Por:
Argentina Jiménez
Hermosas
noches cubanas las de enero con su luna tratando de igualar la luz del día. La
de la madrugada del 17 del primer mes de 1957 alumbró la primera acción
victoriosa del naciente Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro Ruz A las
2:40 a.m. dos ráfagas de ametralladora disparadas
por el jefe guerrillero rompieron el
habitual silencio en las laderas de la Sierra Maestra, lomas al
sureste de la región oriental de la
Isla, señal para dar inicio al ataque al cuartel de la
guardia rural en La Plata.
Su ensordecedor ruido amortiguó el disparo que le hizo justicia al expedicionario del yate Granma asesinado por
Chicho Osorio, un cubano desalmado al servicio del tirano Fulgencio Batista.
Solo
habían transcurrido 41 días de los amargos momentos de Alegría de Pío, el
bautismo de fuego de los rebeldes tras pisar suelo cubano el 2 de diciembre de
1956, y más de veinte combatientes agrupados junto al jefe guerrillero esparcían
al mundo y a su pueblo, con la victoria
en su primer combate, que Fidel estaba
vivo, que el Ejército Rebelde existía y no estaba huyendo, sino buscaba al enemigo en su guarida. Era para
algunos la primera vez que disparaban armas largas de guerra.
Cuatro grupos al mando de Fidel, Raúl Castro
Ruz, Juan Almeida Bosque y Julito Díaz, respectivamente, sorprenderían a las
fuerzas del régimen en el pequeño cuartel y muy próximo a este, en la casa de
Honorio Olazábal, mayoral notorio por sus crímenes y arbitrariedades.
Allí había unos 15 guardias entre rurales y
marinos. Hacen resistencia al llamado de rendirse, pero media hora después, más
o menos, cae el cuartelito con un saldo de dos muertos, cinco heridos y tres
prisioneros. El resto huye. La fuerza rebelde no tuvo bajas. Quedan en poder de
los atacantes “ocho Springfield, una
ametralladora Thompson y unos mil tiros; nosotros habíamos gastados unos 500 tiros aproximadamente”, escribe Ernesto Che Guevara
en su libro Guerra de Guerrillas,
y agrega que ocuparon, además, cananas,
combustible, cuchillos, ropas y alguna comida.
El
combate de La Plata
tuvo también una repercusión significativa no por sus grandes dimensiones, sino
porque demostró el espíritu de lucha de los combatientes y su determinación a seguir
en el empeño de hacer verdaderamente libre a Cuba, despertó las esperanzas de los campesinos, la
clase obrera y el pueblo en general, sojuzgados por el régimen de facto, insufló
ánimo a las tropas revolucionarias y le quitó el sueño al dictador Batista y a
sus secuaces.
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