viernes, 23 de diciembre de 2016

60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (XIV)



Días del 24 al 26 Crece la tropa comandada por Fidel. Prosiguen la marcha desde la casa de Mongo Pérez. Firman los expedicionarios  nota de agradecimiento al campesino escrita por el líder. Repiten, como entrenamiento, otro simulacro de ataque. Establecen campamento tras andar 17 kilómetros desde su salida de Cinco Palmas. Organizan el Estado Mayor y a los restantes hombres en escuadras.
 
Por Argentina Jiménez

Lunes 24. Una vez que Fidel distribuyó a los combatientes uniformes, frazadas y botas, Raúl  señaló en su diario: “Estamos bien equipados para internarnos de lleno en la Sierra. Llevamos hasta para dos compañeros que recogeremos más adelante”. Calixto García y Carlos Bermúdez. Seguían esperando las indicaciones del jefe para incorporarse. Estaban en lugar seguro. El grupo ha crecido con varios campesinos, además de Guillermo García, Ignacio Pérez y Manuel Fajardo, encargados de seguir buscando armas, por lo cual no se sumarán al destacamento que en breve continuará avanzando a sitios más intrincados. Irán con la tropa Crescencio Pérez, su hijo Sergio –hace días se encuentra entre los expedicionarios-  y Manuel Acuña, como práctico en los primeros tramos
Cuenta Raúl: “Desde temprano estamos improvisando mochilas de sacos de henequén para llevarlas a las espaldas y tener en las manos solo el fusil”. Si bien ellos están en esos menesteres, es Nochebuena y Mongo Pérez les llevó como a las nueve de la noche un puerquito asado en púas. Lo comieron con casabe y tomaron vino. Conversaron un rato a la luz de una vela y Calixto (Morales) improvisó unas poesías.  El máximo dirigente determinó quedarse un días más a fin de esperar a otros expedicionarios que le han dicho vienen en camino  y a un miembro del M-26-7 procedente de Manzanillo.
Al caer la tarde del  martes 25, al no aparecer los compañeros esperados, Fidel plantea iniciar la marcha para introducirse todavía más en la Sierra. Severo les lleva comida: dos lechoncitos asados; guardan uno para el siguiente día. Antes de partir, el líder entra a la casa de Mongo Pérez, después llama a los restantes hombres que quedaron cerca y los manda a pasar y a firmar una nota que ha escrito para el anfitrión en reconocimiento a la ayuda prestada al grupo y para hacer contacto con el Movimiento. Dice también:
“La ayuda que hemos recibido de él y de muchos como él en los días críticos de la Revolución es lo que nos alienta a seguir la lucha con más fe que nunca, convencidos de que un pueblo como el nuestro merece todos los sacrificios. No sabemos cuántos de nosotros caeremos en la lucha, pero aquí quedan las firmas de todos, como constancia de infinito agradecimiento.”  Exactamente un mes después de haber zarpado de México el 25 de noviembre, el 25 de diciembre,  a eso de las once de la noche, salen de la vivienda de Mongo para alcanzar más altura en la montaña escogida desde los hechos del Moncada para desarrollar el combate contra la tiranía batistiana.
Miércoles 26. Diecisiete combatientes van a pie y dos a caballo: Crescencio Pérez, por sus pies hinchados,  y René Rodríguez, en las ancas. Han andado un buen rato y Fidel ordena otro simulacro de ataque como entrenamiento: esta vez tomar  un pequeño rancho  próximo a la casa de Hermes Cardero. Lo hacen. Este llega y les ofrece café. Ya es pasada la medianoche y él sigue con ellos cuando prosiguen la marcha. Raúl escribe que caminan por trillos, cruzando ríos, obviando el camino real para evitar emboscadas, aunque al demorarse tuvieron que tomarlo tras recibir de la red de información que no había guardias por esos parajes.
 En realidad, los arroyos atravesados alrededor de 18 veces en zigzag – a lo cual  se debe la demora en el andar, porque el guía regresa en el segundo cruce - era el mismo, río Vicana. Lo sucedido es que el guía los llevó entre esta corriente fluvial –la cruzan en las ancas del caballo- y el camino real, porque el terreno transitado era  demasiado abrupto; no obstante,  tuvieron que subir y bajar varias pendientes .La noche ha avanzado y deben ganar tiempo para arribar a la primera parada que se han trazado. Tres kilómetros después ya están en la finca de Alejo Piña, donde pernoctan, con su autorización solicitada por Crescencio,  para establecer allí el campamento de los recién llegados,  a 17 km. de Cinco Palmas.
En la reseña en el diario del Che aparece la organización de la pequeña tropa: Escuadra  de vanguardia: Ramiro Valdés, Calixto Morales  y Armando Rodríguez; la de Raúl la integran: Ciro Redondo, René Rodríguez y Rafael Chao; con Almeida quedan Camilo Cienfuegos, Efigenio Ameijeiras, Reynaldo Benítez y Pancho González, y componen el Estado Mayor: Fidel, Che, Universo Sánchez, Sergio Pérez y el práctico Acuña. Sin  Guillermo García y los campesinos, quienes andan en otras misiones como la de rescatar armas, y los expedicionarios aún por llegar, están juntos 15 expedicionarios y tres campesinos incorporados.

