martes, 31 de marzo de 2015

¿Puede cambiarse una mentalidad heredada de dos siglos de la noche a la mañana?





Por: Argentina Jiménez

  Si piensa que con la reanudación de relaciones entre Cuba y Estados Unidos van a resolverse los problemas en la Isla, ¡infórmese bien! No crea en cantos de sirena. Por supuesto, todo cuanto contribuya a mejorarlas, bienvenido sea.
  Mas, tenga presente que las pretensiones del vecino para el pequeño país no han cambiado desde hace dos siglos. Antes de la independencia de las Trece Colonias inglesas –el origen de Estados Unidos- ya  era público el interés de la actual potencia con la Mayor de las Antillas debido a su estratégica, para ellos, posición geográfica.
 Una vez independizados los EE.UU., en 1783, hicieron patente su “inclinación” para poseerla. El presidente de la nación norteña, Thomas Jefferson (1801-1809), pensaba en lo interesante que sería adquirirla.
  Tal criterio prevaleció a partir de ese momento hasta 1823, cuando se hizo el diseño de una política para Cuba conocida como la “fruta madura”, sobre la cual John Quincy Adams  -después ocuparía la presidencia-, transmite a su representante en España las instrucciones acerca de su contenido.
 En aquellos tiempos aún no estaban en condiciones de comprarla y por ello, dice el texto de esa política, era preferible que España la mantuviera suya hasta tanto, apartada de esta, “cayera”, cuando estuviera en sazón, en manos de Estados Unidos.
  Posteriormente, en 1898, el subsecretario de Guerra de ese país, J.G. Breckenridge,  envió unas instrucciones al mayor general A. Miles, jefe del Ejército norteamericano, las cuales decían: “Debemos concentrar el bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano”.
  En esos momentos el vecino del Norte había aplicado el bloqueo naval a la Isla y declarado la guerra a España. Impedía así el suministro de alimentos y medicamentos, y con ello empeoraba la situación de quienes ya sufrían por la reconcentración, y todos en general.
   Refiriéndose a la población cubana señalaba que estaba formada por blancos, negros y asiáticos “y sus mezclas” –el maravilloso ajiaco del que habló Fernando Ortiz-y añadía:
  “Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos. Es evidente que la inminente anexión de estos elementos a nuestra propia Federación sería una locura y, antes de hacerlo, debemos limpiar el país, aun cuando eso  sea por la aplicación de los mismos métodos  que fueron aplicados por la Divina Providencia en las ciudades de Sadoma y Gomorra”. Su esencia criminal es de larga data.
   También precisaba: “Debemos destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones”. Y entre otras expresiones propias de su arraigada prepotencia y su desprecio por los pueblos, señalaba que  “...ayudaremos con nuestras armas una vez formado un gobierno independiente que será constituido, aunque informalmente”,  le crearían dificultades y estas “y la falta de medios para cumplir con nuestras demandas y las obligaciones creadas con nosotros (…),y las dificultades “que deben coincidir con las inquietudes y violencia” entre ellos, entonces “prestaremos nuestra ayuda a la oposición”.
Finalmente sentenciaba: “Resumiendo: nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos a fin de anexarnos a la Perla de las Antillas”.
  Después de la intervención en la guerra ya ganada por el Ejército Libertador contra la metrópoli española, y destruir la flota del almirante  Cervera  en la bahía de Santiago de Cuba, hicieron todo cuanto pudieron para alcanzar sus aspiraciones.
  Ocupación militar, destrucción de las instituciones revolucionarias, incluido el licenciamiento del Ejercito Libertador, crear un Gobierno “independiente” con Enmienda Platt (permitía intervenir militarmente en la Isla para cuidar sus intereses si estos peligraban, entre otras coyundas); gobiernos entreguistas; Tratado de Reciprocidad; en fin, el país totalmente dependiente de los Estados Unidos.
  Una vez eliminada la Enmienda, apoyo a los gobiernos corruptos y a la tiranía de Fulgencio Batista. Ayuda siempre a cuanto frenara la lucha del pueblo por mejores condiciones sociales. En La historia me absolverá, alegato de Fidel Castro en el juicio por los hechos del Moncada,   están recogidos todos los males de aquella República neocolonial.
  Una vida digna solo se alcanzó con el  triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959. ¿Qué pasó después?
 Más de cincuenta y cinco años de agresiones de todo tipo, incluida una invasión, bloqueo, guerra sicológica y mediática…
¿Puede cambiarse una mentalidad heredada de dos siglos de  la noche a la mañana? Difícilmente.
 Cambian los métodos, pero no el objetivo. La esencia de la política de Estados Unidos hacia Cuba se mantiene inalterable.



 





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