Argentina
Jiménez
La
acción de las masas estuvo siempre en la estrategia de lucha del Comandante en
Jefe Fidel Castro Ruz en la toma del poder.
Al fiscal en el juicio por el ataque a la fortaleza del Moncada, le
enumeró las razones que asegurarían el triunfo del asalto, la primera: “Porque
teníamos la seguridad de contar con el pueblo”.
Ya en México, el 2 de agosto de 1955, en carta
dirigida a sus compañeros de lucha, les indica el contenido que debe tener el
segundo manifiesto a la nación. Plantea: “(…) lanzaremos las primeras consignas
de insurrección y huelga general…”. En noviembre del mismo año, en un mitin en
el teatro Flagger de Miami, vuelve sobre el mismo tema: “(…) Podemos decir también la estrategia a
desarrollar: insurrección secundada por una huelga general revolucionaria
organizada desde abajo…”. Tal era su confianza en las reservas morales del
pueblo.
Mientras se ponía en ejecución el intento de
golpe de Estado en la fortaleza de Columbia, el primero de enero de 1959, para frustrar el triunfo de la Revolución, y las
tropas de Fidel y del comandante Juan Almedia Bosque, avanzaban sobre la ciudad de Santiago de Cuba, en el oriente de la Isla, entraba en juego el
aporte decisivo de la clase obrera y el pueblo: la huelga general que
desmoronaría de un porrazo la conjura ideada por el imperialismo yanqui, ejecutada
por sus marionetas en el ejército tras la huida del tirano de Fulgencio Batista, en horas de la madrugada de ese día.
En el aniversario 15 de la emisora Radio Rebelde, el líder de la Revolución cubana afirmaría: “Es indiscutible que ellos
no se percataron del enorme salto de calidad que en los últimos cinco meses de
la guerra dio el Ejército Rebelde”.
También
desde meses antes el movimiento sindical venía tomando medidas para cuando
llegara el instante de actuar.
El
Frente Obrero Nacional Unido (FONU) formado por todas las organizaciones
sindicales opuestas al dictador, entre estas las del 26 de Julio y el Partido
Socialista Popular (comunista), representó un instrumento de lucha muy amplio, unitario,
que desempeñó un papel fundamental en la consecución de la victoria.
Por
eso, cuando desde la ciudad de Palma Soriano, cercana a Santiago de Cuba, el mismo primero de enero se proclamó la Huelga General, todos
los trabajadores la acataron y el país completo quedó paralizado. Precisaría
Fidel también en la conmemoración de la emisora: “Ese fue un factor político,
un factor psicológico determinante en el desenlace final de los acontecimientos”.
Con
igual objetivo trabajó Frank País, jefe nacional de Acción del Movimiento 26 de Julio, quien especificaba que se había logrado
vertebrar una organización obrera “con bastante independencia económica y
propagandística”; en igual sentido lo hacía Raúl Castro Ruz, actual Presidente de la República de Cuba, en mayo de 1957, ocasión en
que advertía a los responsables del M-26-7 la necesidad de ahondar en la tarea
entre los obreros, y menos de dos meses después escribía a Fidel: “Ahora la
situación ha cambiado, se ha visto que la huelga general es posible, que es
necesaria, que es tan importante trabajar en esto como en acción, y se ha
hecho”.
Madura estaban las condiciones para poner en
acción a la clase obrera en los albores de enero de 1959. De tal manera no resultó
difícil movilizar a los trabajadores. Desde meses anteriores se venía preparando la huelga revolucionaria.
Ante las nuevas circunstancias, Fidel valoró el papel que podían desempeñar los
estudiantes en esos momentos y orientó a los dirigentes de la FEU integrantes del Ejército
Rebelde, Juan Nuiry y Omar Fernández, transmitir una alocución el primero de
enero de 1959 a
través de Radio Rebelde.
En una de sus partes decía el mensaje: “La Revolución no ha
terminado (…) No aceptamos ningún golpe militar que le escamotee al pueblo su
victoria(…) Los estudiantes y el pueblo más unidos que nunca junto al Ejército
Rebelde, hasta lograr la victoria definitiva de la Revolución cubana”.
Daba
así sus frutos la labor desarrollada en la base, el empeño de unir por arriba y
por abajo. En aquel primero de victoria los trabajadores se alían en un haz
monolítico con el Ejército Rebelde y su Comandante en Jefe, cuando intentaron
robarles el triunfo a los libertadores.
La reacción chocó de lleno con una masa obrera
organizada, dispuesta a apoyar a los combatientes de la sierra y el llano en la
batalla decisiva.
El
4 de enero de 1959, desde la ciudad de Camagüey, habló el Comandante en Jefe: “Asegurado el triunfo
en todos el país, controlados todos los mandos militares de la nación por la
jefatura revolucionaria (…), restablecidos
en la República
la libertad y el poder civil con toda plenitud, solicito a los líderes obreros
y de todos los trabajadores, así como de las clases vivas, el cese de la huelga
general revolucionaria que culminó en la más hermosa victoria de nuestro pueblo.”
Fuente: La toma del poder. Tomás Toledo Batard.
Ciencias Sociales 1989.
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