(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)


60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (XIII)

Días del 20 al 23. Fidel envía a Mongo Pérez a ver a Celia Sánchez y Frank País. Regresa con ropa, botas y otros artículos. Almeida y sus compañeros llegan a Cinco Palma. Arriban armas recuperadas. Del llano reciben a tres miembros del 26 de Julio. Traen otro tipo de parque. 

Por Argentina Jiménez

El jueves  20, tras el encuentro de los grupos de Fidel y Raúl en Cinco Palmas,  acuden a visitarlos vecinos confiables de la zona, pero desconocen que uno de ellos es el máximo jefe del M-26-7. Charlan animadamente. Junto con Crescencio Pérez, a quien han mandado  a buscar, viene Calixto Morales. Este permanece en el campamento. Fidel envía a Mongo Pérez a Manzanillo y Santiago de Cuba  a informar  de su llegada a ese lugar, a Celia, Frank y otros dirigente del Movimiento y llevarles orientaciones.
En una de sus jocosidades, Raúl  le dice a Severo Pérez que “cuando triunfe la Revolución le vamos a hacer un monumento a usted cargando esos tres cubos de comida”. (Se cumplió: en Cinco Palmas existe el reconocimiento al campesino Severo, su hijo Omar y Crescencio Pérez). Almeida y sus compañeros comienzan a avanzar, de nuevo, en busca de la carretera de Pilón. Lo acompañan Carlos Más y otros dos colaboradores. La atraviesan y marchan hasta Las Cajas.
Fidel conversa con varios  residentes en la zona comprometidos con el Movimiento. Raúl expresa: “Tienen una organización bastante buena y estamos perfeccionándola, sobre todo los enlaces y el espionaje. Cualquier movimiento en todos estos alrededores nos es inmediatamente comunicado”. Esperan por Almeida. Temen que  en el último tramo les suceda algún percance.  Trasladan  el campamento hacia un cafetal tras un campo de caña, donde están aún más resguardados, y además, se acercan a un  arroyo, donde podrán darse un buen baño.
Nada han ingerido  de alimento en todo el día Almeida y sus compañeros. .A las 5 p.m. el jefe del grupo y Benítez salen a buscar comida. Al no aparecer el guía previsto desde Cinco Palmas, después de comer siguen andando con algunas indicaciones de un  campesino. En horas de la madrugada, toman el camino más corto de la loma de la Nigua y llegan al cafetal de Mongo Pérez en la madrugada del viernes 21, donde los esperan Fidel y los otros ocho expedicionarios.
Ahora suman 15 los sobrevivientes del Granma, más Rafael Chao, quien salió con Guillermo a continuar rescatando armas, y Calixto García y Carlos Bermúdez, que esperan la orden de Fidel para incorporarse. Hay otros en camino. Pero ese día solamente existen siete fusiles. El jefe guerrillero, aun cuando prevalece la alegría del encuentro, reprende a los seis nuevos integrantes por haber dejado las armas.
