Por: Argentina Jiménez
De plaza, fortalezas, iglesias y
conventos, levantadas al unísono del crecimiento y desarrollo de la ciudad, en
su tercer y definitivo asentamiento, cuenta Fermín Romero Alfau en su libro La noble Habana, instructiva lectura
para estos días en que será declarada oficialmente Maravilla del Mundo.
Una panorámica bien documentada ofrece el
texto sobre el cuándo y cómo aquel
“diminuto caserío de yaguas y guano que se cree haya estado emplazado a lo
largo de la orilla de la bahía desde donde hoy se encuentra la calle Tacón
hasta la plaza de San Francisco” ha llegado a ser la esplendorosa Habana cuya
fama trasciende allende los mares y le valieron el preciado reconocimiento en
virtud de la encomiable labor de restauración de la Oficina del Historiador,
empeñada en quitarle arrugas y
cicatrices.
Fechas y nombres varios, avances,
retrocesos… en el diseño y conformación de las citadas instalaciones explica el
autor, en cuyas líneas se observa la minuciosa investigación realizada para
dejar a interesados o enamorados de esta urbe un legado invaluable sobre sus
orígenes.
Conocida en sus tiempos fundacionales
como La fidelísima Habana, la Antemural de las Indias Occidentales, La llave
del Nuevo Mundo y con el nombre que da título a esta entrega de Romero Alfau, leer
La noble Habana deviene recorrido
imaginario por siglos de historia de la villa de San Cristóbal, a partir de
1519, fecha dada para su fundación.
También, conocer sobre los avatares en la construcción, hasta la última
traza, de las instalaciones citadas, como las vemos ahora, y sus
diferentes denominaciones; personajes,
tradiciones y costumbres de otras épocas y de suntuosas edificaciones habitadas por los pudientes de entonces
muchas de ellas convertidas hoy en museos.
Declarada en 1982 Patrimonio Cultural de la Humanidad, la actual Maravilla
del Mundo seduce por ese halo de encanto que la caracteriza, y por su gente, y
es parada inviolable de turistas foráneos o criollos, quienes disfrutan
paseando por su calles adoquinadas o no, y de sus moradores, quienes, parodiando a Fayad Jamis, la inventarían si no
existiera.