viernes, 16 de octubre de 2015

La historia me absolverá, documento de absoluta prioridad



                
 El 16 de octubre de 1953, el doctor Fidel Castro Ruz, en su condición de abogado, asumió su propia defensa al ser juzgado por el asalto al cuartel Moncada. Su  alegato de ese momento que este año cumple 62 años, devendría documento histórico para la posteridad

Por: Argentina Jiménez                                                                       
                                                        
                                                            Un principio justo desde el fondo de una
                                                             cueva puede más que un ejército.
                                                                                                              José Martí
   Aunque los manuscritos originales donde plasmó Fidel Castro Ruz su discurso de  combate y denuncia pronunciado el 16 de octubre de 1953, conocido posteriormente  como La historia me absolverá,  desaparecieron de la celda donde se encontraba antes del juicio por el asalto al Moncada; su privilegiada memoria  salvó el contenido para la posteridad.
   Primero, inició la reconstrucción  en los salones del pabellón que servía de hospital en el Reclusorio para hombres de Isla de Pinos –hoy Isla de la Juventud, en el occidente de Cuba-, donde cumplía  quince años de cárcel, y posteriormente terminó la tarea, en secreto, en  la celda donde fue confinado en solitario, en febrero de 1954.
   Por dos vías  el jefe de la Revolución hizo salir el programa revolucionario de los moncadistas –combatientes del asalto al cuartel Moncada-, de la instalación penitenciaria: en líneas escritas con zumo de limón entre los renglones en cartas a familiares o amigos,  que a simple vista no se veían y por efecto del calor aparecían, y también llenando con letras minúsculas hojas de papel cebolla que doblada bien e  introducía en cajas de fósforos y hacía llegar a otros compañeros presos, quienes las entregaban a familiares o amigos cuando los visitaban en la cárcel.
   Con tal acuciosidad  llevaron  a cabo esa labor  Fidel y sus colaboradores que el proyecto de hacer público el discurso, anunciado a Melba  Hernández Rodríguez del Rey  -Heroína del Moncada. Fallecida- en carta del líder revolucionario el 12 de mayo de 1954, también en escritura invisible, ya había salido completo de la prisión a mediados de junio.
   En Jovellar 107, uno de los sitios de la capital vinculados a los preparativos del Moncada y vivienda de  Melba, ella  y su padre, Manuel,  pacientemente y auxiliándose de una lupa, lograron  “descompactar” muchos de los fragmentos de La historia me absolverá, pasarlos  a máquina,  y componerlos.
   De las vicisitudes afrontadas por quienes tuvieron la tarea de preparar el texto para la imprenta, búsqueda de fondos para los gastos y la impresión,  en medio de la persecución y represión de la tiranía de Fulgencio Batista, son elocuentes las siguientes palabras de la también Heroína del Moncada –fallecida- Haydée Santamaría:
   “La fuimos conociendo poco a poco. Unas veces nos llegaba  no la página que correspondía, sino la última, otras veces la primera: y tuvimos que irla coordinando y haciendo.
   “(...) cuando ya la teníamos no teníamos cómo repartirla, ni teníamos máquina, ni un ´quilo` (centavo)”,  y relata cómo  Gustavo Ameijeiras Delgado  alquiló un carro e “inventando” para obtener la gasolina requerida, la llevó hasta Oriente junto con su hermano Ángel –Machaco-,  ambos miembros del Movimiento 26 de Julio y después mártires de la Revolución.
  En aquellos momentos cuando el gobierno  quería silenciar los hechos y ocultar lo ocurrido en los sucesos del 26 de julio, resultaba necesario divulgar el alegato de autodefensa  de Fidel, por su decisiva importancia para que el pueblo lo conociera. Como él mismo explicó, su discurso contenía “el programa y la ideología nuestra sin lo cual no es posible pensar en nada grande”.
  Al respecto planteaba:“(...) La tarea nuestra de inmediato es movilizar a nuestro favor la opinión pública. Divulgar nuestras ideas y ganarnos el respaldo de las masas del pueblo. Nuestro programa revolucionario es el más completo, nuestra línea es la más clara, nuestra historia la más sacrificada: tenemos derecho a ganarnos la fe del pueblo...”.
  En octubre de 1954  ya se habían logrado imprimir  varias decenas de miles  de ejemplares que, con iguales riesgos y contratiempos,  fueron distribuidos en todo el país. La propaganda necesaria llegaba así al pueblo sin el cual, como afirmó Fidel, “no hay revolución  posible”.
       La trascendencia y el valor histórico de ese documento radican en “su múltiple condición de acta de denuncia de la barbarie criminal del régimen batistiano, alegato de justificación de la resistencia activa y la lucha frontal contra el ilegítimo y opresivo gobierno de facto, y razonada exposición de los males de la sociedad cubana de la época y del contenido revolucionario del programa de acción propuesto por los moncadistas para combatir esos males”.*
  El manifiesto  “representaba el conjunto de reivindicaciones políticas, sociales y económicas más avanzadas que pudieran aglutinar a los más amplios sectores de las clases explotadas de la sociedad cubana, incluidas extensas capas de la pequeña burguesía urbana y rural. Se trataba de un programa democrático y popular, con un profundo contenido antiimperialista y de liberación nacional, que conformaba de manera consciente una base a partir de la cual podía emprenderse la transformación socialista del proceso” **.
   Superado con creces el programa del Moncada, sesenta y dos años después nuestro pueblo brinda solidaridad a otros pueblos hermanos que padecen  males como los que llevaron a la Generación del Centenario –grupo de jóvenes que asaltó los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes- a dar la clarinada del 26 de Julio de 1953, momento que constituyó un viraje en las luchas del pueblo cubano por su definitiva independencia.

·         
·         *  y ** Las citas corresponden a la Introducción a la edición anotada de La historia me absolverá. 1993.