miércoles, 21 de diciembre de 2016

60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (XI)



Días 14-15.  Guillermo García encuentra a Fidel. Capturan y asesinan a Juan Manuel Márquez. El Ejército levanta el cerco. Se acerca a su meta el grupo de Fidel. Raúl llega al  sitio desde donde su hermano partió. Almeida y los suyos permanecen escondidos en dos lugares diferentes. Decide unirlos para salir en busca de otros expedicionarios que están a salvo.
Por Argentina Jiménez
Viernes 14. Guillermo García va al encuentro de Fidel. Le da detalles de todo lo preparado para recibir  la expedición, de  algunos de los asesinados, capturados o de aquellos que han establecido contacto con los campesinos colaboradores. El jefe revolucionario desea atravesar la carretera de Pilón de inmediato. Ante los argumentos de Guillermo  determina esperar al día siguiente, cuando, le dice el recién llegado, el Ejército piensa levantar el cerco.
Luego, en unión de un hijo y un sobrino de Crescencio Pérez –Ignacio y Baurel- el grupo avanza hasta  La Manteca. Intercambian opiniones mientras esperan el momento de cruzar la carretera. Guillermo sale en busca de comida y de seguir localizando  hombres del Granma. No obstante la eficiencia demostrada como colaborador y  los pormenores dados por Guillermo, el recelo de guerrillero no lo abandona y enseguida suben a una lomita cercana. Desde allí le es posible estar a la mira de cuanto les rodea.
 El guía esperado por Raúl no llega, determina continuar.  Lo hacen sin Ernesto Fernández, enfermo y con los pies muy lastimados.  Al pasar por Las Guásimas conocen de  la existencia de guardias y, a campo traviesa, inician el ascenso de las primeras estribaciones de su deseada y esperada meta: la Sierra. “Seguimos subiendo y bajando hasta las 2 de la madrugada, en que completamente exhaustos de cansancio, nos acostamos al lado de un maizal,     aprovechando yerba seca que había allí, para hacer un nicho más cómodo que los anteriores”, escribe en su diario, y finaliza: “Creo que nos será difícil localizar a F (Fidel) pero lo lograremos”.
Mientras Almeida, Che, Pancho González y Chao descansan y se alimentan en la casa de Argelio Rosabal,  Alfredo González se  va de lengua sobre lo sucedido en su casa, alguien lo escucha y avisa a los guardias. Poco después estos se presentan y se llevan detenido a Pablo Hurtado, y junto con él las armas escondidas.  Rosabal conoce del hecho por la noche, le avisa a Guillermo, quien más tarde traslada  a los compañeros hacia Palmarito, donde vive Carlos Mas. Che continúa anotando en su diario cuanta información van recibiendo y concluye: “De Fidel no hay noticias concretas”.  Hasta que el líder no haya cruzado la carretera de Pilón,  Guillermo no les dirá que está vivo y avanza hacia la Sierra.
Después de lo acontecido con Pablo Hurtado, y por temor a que la guardia registre todas las viviendas, Freddy Sotomayor, hermano de Ibrahim, esconde a Camilo –estaba en su casa- en un pozo ciego, y a Ramírez y Benítez -quienes pernoctaban en la vivienda de  Ofelia Arcís-  debajo de unos bejucos de guaniquique.
Sábado 15. Día trágico. Capturan a Juan Manuel  Márquez en Estacadero. Desde Alegría de Pío había quedado  solo. Sin orientación anda por cañaverales y montes con sed, hambre, fatiga. En San Ramón lo asesinan. El Ejército, creyéndose vencedor, quita el cerco .A las  ocho de la noche Fidel echa a  andar, alegre al saber que Guillermo encontró al grupo de Almeida. Llegan a la carretera de Pilón y, con extrema cautela,   la cruzan por una alcantarilla. Avanzan 30 kilómetros, subiendo  y bajando lomas, cruzando pequeños  ríos, siembras…Alcanzan la cima de la loma de la Nigua. Hacen un alto. Fidel se queda dormido al instante. Es mucha la tensión y el agotamiento de los días transcurridos. Casi  han llegado a su destino.
Oculto próximo a una casa en el área de Los Chorros, permanece el grupo de Raúl. Como solo caminan  por la noche, al caer la tarde inician el avance. Según lo escrito en su diario. Él y Ciro Redondo llegan a un bohío, donde el dueño le dice haber tenido escondidos a dos compañeros, pero era tanta la miseria que solo tenían para brindarles un poquito de frijoles negros que, seguramente, habían guardado para el almuerzo del otro día.
  Julián Morales, el campesino que los ha atendido, los lleva hasta una tienda más adelante, donde les dan abundantes víveres. Raúl  deja una carta de agradecimiento  al dueño, Luis Cedeño, en la que expone la ayuda ofrecida por él para que le sea pagada cuando triunfe la Revolución. El hecho muestra su convicción en el triunfo. Vuelven a lo de Morales y hacen una gran comida. A las nueve de la noche emprenden de nuevo la marcha hacia el nordeste, después al norte, en busca de La Manteca, desde donde había marchado hacía unas horas Fidel para cruzar la carretera de Pilón.
Leemos en su diario: “Seguimos la ruta por trillos, y fue increíble lo que avanzamos en dos horas y media. Llegamos hasta seis kilómetros de Pilón, y ya cuando divisamos sus luces, desde la guardarraya de un cañaveral, nos desviamos hacia las montañas, por las que unas veces caminábamos por trillos y otras por el bosque, hasta que de nuevo  encontrábamos otro caminito. La Luna llena de estos días seguía en toda su plenitud”.
  En una cueva en el monte han escondido los campesinos a Camilo Cienfuegos, Ramiro Valdés y Reinaldo Benítez. Allí, a pocos kilómetros de la casa de Sotomayor, los siguen atendiendo. A Almeida y Che, quienes permanecen ocultos en la finca de Carlos Mas, les llega esa noche un recado de Guillermo García. Deben mantenerse en ese lugar, les dice, pues ya se ha establecido comunicación con Faustino Pérez. El Che anota: “Hay indicios de que se va a dar con Alejandro (Fidel)”.
A la vez, Almeida manda a decir a Camilo que lo encuentren en Palmarito. Su intención es reunir a todo su grupo y tratar de encontrarse con el resto de los hombres que se hallan a salvo también. La misma noche del 15 los tres supervivientes salen de la cueva y  encaminan sus pasos hacia la casa de Carlos Más.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)

