Por: Argentina Jiménez
Usted ha reiterado en varias
ocasiones olvidar el pasado. En el
Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, excelsa mujer quien tuvo la gentileza
de ir a ese lugar a escuchar su discurso, usted dijo, y cito:
“Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos
el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanzas. Y no
va a ser fácil, va a haber retos, y a esos vamos a darles tiempo; pero mi
estadía aquí me da más esperanzas de lo que podemos hacer juntos como amigos,
como familia, como vecinos juntos”.
Señor Obama, nuestro Héroe
Nacional, José Martí, quien vivió en su país y le conoció sus entrañas, escribió: “(…) ¡quién copió figuras de mujer
sin ponerles en los ojos alma, y en los labios gracias y sonrisas! Los buenos artistas la han pintado en toda su
dimensión humana”. Sin embargo, ¡tanta gente mala con sus daños y agresiones le
han eliminado las sonrisas a partir del luminoso primero de enero de 1959!
Interminable la lista de las
cubanas que, además de heridas en el alma, les han dejado cicatrices en sus
cuerpos, o perecieron víctimas del terrorismo contra nuestra Patria, dirigido,
originado, sustentado en el Estado del cual usted es presidente.
Sí señor, aludo a algunos
hechos ocurridos en el año en que usted nació, o cuando aún era un niño, los
cuales conoce, pero se los recuerdo,
porque forman parte de la memoria que este pueblo no olvida. Mas, me refiero a
otros muchos sucedidos cuando ya usted usaba pantalones largos y hacía gala de
las esencias que históricamente han caracterizado a los dirigentes estadounidenses.
Todavía me indigna- y de entonces a acá ha llovido mucho, como
reza el refrán-, aquel memorando, o carta, del subsecretario de la Secretaría de Guerra de
EE.UU., mister J.G. Breckenridge, al teniente general del ejército de USA, J.S.Miles, con
las últimas instrucciones de cómo conducir la guerra en Cuba y Puerto Rico.
Explicaba en una de sus partes: “La anexión de territorios a nuestra República,
ha sido hasta ahora la de vastas regiones con muy escasa población y fue
siempre precedida por la invasión pacífica de nuestros emigrantes, de modo tal
que la absorción y amalgama de la población existente ha sido fácil y rápida”.
Sigue con una observación acerca de que sus aspiraciones y la política que
deben seguir en cuanto a esas dos islas
difieren. Y continúa: “Cuba con su territorio mayor, tiene una población mayor
que Puerto Rico. Esta consiste en blancos, negros y asiáticos y sus mezclas.
Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos. Es evidente que la
inminente anexión de estos elementos a nuestra propia Federación sería una
locura y, antes de hacerlo, debemos limpiar al país, aun cuando eso sea por la
aplicación de los mismos métodos que fueron aplicados por la Divina Providencia
en las ciudades de Sodoma y Gomorra”.
Más adelante precisa:
“Debemos concentrar nuestro bloqueo, de modo que el hambre y su eterna
compañera, la peste, minen a la población civil y diezmen el ejército cubano (…)
y entonces prestaremos nuestra ayuda a la oposición”. Finalmente puntualizaba, entre muchas
aseveraciones ofensivas e inescrupulosas respecto al pueblo: “Resumiendo: nuestra política debe
ser siempre (el subrayado es mío)
apoyar al más débil contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el
exterminio de ambos a fin de anexar a la Perla de las Antillas”.
Esto no pudieron lograrlo;
sin embargo, por más de medio siglo hicieron de Cuba lo que convino a sus
intereses de todo tipo, hasta que esa masa de “indolentes y apáticos”, les dio
una patada por el trasero a los yanquis. Pero como esa espina en sus objetivos
desde tiempos inmemoriales los hinca constantemente desde el primero de enero
de 1959, su política para de
cualquier modo lograr sus aspiraciones – diferentes,
por supuesto, a las de 1898-, no ha cambiado, han ideado cuantas artimañas
(léase agresiones ) y recurrido a los
más innobles, perversos y criminales métodos, incluido el bloqueo, tan añejo
como perjudicial, con el que tampoco la
población civil ha muerto de
hambre ni se ha diezmado el
ejército cubano . Hoy está más fuerte que nunca.
No obstante, señor
presidente, el propósito de estas líneas es
hablarle de cómo la política de su gobierno –como el de los anteriores-
ha causado, y causa, daños a las mujeres
cubanas, quienes, como eternas Marianas*, jamás un dolor o pérdida las han
logrado amilanar y junto a los hombres
que sí son como amigos, como
familia, como vecinos, han llevado y siguen empeñadas en continuar empujando
hacia adelante, hacia el futuro, contra dificultades e inconvenientes, y hasta
errores, a la Revolución que las redimió.
.Señor Obama, poco antes de
usted haber nacido, en gesto heroico murió Fe del Valle en el intencional
incendio de la tienda El Encanto por elementos contrarrevolucionarios, el 13 de
abril de 1961, vísperas de la invasión por Girón, a causa de cuyos bombardeos
fue herida Nemesia, la niña que quiso tener unos zapaticos blancos (anhelo solo
realizado gracias al triunfo de la Revolución) , quien perdió a la madre, como mismo
murieron muchos hombres, mujeres y niños de la Ciénaga de Zapata, calcinados por
la metralla de aviones procedentes de allende los mares del norte, que lanzaban
su mortífera carga contra camiones donde
eran evacuados civiles; otros quedaron
mutilados.
