joaquina, quienes inculcan a sus hijos principios morales elevados. Él -que cuentan usaba espejuelos-  y la hermana mayor estarán unidos en las ideas y sentimientos. Por eso, cuando viaja a La Habana en busca de mayores posibilidades y trabajos, se hace acompañar al poco tiempo por Haydée, Yeyé, como cariñosamente le decía. Juntos viven en un pequeño apartamento del Vedado, sito en 25 y O; allí le sorprende el artero golpe militar del 10 de marzo de 1952.
   Por entonces, Abel ya milita en la Juventud del Partido Ortodoxo. Al conocer de la infausta noticia, se traslada a las oficinas del Partido, en Prado 109. De allí va a Palacio, y después a la Universidad. Es de los jóvenes cubanos que al anochecer bajaron desalentados la escalinata, al comprobar que las armas ofrecidas por el presidente derrocado –Carlos Prío Socarrás- era una farsa.
En carta en que conmina al Partido a que actúe en consecuencia con el ejemplo que nos legaron quienes iniciaron nuestra gesta independentista, le expresa: Una revolución no se hace en un día pero se comienza en un segundo.
Con Jesús Montané, Raúl Gómez García; Martínez Tinguao, Haydée, EIda Pérez y Melba Hernández, constituye un núcleo que decide actuar. Surge así, Son los mismos, una publicación mimeografiada en la que inician el combate contra el régimen.
 El primero de mayo de 1952, ante la tumba del obrero ortodoxo Carlos Rodríguez, en el cementerio de Colón, en La Habana, conoce al joven abogado Fidel Castro Ruz. Se inicia entre ellos una indestructible amistad, sellada por una identificación total sobre la única manera de derrocar a la dictadura y construir una nueva sociedad: la lucha armada.
 Para el joven Abel, soltero, de tez blanca, de origen social obrero, estudiante de tercer año de bachillerato y trabajador de la agencia de automóviles Pontiac, se inicia una intensa actividad patriótica que lo convertirá en el segundo jefe de la revolución y en el alma del nuevo movimiento revolucionario. Recluta compañeros, hace prácticas de tiro, atiende la compra de armas y de otros pertrechos necesarios para el asalto. Viaja a Santiago de Cuba, y alquila y dirige el enmascaramiento de la granjita Siboney, finquita que servirá de cuartel general para concentrar a los futuros asaltantes y partir hacia el Moncada. Allí se ocupa de todo, espera, y el 25 de julio de 1953, dirige personalmente junto a Renato Guitart, el único santiaguero del grupo, el traslado y la atención de los combatientes seleccionados para participar en las acciones del 26 de julio en Santiago de Cuba.
 Cuando por fin llega la hora de salir, viste su uniforme. Acata disciplinadamente la decisión de Fidel de que él dirigirá la toma del Hospital Civil Saturnino Lora. Allí combatirá hasta la última bala, con generosidad e hidalguía. Su gran preocupación es que Fidel pueda retirarse con vida, porque eso garantizaría la continuidad de la Revolución.
 Cuando se ha agotado el parque y se imposibilita la retirada, consuela a su hermana y a Melba, les infunde confianza, y las conmina a mantener una postura digna. Por ello, cuando Haydée le reclama una orden, le dice: “Sí, hay que dar una orden: hay que saber morir, y aquí, el que sepa morir, va a vivir".
 Luego de su captura por las hordas sedientas de sangre del ejército batistiano, resultó torturado salvajemente y finalmente asesinado en el propio cuartel Moncada donde había sido trasladado vivo y sin heridas en calidad de prisionero. Aquel día, Abel se encontraba a solo 86 días de cumplir los 26 años de edad, aniversario que sus verdugos le impidieron celebrar.

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