60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (X)
Día 12. Al fin topan con campesinos solidarios los grupos de Fidel y Raúl. Les brindan comida. Conoce del asesinato de varios combatientes. Prosiguen la marcha. Almeida y los suyos no tienen igual suerte. Continúan su andar.
Por Argentina Jiménez
Miércoles 12. Tras horas de observación, como a las cuatro de la tarde Fidel pide a Faustino Pérez bajar hasta la vivienda y pedir comida para veinticinco personas. Una treta para despistar. Viven allí Daniel Hidalgo y su esposa, campesinos humildes  que sufren los abusos de los dueños y los guardias. No forman parte de la red  creada  por Celia para ayudarlos al tocar tierra cubana ni pertenecen al  M-26-7. Bastó saber de quiénes se trataba para enseguida ofrecerles de cuanto tenían.
A Universo Sánchez les dan unas alpargatas y puede quitarse la yerba de entre las medias que usaba a modo de botas. Les informan lo escuchado acerca del desembarco y de los asesinatos  por parte de los gendarmes de varios expedicionarios. La noticia los entristece. Ya de noche  emprenden la marcha.  Un amigo de Daniel Hidalgo  los guía por el río Toro, caminos y lomas hasta la de la Yerba.
 Neno,  hermano de Daniel Hidalgo, hace días da atención a   Ernesto Fernández; cuando  llega con los campesinos a llevarle el desayuno, encuentran  a otros cinco: Raúl y sus compañeros. Regresan  y a eso de las dos de la tarde les traen  bastante almuerzo y agua. Arriban con él Baldomero Cedeño y Crescencio  Amador. También les hablan de los asesinatos de otros combatientes. Lo que queda del día descansan.
“Por la noche decidimos dormir en un platanal que estaba  a unos 30 metros más abajo, porque en las piedras no se podía dormir bien”, anota Raúl en su diario. “La noche estaba magnífica, sin frío y sin mosquitos. Vine a dormirme como a las doce. Parece que la digestión me molestaba, ya que hacía días el estómago no trabajaba. Lloviznó un poquito a las 11.”
Quienes van con Almeida, avanzan divididos a fin de  no ser sorprendidos. Sobre sus cabezas ven volar a baja altura una avioneta, desde donde, por altoparlantes, escuchan que dicen algo. Seguro  no han descartado que haya expedicionarios y los instan a rendirse. Eso significa que hay otros iguales que ellos, sin haber sido detectados. Nada comen ese día. Prosiguen. En Las Guásimas oyen música de orquesta. Ramiro y Che  se aproximan. Escuchan a alguien pedir un brindis por  otros debido a su extraordinaria actuación en esos días. Evidentemente son guardias  que celebran haber dado alevosa muerte a patriotas a partir del 5. Ante la evidencia, siguen hacia el alto del lugar adonde están. Caminan muy lento, solo la voluntad les imprime alguna fuerza, pero su estado no le permitirá insistir en el empeño si no prueban alimentos.
Jueves 13.  Al fin, Fidel  y Raúl, cada uno por su lado,  encuentran la red organizada por Celia Sánchez para recibir la expedición del Granma. El Líder llega adonde  viven los hermanos Tejeda, integrantes de esa red. Antes allí  habían dado atención a Gino Donne y Rolando Moya (escaparon de la persecución). Rubén Tejeda y Eustiquio Naranjo conducen a  Fidel hasta la vivienda de Enrique Verdecia. Este les ofrece comida, poco tiempo después continúan avanzando. Desde la noche anterior han recorrido más de diez kilómetros.