Escribe Raúl: “Los compañeros llegados hoy presentan el mismo aspecto de nosotros hace unos días, cansados y desnutridos. Nos mataron un lechoncito que comimos en fricasé. Ya se vislumbran más esperanzas. Somos 16 contando al H (Crescencio Pérez), aunque no todos están armados, ya que los últimos solo traían una pistola ametralladora. El Che –muy mejorado hasta ahora-, tenía esta noche –por falta de medicina- un ataque de asma. Oímos disparos lejanos. Nuestro servicio de información investigó que dos soldados borrachos los dispararon al aire”. Che anota: “Pasamos el día en espera de armas que tienen que llegar (…) Me da un ataque de asma y paso mal la noche”.
Sábado 22. Cambian otra vez el lugar del campamento. Reciben las armas localizadas por Guillermo y  Chao. Este se queda. Apunta en su diario Raúl que  llegan “varios campesinos con ocho armas más, envueltas en sacos y una pistola ametralladora, una ametralladora Thompson sin peine. Inmediatamente se limpiaron”. De vuelta Mongo Pérez. Da detalles a Fidel de lo conversado con Frank y Celia. Le entrega ropas, botas, medicinas, …, además de un poco de dinero mandado por ella.  
Los rodea  el cariño de todos los locales  de la zona en quienes Mongo ha confiado.  “Es admirable cómo se desviven por atendernos y cuidarnos estos campesinos de la Sierra, apunta Raúl. Toda la nobleza y la hidalguía cubana se encuentran aquí”. El domingo 23 hace siete días del arribo de Fidel, Universo y Faustino, pero el líder determina seguir esperando por la incorporación de más expedicionarios,  rescate de otras armas y el contacto directo con el M-26-7 en el llano.
 En lo redactado por Raúl se lee: “Pasamos el día normal. Por la tarde se dio una falsa alarma de presencia próxima de soldados. La mayoría reaccionó bien. Algunos hubo rezagados. La maniobra, por la seriedad que se rodeó, quedó bien”.   Al rato de transcurrido el ejercicio sorpresivo indicado por el jefe, arriban Enrique Escalona, Rafael Sierra y Eugenia Verdecia, enviados desde Manzanillo. Cien balas, tres fulminantes y nueve cartuchos de dinamita trajo la mujer debajo de su saya. 
Ellos dan cuenta a Fidel de la actividad del Movimiento y él les imparte nuevas disposiciones. Hace hincapié en la urgencia de armas y parque para mayor desarrollo de los planes y el aumento de los combatientes. Se van por la noche. Los acompaña Faustino a quien él  da instrucciones de ir para La Habana a reorganizar el M-25-7 y llevarles sus indicaciones a los jefes clandestinos. Se las da en Santiago a Frank, Armando Hart, Vilma Espín, Haydée Santamaría y María Antonia Figueroa. 



60 años después: Vivencias de los expedicionarios del yate Granma en diciembre de 1956 (XII)

