lunes, 30 de mayo de 2016

La Habana, Maravilla del Mundo





Por: Argentina Jiménez
De plaza, fortalezas, iglesias y conventos, levantadas al unísono del crecimiento y desarrollo de la ciudad, en su tercer y definitivo asentamiento, cuenta Fermín Romero Alfau en su libro La noble Habana, instructiva lectura para estos días en que será declarada oficialmente Maravilla del Mundo.
 Una panorámica bien documentada ofrece el texto sobre el cuándo y cómo  aquel “diminuto caserío de yaguas y guano que se cree haya estado emplazado a lo largo de la orilla de la bahía desde donde hoy se encuentra la calle Tacón hasta la plaza de San Francisco” ha llegado a ser la esplendorosa Habana cuya fama trasciende allende los mares y le valieron el preciado reconocimiento en virtud de la encomiable labor de restauración de la Oficina del Historiador, empeñada en  quitarle arrugas y cicatrices.
Fechas y nombres varios, avances, retrocesos… en el diseño y conformación de las citadas instalaciones explica el autor, en cuyas líneas se observa la minuciosa investigación realizada para dejar a interesados o enamorados de esta urbe un legado invaluable sobre sus orígenes.
Conocida en sus tiempos fundacionales como La fidelísima Habana, la Antemural de las Indias Occidentales, La llave del Nuevo Mundo y con el nombre que da título a esta entrega de Romero Alfau, leer La noble Habana deviene recorrido imaginario por siglos de historia de la villa de San Cristóbal, a partir de 1519, fecha dada para su fundación.
  También, conocer sobre los avatares en la construcción, hasta la última traza, de las instalaciones citadas, como las vemos ahora, y sus diferentes  denominaciones; personajes, tradiciones y costumbres de otras épocas y de suntuosas edificaciones  habitadas por los pudientes de entonces muchas de ellas convertidas hoy en museos.
Declarada en 1982 Patrimonio  Cultural de la Humanidad, la actual Maravilla del Mundo seduce por ese halo de encanto que la caracteriza, y por su gente, y es parada inviolable de turistas foráneos o criollos, quienes disfrutan paseando por su calles adoquinadas o no, y de sus moradores, quienes, parodiando  a Fayad Jamis, la inventarían si no existiera.