sábado, 18 de julio de 2015

Aniversario 62 del Moncada. Jovellar 107: símbolo de la rebeldía nacional




 Por: Argentina Jiménez  
Reinaba el silencio en el edificio. Nuevo. Aún no llegaba a la década de construido ni Fulgencio Batista llevaba un año en la silla presidencial usurpada el 10 de marzo de 1952.
Una noche, al abrir la puerta de su apartamento, el D del tercer piso, Melba Hernández quedó sorprendida. Había más de cien jóvenes en su interior, pero podía escucharse el vuelo de una mosca. Habían acudido allí ante un llamado de Fidel Castro no solo los de La Habana, sino también de Pinar del Río y Matanzas.
   Esa noche marcó un hito importante en la historia el lugar del encuentro: Jovellar 107 en el municipio habanero de Centro Habana. Buena parte de quienes se encontraban en el lugar recorrerían un camino empezado a desbrozar por Martí, en silencio, como disciplinadamente los encontró Melba, y serían conocidos no mucho después como la Generación del Centenario. Corrían los finales de 1952 y ya conspiraban en esa vivienda, la cual desempeñó un papel de primer orden antes y después del 26 de julio de 1953.
   Todo empezó un día de mayo del 52 cuando Melba se vincula al movimiento liderado por Fidel tras escucharlo hablar de sus planes revolucionarios en el apartamento de Abel y Haydée Santamaría, en 25 y O. Sus padres, Manuel           Hernández y Elena Rodríguez del Rey, la secundaron en sus ideas y pusieron su hogar a disposición de Fidel y los muchachos procedentes de lo más radical de la juventud ortodoxa que lo seguían en sus concepciones y vía para alcanzar la libertad de Cuba: la lucha armada.
   El lugar fue sede de reuniones, entrevistas, trabajos organizativos… En él  prepararon parte de las antorchas que alumbrarían la marcha por el centenario del natalicio del Apóstol el 28 de enero de enero de 1953.
   Más adelante le confiaron a Elena la responsabilidad de recibir las armas, balas, etc. que le llevarían a su casa y la de confeccionar las corbatas y uniformes militares de caqui amarillo que vestirían los jóvenes involucrados en una acción que ninguno de ellos sabía qué era y dónde sería En la hechura de la vestimenta la ayudaron otras compañeras con los mismos motivos de  acabar con la tiranía.      
  Allí acudían asiduamente jóvenes de varios municipios de la entonces Habana Campo, además de los de Habana Ciudad –la capital-, que en inmensa mayoría cayeron en el Moncada o en el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, asesinados; después de Alegría de Pío- el bautismo de fuego de los expedicionarios del yate Granma-, en combate en la Sierra Maestra o asesinados por la dictadura en la lucha en el llano.
   Días antes del 26  de julio del 53 en una de las habitaciones de Jovellar 107, Pedro Miret  limpió y engrasó las armas que utilizarían en el asalto; de allí salieron con las maletas llenas de armas para la granjita Siboney Haydée el día 22 y Melba el 23 de ese mes; así como los uniformes y gorras, la enseña nacional y un paquete de banderas del 4 de septiembre*, que utilizarían para facilitar la sorpresa en la acción.
   También lo hicieron Fidel y Ernesto Tizol en la madrugada del 24 después de dar instrucciones y dinero a los jefes de grupo que desde ese sitio o de otros de la capital se dirigieron a la cita con la Patria.
  Tras conocerse la noticia de los hechos del Moncada comenzaron en el apartamento D de Jovellar 107 los registros de la policía, el Buró de Investigaciones y el Servicio de Inteligencia Militar. Nada encontraron que pudiera delatar lo sucedido allí.
SEGUNDA TEMPORADA
El 20 de febrero de 1954 Haydée y Melba salen de la prisión. Desde el presidio en Isla de Pinos Fidel les da la encomienda de reagrupar las fuerzas que se prepararon para las acciones del 26 de Julio del 53 y no pudieron participar por falta de armas, además de incrementarlas, y de dedicar los esfuerzos a la divulgación de los hechos del Moncada, a los motivos que condujeron a ellos y al pensamiento de los jóvenes de la Generación del Centenario.
  Y como aspecto esencial en la propaganda, la edición de su alegato en el juicio de la Causa 37 conocido como La historia me absolverá. Entonces  Haydée estableció en Jovellar 107 la dirección provisional del Movimiento 26 de Julio. No resultó fácil y sí titánica la tarea de recoger el dinero para costear la impresión del documento, en cuya transcripción y mecanografía desempeñaron un rol particular Melba y su padre.
  Lo orientado dio lugar a visitas y reuniones cada vez más frecuentes de miembros del Movimiento; al mismo tiempo, de los registros policíacos. Al salir liberados los moncadistas, Fidel tomó el apartamento como centro de sus actividades y al irse para México  en julio de 1955 siguió siendo la sede del M-26-7 -nombre ya adoptado oficialmente- y lo siguió siendo cuando Melba partió hacia ese país en octubre del mismo año.
Era el lugar para recibir la recaudación de dinero destinado a los preparativos del Granma y de otras misiones relacionadas con el desembarco. A finales de julio de 1956 se hizo insostenible la situación allí por los constantes registros de los cuerpos represivos y porque peligraba la vida de muchos combatientes, entre ellos la de Haydée.
 Desde otra casa en La Habana continuaron los padres de Melba en función de cuanto pudiera ayudar a los planes de Fidel de cumplir su promesa de Ser libres o mártires ese año, pero Jovellar 107 permanece como un símbolo de la rebeldía nacional.



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