Monta guardia Universo en la entrada de un pequeño campamento en el monte. Ve acercase a un campesino con un cubo en una mano y mira a todas partes. El combatiente le da el alto, registra lo que lleva el recipiente. Es Adrián García, el padre de Guillermo, quien al saber de la presencia de los expedicionarios por la zona salió a llevarles comida. Reconoce a Fidel por las fotos que ha visto en Bohemia hace tiempo, aunque este le da por nombre Alejandro.
Al poco rato  muchos vecinos conocen que él está vivo, y esa misma tarde se le presentan  unos veinte jóvenes decididos a sumárseles. Accede a recibirlos una vez que estén reunidos y organizados todos los sobrevivientes.  Fidel  permanece en el mismo lugar, aunque su presencia ya es conocida. Se siente seguro y entre gente de confianza., además espera a un guía para cruzar la carretera de Pilón a Niquero. En este sitio el enemigo tiene tendido su cerco principal.
Raúl  y los demás que están con él  continúan recibiendo  atención de los campesinos. Neno Hidalgo les comunica que circulan informaciones no verificadas de que quizás Fidel  este vivo y que ha pasado por la zona. El jefe del grupo pide un práctico para comenzar  el avance de nuevo. Escribe en su diario: “(…) Aquí pasamos un día muy contentos y llenos de esperanzas de encontrarnos en la Sierra con Fidel y nuevas aventuras.” Lo planificado no tiene éxito. Anota: “Lamentablemente ya no podemos irnos hoy. No encontraron al guía”.Esa noche  los sorprende un aguacero y los empapa. La pasan –dice-” tiritando de frío y calados hasta los huesos”. Con lo que tienen tapan las armas. Esta vez lo cangrejos le comieron la manga derecha de su camisa.
Les llegó la suerte a Almeida y sus compañeros. Han llegado de noche a una casa amiga, la de Alfredo González, adventista miembro de los campesinos organizados  para ayudar a los expedicionarios. Comienza,  se lee en las anotaciones del Che: “un festival ininterrumpido de comida”. Las luces del alba los sorprenden
 y no pueden continuar camino. Vecinos cercanos, enterados de su presencia, van a verlos. Algunos les llevan más comida. Su aspecto de once días de tantas vicisitudes es deplorable. Una señora –Ofelia- se echa a llorar. “Denle una tacita de café, que ella se ha emocionado al vernos” sugiere el Che.
El argentino redacta en su diario: “Al caer la tarde (del día 12) emprendimos la marcha con rumbo norte y en dirección a un pueblo que luego supimos era Pilón. A la 1 de la mañana, contra mi consejo se fue a un bohío, nos recibieron muy bien y nos dieron de comer, la gente se enfermó de tanto comer. Pasamos el día encerrados. Vinieron a vernos muchos adventistas. (…) Nos enteramos de que hay 16 muertos, 8 de ellos en Boca del Toro, todos asesinados al rendirse. (…) Sabemos que se han entregado 5 compañeros y están vivos. (…) Sabemos que grupos de compañeros han pasado rumbo a las montañas”.
Al hacerse oscuro,  Argelio Rosabal y el hijo de Ofelia, Ibrahim Sotomayor, les entregan ropa de campesinos. Les plantean que es mejor dejar las armas, escondidas, hasta tanto puedan recogerlas. Almeida y Che mantienen sus pistolas ametralladoras. Pablo Hurtado está enfermo y hasta le es imposible pararse  Se queda en casa de Alfredo, junto con las armas.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)


