El Generalísimo lo prometió al
abandonar la Isla al concluir la Guerra de los Diez Años -de1868
a1878- y lo cumplió. Con motivo del aniversario 110 de su muerte el 17 de junio de 1905,
nada mejor que sus propias palabras para conocerlo en facetas específicas de su vida que las
escritas por él en su Diario de Campaña durante
la llamada Guerra Grande.
Por: Argentina
Jiménez
Al
dominicano solidario con la vecina Cuba,
jefe insobornable que luchó por
su independencia, unido a sus hazañas militares le caracterizaba una alta
espiritualidad. .
Su Diario de Campaña* constituye un inigualable testimonio de cuanto
hizo por su patria adoptiva durante la llamada Guerra Grande, en la de1895, junto a José
Martí, a quien secundó en sus ideas
libertarias, y en su posición frente a los intereses intervencionistas de los
Estados Unidos, a partir de 1898.
Sufrió en silencio la pérdida de dos de sus hijos
durante la campaña del 68 y los rigores de la contienda en la manigua, adonde
lo acompañaba su esposa en circunstancias desventajosas para una mujer por la
vida en los campamentos, rústicos, a veces a la intemperie, con frío, hambre,
además de las largas caminatas y el hostigamiento de las fuerzas españolas.
Genial estratega
Suman innumerables las victorias del
Generalísimo en la Guerra
de los Diez Años. Con la inteligencia de un militar curtido incrementaba el parque recogiendo las balas
dejadas por las tropas enemigas, práctica seguida por las guerrillas para obtener suministros siempre
que les escaseaban. De tal procedimiento abundan las anécdotas. Por ejemplo, en
los inicios de la contienda, en su acuartelamiento de Palmarito lo atacaban casi
a diario: rechazó a quienes lo asediaban
y se mantuvo y pudo sostenerse con las
cápsulas abandonadas por los españoles .
Hombre recto y honesto no aceptaba
determinadas costumbres ni siquiera del Gobierno de la República en Armas, como
cuando le solicitaba soldados para buscar comida. Se negaba y alegaba que no
era tarea propia de ellos, sino había que llevarlos “por un camino donde todos
los servicios y trabajos de campaña vayan sellados con la gloria y el
prestigio”.
Dos
años después de iniciada la
Guerra escribió: “(…) en todo el tiempo transcurrido he
sufrido mucho, física y moralmente”. El término sufrir es una constante en sus
anotaciones en las 409 páginas del Diario…, donde volcaba el General sus
emociones, alegres o tristes. El 11 de junio 1873 escribió: “El mayor general
Ignacio Agramonte: murió en el combate de Jimaguayú. Perdió Cuba uno de sus más
esforzados hijos y el Ejército uno de sus más entendidos y valientes soldados”.
Sus divisas: ser respetuoso,
franco, sincero y justo para la crítica
o el elogio. Sus convicciones las
defendió a lo largo de toda su vida.
Del mando español recibió Gómez en la guerra proposiciones “por
cierto, bien indecorosas” y “que viera si mediante una cantidad de dinero
ofrecida me comprometía a respetar los ingenios y además si estamos dispuestos
a firmar la paz bajo las bases de la autonomía. Las proposiciones fueron
rechazadas”.
Reacio a la intromisión
Máximo Gómez, conocedor de la idiosincrasia
de los cubanos y las condiciones que enfrentaban los insurrectos en los años
finales de la conflagración del 68 –divergencias entre jefes
revolucionarios- y ante planes de
algunos de ellos sobre cómo llevarla a cabo, ya en los finales de mayo de 1875 dejó escrito su
criterio al respecto y precisaba que en tales asuntos “yo me propongo no
tomar absolutamente parte alguna”. Así
fue siempre:
daba
su opinión si se lo pedían, pero no se inmiscuía en sus decisiones internas.
En
los últimos meses de 1977 estaba consciente de la imposibilidad de ganar la
guerra. Decide que la familia se presente a los españoles para ver si logra
embarcarse para Jamaica. Escribió: “Día terrible para mí, mi corazón se
destroza de dolor pues tengo que separarme de mi esposa y mis hijos. Yo quedo
aquí cumpliendo lo decretado por fatal destino”. Se refería a la firma de la
paz por el Departamento de Camaguey.
“Hay dolores que se sienten pero no se pueden explicar”, termina las observaciones ese día.
Acude
a ver al mayor general Antonio
Maceo el 18 de enero de 1878. Le informan de lo ocurrido y pactado por el CamagÜey, y
ante una pregunta del jefe oriental le responde
que consideraba perdida la revolución en el Camaguey, Las Tunas y hasta Las
Villas, y que precisamente por esa razón saldría del país, “pero no quería hacerlo sin verlo primero a él para que supiera la verdad de las cosas y
no contara sino con sus propios
elementos”.
Aunque Máximo Gómez no ofreció opinión
alguna al intento de los cubanos de firmar la paz con sus contrarios, el
general Arsenio Martínez Campos, jefe del ejército español, deseó encontrarse
con él, le ofreció dinero y trabajos importantes para que no se marchara. Los rechaza
y le exijió ”como derecho mío un vapor-
pues así está estipulado en el Convenio- para que me transporte a Jamaica”.
Un mediodía soleado del mes de marzo de 1878
zarpa la nave que conduce a Máximo Gómez lejos de la Isla. Van con él cinco
cubanos.
“Son las 6 de la tarde y vamos a perder a Cuba
de vista, quizás para siempre -¿cuál será mi destino después que he sufrido
tanto y tanto en esta tierra en pos de la realización de un ideal que ha costado
tanta sangre y tantas lágrimas? ¡Adiós Cuba, cuenta siempre conmigo mientras
respire – tú guardas las cenizas de mi Madre y de mis hijos- y siempre te amaré
y te serviré!”
Cumplió lo prometido
El
viejo general delgado y enérgico, que no había nacido en Cuba, pero tampoco
había dejado de batallar y de soñar un solo día con su libertad, fue
consecuente con su compromiso hasta el final.
Defendió en todo momento la
idea de la plena soberanía y vio
con desconfianza la intervención imperialista de los Estados Unidos. Percibió
enseguida las ambiciones imperiales y la ausencia de patriotismo en algunos
cubanos. Discrepancias con la Asamblea de
Representantes ocasiona que esta lo
destituya como jefe del Ejército Libertador.
Decepcionado, desolado, se encerró en su vivienda
en la Quinta
de los Molinos, en La Habana,
donde dejó de existir el 17 de junio de 1905, hace ciento diez años quien
sacrificó todo por Cuba a cambio de nada. Siempre la amó y sirvió, como le
prometió al abandonarla al concluir la Guerra de los Diez
Años.
* Se respeta el estilo y la ortografía
original.