El 16 de octubre de 1953, el doctor Fidel
Castro Ruz, en su condición de abogado, asumió su propia defensa al ser juzgado
por el asalto al cuartel Moncada. Su alegato
de ese momento que este año cumple 62 años, devendría documento histórico para
la posteridad
Por: Argentina Jiménez
Un principio justo desde
el fondo de una
cueva puede más que un ejército.
José
Martí
Aunque los
manuscritos originales donde plasmó Fidel Castro Ruz su discurso de combate y denuncia pronunciado el 16 de
octubre de 1953, conocido posteriormente
como La historia me absolverá, desaparecieron de la celda donde se
encontraba antes del juicio por el asalto al Moncada; su privilegiada
memoria salvó el contenido para la
posteridad.
Primero,
inició la reconstrucción en los salones
del pabellón que servía de hospital en el Reclusorio para hombres de Isla de
Pinos –hoy Isla de la
Juventud, en el occidente de Cuba-, donde cumplía quince años de cárcel, y posteriormente
terminó la tarea, en secreto, en la
celda donde fue confinado en solitario, en febrero de 1954.
Por dos
vías el jefe de la Revolución hizo salir
el programa revolucionario de los moncadistas –combatientes del asalto al
cuartel Moncada-, de la instalación penitenciaria: en líneas escritas con zumo
de limón entre los renglones en cartas a familiares o amigos, que a simple vista no se veían y por efecto
del calor aparecían, y también llenando con letras minúsculas hojas de papel
cebolla que doblada bien e introducía en
cajas de fósforos y hacía llegar a otros compañeros presos, quienes las
entregaban a familiares o amigos cuando los visitaban en la cárcel.
Con tal acuciosidad llevaron
a cabo esa labor Fidel y sus
colaboradores que el proyecto de hacer público el discurso, anunciado a
Melba Hernández Rodríguez del Rey -Heroína del Moncada. Fallecida- en carta del
líder revolucionario el 12 de mayo de 1954, también en escritura invisible, ya
había salido completo de la prisión a mediados de junio.
En Jovellar 107, uno de los
sitios de la capital vinculados a los preparativos del Moncada y vivienda de Melba, ella
y su padre, Manuel, pacientemente
y auxiliándose de una lupa, lograron
“descompactar” muchos de los fragmentos de La historia me absolverá, pasarlos
a máquina, y componerlos.
De las vicisitudes afrontadas por
quienes tuvieron la tarea de preparar el texto para la imprenta, búsqueda de
fondos para los gastos y la impresión,
en medio de la persecución y represión de la tiranía de Fulgencio Batista,
son elocuentes las siguientes palabras de la también Heroína del Moncada
–fallecida- Haydée Santamaría:
“La fuimos conociendo poco a
poco. Unas veces nos llegaba no la
página que correspondía, sino la última, otras veces la primera: y tuvimos que
irla coordinando y haciendo.
“(...) cuando ya la teníamos no
teníamos cómo repartirla, ni teníamos máquina, ni un ´quilo` (centavo)”, y relata cómo
Gustavo Ameijeiras Delgado
alquiló un carro e “inventando” para obtener la gasolina requerida, la
llevó hasta Oriente junto con su hermano Ángel –Machaco-, ambos miembros del Movimiento 26 de Julio y después
mártires de la Revolución.
En aquellos momentos cuando el
gobierno quería silenciar los hechos y
ocultar lo ocurrido en los sucesos del 26 de julio, resultaba necesario
divulgar el alegato de autodefensa de
Fidel, por su decisiva importancia para que el pueblo lo conociera. Como él
mismo explicó, su discurso contenía “el programa y la ideología nuestra sin lo
cual no es posible pensar en nada grande”.
Al respecto
planteaba:“(...) La tarea nuestra de inmediato es movilizar a nuestro favor la
opinión pública. Divulgar nuestras ideas y ganarnos el respaldo de las masas
del pueblo. Nuestro programa revolucionario es el más completo, nuestra línea
es la más clara, nuestra historia la más sacrificada: tenemos derecho a
ganarnos la fe del pueblo...”.
En octubre de 1954 ya se habían logrado imprimir varias decenas de miles de ejemplares que, con iguales riesgos y
contratiempos, fueron distribuidos en
todo el país. La propaganda necesaria llegaba así al pueblo sin el cual, como
afirmó Fidel, “no hay revolución
posible”.
La trascendencia y el valor
histórico de ese documento radican en “su múltiple condición de acta de
denuncia de la barbarie criminal del régimen batistiano, alegato de
justificación de la resistencia activa y la lucha frontal contra el ilegítimo y
opresivo gobierno de facto, y razonada exposición de los males de la sociedad
cubana de la época y del contenido revolucionario del programa de acción
propuesto por los moncadistas para combatir esos males”.*
El
manifiesto “representaba el conjunto de
reivindicaciones políticas, sociales y económicas más avanzadas que pudieran
aglutinar a los más amplios sectores de las clases explotadas de la sociedad
cubana, incluidas extensas capas de la pequeña burguesía urbana y rural. Se
trataba de un programa democrático y popular, con un profundo contenido
antiimperialista y de liberación nacional, que conformaba de manera consciente
una base a partir de la cual podía emprenderse la transformación socialista del
proceso” **.
Superado con creces el programa
del Moncada, sesenta y dos años después nuestro pueblo brinda solidaridad a
otros pueblos hermanos que padecen males
como los que llevaron a la
Generación del Centenario –grupo de jóvenes que asaltó los
cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes- a dar la clarinada del 26 de
Julio de 1953, momento que constituyó un viraje en las luchas del pueblo cubano
por su definitiva independencia.
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* y ** Las citas corresponden a la Introducción a la edición
anotada de La historia me absolverá. 1993.