 
Domingo 16. Casi a las 7:00 a.m. Llegan Fidel y sus compañeros a la casa de Mongo Pérez. Uno de los prácticos va hacia donde este está y le informa del acontecimiento. Enseguida vuelve, conversan. El jefe insurrecto pide a Guillermo salir en busca de otros expedicionarios y recoger las armas que encuentren o estén guardadas. Entre unas palmas nuevas, en un pequeño campo de caña, cercano, fija el campamento. Descansan. Por primera vez le es posible dormir sin preocupaciones de ser sorprendidos.
El grupo de Raúl se instala en La Manteca después de haber andado la madrugada. Ingieren yuca cruda. Escuchan un tiro. Los ve un niño y cambian la posición. Anota en su diario: ”Tuvimos que bajar por tremendos farallones, y en forma de cadena íbamos pasándonos los rifles y nuestra pequeña jabita, que ya lo único que contenía era un poco de aceite, ajo, sal y un poquito de café, además del machete, algunas laticas vacías”.
Avanzan sin detenerse. Esconden un fusil sobrante. Raúl hace un croquis del sitio donde lo deja a fin de recuperarlo después a través de Guillermo. Agotadora marcha. Ante ellos la carretera de Pilón a cuatro kilómetros de la alcantarilla atravesada por Fidel.
“Salimos a un maizal, nos comimos dos o tres mazorcas crudas –escribe-, y al subir por una cañada, nos topamos con la carretera. Sale Armando a explorar y nos confundió, pues como este tramo era de mejor aspecto, pensó que el anterior era un camino y esta de ahora es la verdadera carretera. Y medio confundidos e incrédulos, volvimos a pasar. Subimos una hondonada pedregosa y debajo de unos arbolitos en un pequeño bosque nos acostamos como a las once de la noche. Aunque teníamos la ropa algo mojada, por lo extenuados que estábamos dormimos enseguida.”
Guillermo regresa para conducir a los siete bajo el mando de Almeida hasta la casa de Mongo Pérez y seguir buscando armas por distintos lugares. Al encontrarse Fidel en un punto protegido, seguro, les corrobora lo que ya pensaban. Anota Che: “Se confirma la presencia de Alejandro. La reunión será en las montañas”.
Lunes 17 El lugar previsto por Celia y demás organizadores de la red para el recibimiento del Granma, entre los campesinos de la zona, es Cinco Palmas, en la finca de Mongo Pérez. Ese engranaje posee varias ramificaciones, todas las cuales acaban en esa propiedad.Raúl y demás expedicionarios cruzan la carretera. Como a un kilómetro van a una casa donde son bien acogidos. El dueño, Santiago Guerra, les brinda comida y se ofrece para ayudarlos a seguir. Él les indica el camino hasta Purial de Vicana, pero eran tantos los que cruzaban, escribe Raúl, “que por fin nos perdimos: también para suerte nuestra”. Avanzada la madrugada han transitado por cuatro kilómetros más allá de donde habían planificado. No saben que llegaron a 1 300 metros de Fidel.
El paso de los hombres de Almeida es lento. Camilo y Ramiro van enfermos del estómago, por eso se quedan en la casa de Perucho Carrillo. Los restantes cinco prosiguen, porque piensan cruzar la carretera de Pilón. Al enterarse de la presencia de soldados por la zona, vuelven y pernoctan en medio de un sembrado de yuca, cerca de donde están sus dos compañeros.
Martes 18. Amanece. Reina la tranquilidad donde está Fidel con sus acompañantes. A eso de las diez de la mañana un muchacho le trae una cartera que le han dejado en la casa de Mongo. Dentro tiene la licencia de conducción mexicana de Raúl. ¡Qué alegría! “¿Dónde está mi hermano?”, pregunta. Y añade “¿Anda armado?” Faustino y Universo se aproximan contentos. Alguien plantea que debe tenerse cuidado no vaya a ser un ardid para coger desprevenido a Fidel.

Este busca una solución. Escribe en un papel al muchacho los
apodos de Ernesto Guevara - Che- y el dominicano Mejías –Pichirilo-. Si te los dice bien, ese es Raúl. Así lo hace. Va hasta la vivienda de Hermes Cardero, donde está el grupo de Raúl, y regresa por la tarde contento con una respuesta positiva para el jefe guerrillero, que a partir de entonces es todo impaciencia. Mas, debe aguardarse a la noche para traer a los compañeros, que llegan a medianoche.

Bajo las palmas nuevas del cañaveral de Mongo Pérez – Cinco Palmas- se unen los hermanos en un fuerte abrazo y tiene lugar el histórico diálogo: “-¿Cuántos fusiles traes?, inquiere Fidel.” –Cinco”, responde Raúl.” –¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!, dice Fidel”. Conversan, se cuentan todo lo que han pasado, inquieren por los demás expedicionarios y hablan sobre el futuro.

Todo el día 18 Almeida y los suyos esperan ocultos en el mismo lugar. Vecinos llegan a saludarlos y ofrecer ayuda. Él piensa seguir avanzando por la noche. Aparece Guillermo con indicaciones de que esperen. El eficientísimo campesino-colaborador se hace acompañar de Chao para ir a recoger unas armas que han aparecido.

(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)


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