sábado, 3 de diciembre de 2016

60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (II)




Amanece el 3 de diciembre. El hambre atenaza los estómagos de los expedicionarios. Los aviones de reconocimiento de la tiranía batistiana no cesan de dar vueltas. Agotadora jornada hasta acampar por la noche.

Por Argentina Jiménez

Lunes 3. Pienso que fue la bulimia la que despertó a los hombres del Granma, quienes  agotados durmieron la noche y madrugada anterior a la intemperie.  “Al levantarnos sentíamos como si la tierra se moviera.; eran los efectos del barco, que aún nos duraban. Seguimos caminando en fila india. El avión Catalina de la Marina nos obligaba a escondernos a ratos”, describe así Raúl Castro en su diario.
Caminan por un bosque y seguidamente el diente de perro les rompen las botas. El andar se hace harto difícil. Llegan a la casa de Zoilo Pérez Vega. La  familia sacrifica gallinas y hace caldo para los más débiles, cocina   yuca y brinda panales de miel. Los recién llegados sacian   la sed y llenan las cantimploras de agua, algunos de miel, recogen boniatos crudos y prosiguen la marcha hacia el sureste en busca de una trocha en el monte que divide las tierras de la  Beattie Sugar Company de las de otros latifundios.
“Ya oscureciendo, apunta Raúl, y después de una agotadora jornada con varios intervalos de pequeños descansos por un trillo muy bien protegido por los árboles que los cubrían arriba, llegamos a un claro del bosque, donde tres campesinos están haciendo carbón. Pero resultó que cuando estos vieron a nuestra vanguardia, con el negrito Armando (Mestre), camuflajeado con yerbas en la cabeza y una ametralladora en la mano, se dieron a la fuga y hasta dejaron las hachas.”  Crespo salió tras los carboneros y no regresó.
Pernoctan en el bosque, algunos preparan algo de comer con lo existente en el lugar. Continúa describiendo Raúl. ” Partimos con la tristeza de perder a un compañero más (…) Ya habíamos perdido a nueve compañeros por extravío, sin tener un solo combate.(…) distribuimos las guardias y a dormir. Se sentían unos cangrejos grandísimos caminar por las malezas que parecían tanques de guerra pequeñitos”.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)


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