Por:
Argentina Jiménez
Si piensa que con la reanudación de
relaciones entre Cuba y Estados Unidos van a resolverse los problemas en la Isla, ¡infórmese bien! No
crea en cantos de sirena. Por supuesto, todo cuanto contribuya a mejorarlas,
bienvenido sea.
Mas, tenga presente que las pretensiones del
vecino para el pequeño país no han cambiado desde hace dos siglos. Antes de la
independencia de las Trece Colonias inglesas –el origen de Estados Unidos-
ya era público el interés de la actual potencia
con la Mayor de
las Antillas debido a su estratégica, para ellos, posición geográfica.
Una vez independizados los EE.UU., en 1783, hicieron
patente su “inclinación” para poseerla. El presidente de la nación norteña,
Thomas Jefferson (1801-1809), pensaba en lo interesante que sería adquirirla.
Tal criterio prevaleció a partir de ese
momento hasta 1823, cuando se hizo el diseño de una política para Cuba conocida
como la “fruta madura”, sobre la cual John Quincy Adams -después ocuparía la presidencia-, transmite
a su representante en España las instrucciones acerca de su contenido.
En aquellos tiempos aún no estaban en
condiciones de comprarla y por ello, dice el texto de esa política, era
preferible que España la mantuviera suya hasta tanto, apartada de esta,
“cayera”, cuando estuviera en sazón, en manos de Estados Unidos.
Posteriormente, en 1898, el subsecretario de
Guerra de ese país, J.G. Breckenridge,
envió unas instrucciones al mayor general A. Miles, jefe del Ejército
norteamericano, las cuales decían: “Debemos concentrar el bloqueo, de modo que
el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la población civil y diezmen
al ejército cubano”.
En esos momentos el vecino del Norte había aplicado
el bloqueo naval a la Isla
y declarado la guerra a España. Impedía así el suministro de alimentos y
medicamentos, y con ello empeoraba la situación de quienes ya sufrían por la
reconcentración, y todos en general.
Refiriéndose a la población cubana señalaba
que estaba formada por blancos, negros y asiáticos “y sus mezclas” –el maravilloso
ajiaco del que habló Fernando Ortiz-y añadía:
“Los habitantes son generalmente indolentes y
apáticos. Es evidente que la inminente anexión de estos elementos a nuestra
propia Federación sería una locura y, antes de hacerlo, debemos limpiar el país,
aun cuando eso sea por la aplicación de
los mismos métodos que fueron aplicados
por la Divina Providencia
en las ciudades de Sadoma y Gomorra”. Su esencia criminal es de larga data.
También precisaba: “Debemos destruir todo lo
que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones”. Y entre otras
expresiones propias de su arraigada prepotencia y su desprecio por los pueblos,
señalaba que “...ayudaremos con nuestras
armas una vez formado un gobierno independiente que será constituido, aunque
informalmente”, le crearían dificultades
y estas “y la falta de medios para cumplir con nuestras demandas y las
obligaciones creadas con nosotros (…),y las dificultades “que deben coincidir
con las inquietudes y violencia” entre ellos, entonces “prestaremos nuestra
ayuda a la oposición”.
Finalmente
sentenciaba: “Resumiendo: nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil
contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos a fin
de anexarnos a la Perla
de las Antillas”.
Después de la intervención en la guerra ya
ganada por el Ejército Libertador contra la metrópoli española, y destruir la
flota del almirante Cervera en la bahía de Santiago de Cuba, hicieron
todo cuanto pudieron para alcanzar sus aspiraciones.
Ocupación militar, destrucción de las
instituciones revolucionarias, incluido el licenciamiento del Ejercito
Libertador, crear un Gobierno “independiente” con Enmienda Platt (permitía
intervenir militarmente en la
Isla para cuidar sus intereses si estos peligraban, entre
otras coyundas); gobiernos entreguistas; Tratado de Reciprocidad; en fin, el
país totalmente dependiente de los Estados Unidos.
Una vez eliminada la Enmienda, apoyo a los
gobiernos corruptos y a la tiranía de Fulgencio Batista. Ayuda siempre a cuanto
frenara la lucha del pueblo por mejores condiciones sociales. En La historia me absolverá, alegato de
Fidel Castro en el juicio por los hechos del Moncada, están recogidos todos los
males de aquella República neocolonial.
Una
vida digna solo se alcanzó con el triunfo
de la Revolución
el primero de enero de 1959. ¿Qué pasó después?
Más de cincuenta y cinco años de agresiones de
todo tipo, incluida una invasión, bloqueo, guerra sicológica y mediática…
¿Puede
cambiarse una mentalidad heredada de dos siglos de la noche a la mañana? Difícilmente.
Cambian los métodos, pero no el objetivo. La
esencia de la política de Estados Unidos hacia Cuba se mantiene inalterable.