lunes, 5 de diciembre de 2016

60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (III)



Día 4. Llegan informaciones de que movilizan fuerzas de la dictadura de Batista para encontrarlos  y que la guardia les han tendido un  cerco. Aparece Luis Crespo con la noticia de que Juan Manuel Márquez está a salvo. Continúan los vuelos de los aviones sobre la zona donde suponen estén. Llegan a Alegría de Pío.
 
Por Argentina Jiménez

Martes 4. La  noche del día 3 para el 4  reinó la intranquilidad entre los expedicionarios. Saben que ya los guardias de la tiranía andan tras ellos; además, desconocen el destino de  nueve compañeros. Al escuchar disparos piensan si no habrán caído en una emboscada. Al amanecer  conocen por Crespo que el grupo de Juan Manuel Márquez está a salvo en la casa de un campesino. Este les dice que cerca hay una  bodega y hasta allá varios encaminan los pasos y compran algunos alimentos. Los demás esperan la llegada de Juan Manuel. Inmensa la alegría al encontrarse. Alrededor de las 8:00 a.m.. Fidel ordena continuar la marcha.
Recoge el diario de Raúl: “Partimos en fila india todo el destacamento. Íbamos por un camino que después se convirtió en vereda. En poco tiempo tuvimos que ocultarnos más de 30 veces de los aviones.”  Arriban a la vivienda de dos campesinos.  De nuevo hay  comida: arroz, bacalao, yuca, papas y un pedazo de chivo comprado esa misma mañana. Calman el hambre y la sed, por el momento. Comienza a oscurecer y emprenden la marcha, siempre hacia el Este.
 En una bodega al final del bosque adquieren galletas, chorizos y cigarros. Se internan en los cañaverales de la New Niquero Sugar Company. Poco después despiden a dos campesinos que les habían servido de guías, y un rato más tarde, para despistar, se desvían hacia un lugar que ya conocían.  Reseña Raúl: “Consistía en ir por las guardarrayas a la izquierda y el lindero del bosque a la derecha, y desde ahora caminaríamos siempre de noche y dormiríamos de día. Cuando hubiéramos dejado atrás esa zona, doblaríamos hacia el noreste y cruzaríamos un llano de cañaverales como de 30 kilómetros. A Las doce de la noche nos acostamos: dormimos en el cañaveral”.
En las notas del diario del Che  de ese día se lee:  ”Empezamos la marcha con paso lento. (…) Salimos por la noche y caminamos hasta las 12:30. Hacemos un alto en un cañaveral tres horas. Se come mucha caña, se dejan rastros, caminamos hasta el amanecer.” Habían llegado a las cañas de Alegría de Pío.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)

























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