60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (IX)
Día 11. El pequeño grupo de Fidel duerme oculto. Cae la noche y prosigue la marcha,  Están cerca del río Toro. A lo lejos ven la silueta de la Sierra Maestra. Los hombres que van con Raúl y Almeida dirigen los pasos también hacia esa meta.
Por Argentina Jiménez
 Martes 11.Tras pasar la noche con las mismas incomodidades de los días anteriores,  Fidel, Faustino Pérez y Universo Sánchez,  atraviesan sigilosamente  entre dos casas donde hay soldados. La Sierra les sirve de referencia en el avance. Arriban al Alto de Conveniencia. Bajando la pendiente   viene el río Toro y después ya estarán en el inicio del ansiado objetivo. En la bajada ven como a cien metros otra casa, mas el jefe determina  detenerse, aunque aún  es de noche. Se turnan  para observarla.
Por otra parte, la tropa junto a Raúl  internada en el monte se pone en camino en la mañana. A los lejos ven el mar. Llegan cerca de una casa. Un campesino apiña leña. Escuchan  el sonido de un radio y patas de caballo  y ven un soldado que llevaba algo en la cintura. Oyen voces: “Vengan a comer los seis primeros (…)  traigan los platos de campaña”, escribe Raúl. Evidentemente, allí había soldados. Desconocían que era la vivienda del  campesino Manolo Capitán*,  que delató  a varios compañeros el día 7.
Más adelante, relata: “A la una menos tres minutos nos encontramos frente al último cañaveral, detrás de él la airosa majestad de la Sierra Maestra, nuestra ansiada meta. En cinco minutos cruzamos en línea recta, la única vez que hicimos esto con un cañaveral. (…) Después de atravesar la caña y una pequeña y estrecha faja de monte, nos encontramos con las primeras fajas o laderas de montañas cultivadas. Vienen a ser algo así como las estribaciones de la Sierra.”.
Descansan. Siguen caminado hasta llegar al borde de una pendiente. Prosigue la narración de Raúl: “Después fuimos descendiendo al fondo de la ladera y vinimos a dar a un despeñadero que tenía como unos 700 metros, pero se podía bajar con cuidado (…). Fui el primero en bajar”.
Los combatientes que van con Almeida reciben una inyección de energía al contemplar  en la lejanía la Sierra Maestra.  Pasados unos minutos  ven una casa. Camilo, Che y Benítez se aproximan y regresan a donde está Almeida. Han visto a un soldado. Desechan la idea de ir a pedir agua y comida. Era  la de Manuel Fernández, conocido como Manolo Capitán. Ya le había parecido al Che demasiado buena y desde el principio estuvo en desacuerdo en acercarse, pues podía ser amigo de los guardias.
Es pleno día cuando se esconden en la hendidura de una roca. Desde allí contemplan la Boca del Toro y el cambio de la  guardia de marinos en un guardacostas. Sienten como si estuvieran encerrados. Ni se mueven. Toman la escasa agua que les queda.  Resulta para todos el día más difícil desde  la llegada a Cuba.
Al caer la noche salen del escondite. Suben por una de las terrazas del farallón. Comen mazorcas de maíz tierno.  El hambre disminuye un poco. Bajan al río. Es ya medianoche cuando  están a su lado, se tiran al suelo y meten las cabezas en el agua, toman  el añorado líquido hasta saciar la sed..Rebosan las cantimploras, cruzan y empiezan  a escalar por el otro lado, por las faldas de la loma del Muerto. En un llano de la pendiente,  en un montecito poco poblado,  se hace de día.
*Fusilado por traidor en 1957.
 (Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)