Lo mismo sucedió a la familia Romero en la
finca San José de Altamira en el Escambray. A Paula, de 14 años, a su hermana
Teodora y a su madre las golpearon los bandidos, a quienes les suministraban
pertrechos en paracaídas desde naves aéreas procedentes de los Estados Unidos
de América. Después ultimaron al padre, a una hermana suya y a un sobrino.
Esto, solo como una muestra de las atrocidades de estos criminales en disímiles
hogares campesinos, expuestos a actos similares en varias regiones de la Isla.
Más o menos quince años, como la edad de la
menor de sus hijas, señor Obama, tenía Nancy Pavón Pavón cuando una lancha pirata ametralló el caserío
de Boca de Samá, en Banes, Holguín, el 12 de octubre de 1971, y dejó dos
personas muertas y numerosos heridos. Ella diría en una ocasión: “Destrozaron
mi juventud, nunca he podido ser feliz en mi vida por mi píe”. Se lo
destruyeron los desalmados al servicio de la CIA.
Durante años organizaciones
contrarrevolucionarias financiadas por las administraciones estadounidenses han realizado todo tipo de
acciones a fin de entorpecer o derrocar a la Revolución, incluso en el
exterior. Un ejemplo entre tantos, en
varios países, incluso el suyo: el acaecido en la embajada cubana en Portugal,
el 22 de abril de1976, donde cayeron víctima de uno de una bomba de alto poder
explosivo Adriana Corcho y Efraín Monteagudo, ambos funcionarios de la
legación.
Pocos meses después, el 6 de
octubre, a varias mujeres en pleno disfrute de sus años juveniles, con la cabeza llena de sueños,
como Nancy Uranga, embarazada, les quitaron la existencia en el sabotaje a una
nave de Cubana de Aviación en Barbados.
Regresaban felices junto a sus compañeros del equipo de esgrima, con las
medallas de los primeros lugares ganadas en un torneo en Venezuela. Venían
otras, en total 57 cubanos, 11 guyaneses y dos norcoreanos. 73 personas,
desaparecidas en el mar por el vandálico ataque. Cuarenta y nueve años después,
aún el eterno enemigo de esta Isla
abriga en sus calles al asesino mayor: Posada Carriles.
Todavía duele la muerte de
101 niños de 0 a 14 años, a causa del dengue hemorrágico, germen introducido en
el país en 1981, que mató a 159 personas y afectó a 344 203. Madres, abuelas,
tías…, no olvidan esas vidas de seres queridos tronchadas por la maldad de los
ilusos yanquis, que no acaban de entender que jamás seremos una estrella en su
bandera.
Libros podían escribirse de
los sufrimientos padecidos por las mujeres de esta pequeña nación, contra la
cual no cesan las agresiones del vecino del Norte desde el año de la
liberación, aun cuando hoy viste nuevas formas (Usted, señor presidente, las
conoce bien, habló de algunas de ellas
en el Gran Teatro), pero con los
intereses de todos los tiempos, sin mencionar los perjuicios derivados del
bloqueo, que además de frenar el desarrollo económico, asimismo lacera e impide, por solo mencionar
un ejemplo, la cura de hijos aquejados de enfermedades requeridas de
medicamentos existentes en Estados Unidos
y que no nos permiten su adquisición..
Y, aunque con un final
feliz, ¡cuánto quebranto moral no
padecieron los familiares de los Cinco Héroes, presos injustamente durante
16 años, con condenas exorbitantes por la “justicia” de Estados Unidos!
¡Cuántas angustias, además, las de Antonio y
Ramón antes de conmutárseles las cadenas perpetuas, y el dolor y la
incertidumbre sobre la situación de Gerardo! ¿Puede entenderse la pena de Olga
y Adriana, impedidas de visitar a sus esposos porque el gobierno de EE.UU. les
negó las visas?, mientras las madres de Ramón y Gerardo no tuvieron la dicha de
disfrutar el abrazo a su regreso, ni pudieron conocer a Gema, la niña de todos
aquellos que en Cuba y allende sus fronteras hicieron posible la sentencia de
Fidel: ¡Volverán!
Señor presidente Barack
Obama, este pueblo, a pesar de lo anterior y mucho más, lo recibió con respeto
y cortesía, como merece un jefe de Estado. Lo escuchó disciplinadamente, lo
saludó al pasar por las calles de La Habana, porque es un pueblo educado. Pero
lo cortés no quita lo valiente. Sabe que usted puede hacer mucho más de cuanto
ha hecho, aun en el corto tiempo que le queda en la silla presidencial. La
Dirección de mi país lo ha explicado claro. Y nuestro pueblo no se deja engañar
con las ofertas de ayuda dirigidas, fundamentalmente, a un segmento de la
población.
Su viaje a Cuba trazó una línea de un antes y un después en
las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y ese gesto suyo es loable, contribuye a
mejorarlas. Existen diferencias entre ambos, sobre estas se ha hablado
bastante, mas debe tenerse en cuenta que los dedos de las manos no son todos iguales,
pero ahí permanecen, no se molestan entre sí. Eso es lo necesario: convivir en
paz, respetando las diversidades de opiniones, y en busca del bien común, sin
interferencias en los asuntos internos de cada nación.
Finalmente, presidente
Obama, por favor, no pida que olvidemos el pasado. Nunca dejaremos secar
nuestras raíces, que datan de siglos atrás, están profundamente adheridas a lo
largo y ancho del archipiélago. Esas nos suministran la savia que nos da la fuerza para seguir
siendo cubanos, resistiendo y luchando por un futuro mejor.