60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Granma en diciembre de 1956 (VIII)
Domingo 9. Intenso el calor. Por la noche, frío y humedad. El Líder no aguanta más hablar en susurros y comienza a conversar de sus planes revolucionarios y el futuro. Ni el agotamiento, el hambre y la sed han menguado sus ideales de ver libre a la Patria y el compromiso de triunfar o morir en el empeño.

Para Raúl y los reunidos con él la jornada pasa igual que las anteriores. Prosigue el vuelo de dos aviones y no lejos se oyó un disparo. Escribe en su diario: “Hoy fue el cumpleaños de Ciro (Redondo), brindamos con caña. Nos acostamos temprano, aún no había oscurecido completamente.”

Al fin logran tocar la arena tras peligrosa y forzosa bajada desde el farallón, Almeida y sus compañeros. Caminan por la orilla del mar hacia el Este. En una playita formada por el batir de las olas y el tiempo, se meten y bañan. Continúan su andar. Comen pequeñas frutas de tunas que encuentran. Divisan un ranchito y él y el Che se aproximan. Almeida, con el fusil preparado por si son soldados.

Sorpresa. Ahí están Camilo Cienfuegos, Pancho González y Pablo Hurtado, quienes han seguido, paralelamente, el mismo camino. Preguntan por los demás, en particular por Fidel. Al reiniciar la marcha, son ocho hombres, todos armados.

Lunes 10. Perciben más tranquilidad en el movimiento de los soldados. El jefe del Movimiento 26 de Julio considera, al llegar la noche, seguir la marcha. Él y sus otros dos acompañantes atraviesan las guardarrayas tras asegurarse que no hay peligro. Andan cuatro kilómetros al Nordeste. Su hermano –Raúl- ha tomado la misma decisión: emprender el camino hacia la Sierra Maestra. En un bohío que divisan no lejos hay soldados. No se acercan. En su diario anota: “(…) a la 1:35 de la tarde partimos rumbo al Este, siempre por los bosques y esquivando los caminos, tratando siempre de encontrar algún bohío por el camino; comimos yuca y maíz crudos y la inevitable y salvadora caña. Oscureciendo nos internamos más en el bosque y nos acostamos”.

Sin haber clareado el día, salen bordeando la orilla del mar Almeida y el resto de los patriotas con él. Al subir el Sol solo han recorrido un kilómetro. Nadie ha desechado el propósito de llegar al sitio previsto por Fidel. Allí se reunirán días después. Solo el desgaste físico los hace llevar un paso lento.

Che narra lo acontecido en las horas transcurrida del día 10: “Al amanecer nos internamos en la selva a buscar agua, conseguimos muy poca. Los que habían comido cangrejo sufrieron mucha sed. De nuevo seguimos por la noche hasta llegar a una bahía que luego supimos se llamaba Boca del Toro. Oímos cantar gallos, esperamos el amanecer”.

Todos los de los tres grupos mencionados enfilan sus pasos, por diferentes caminos, hacia el mismo objetivo.

(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…

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