viernes, 31 de octubre de 2014

Para los adultos mayores: cariño, cuidado, respeto



                               A la doctora María Dolores Ortiz  la admiran, quieren y respetan
                              varias generaciones de cubanos


Argentina Jiménez

Leo, escucho, con mucha frecuencia, por lo evidente como se presenta la situación en un futuro no tan lejano, sobre estrategias a corto y largo plazos, medidas y programas, dirigidos a enfrentar el envejecimiento poblacional y hacer más llevadera la vida del adulto mayor, problema agudizado en Cuba por las bajas tasas de natalidad.
Loables las iniciativas y válidas las investigaciones  por las cuales se aboga, encaminadas a proteger a ese segmento de la sociedad, pues  llegar a los sesenta años no será una meta a la cual se quiera arribar sin la existencia de condiciones que le permita llevar una vida apropiada, no solo desde el punto de vista de la salud y el entretenimiento, importantísimo, sino de afectividad, de apoyo en cuanto demanda una persona a esa edad.
Quiérase o niégase, las fuerzas al cabo de seis décadas disminuyen por naturaleza. Si bien es cierto que las expectativas de vida en Cuba rebasan los 75 años en ambos sexos, el propio desarrollo experimentado en el ámbito social en los últimos cincuenta años, ha cambiado la tendencia a sentirse viejos a los 60, la realidad se impone, aunque el pensamiento siga siendo joven y pueda continuar aportándose a la sociedad a los 70, 80 y 90…
Los mayores de hoy fueron los jóvenes de ayer, y quienes nacen ahora, son niños o jóvenes, pueden alcanzar edades avanzadas, por ello debe reinar la armonía entre lo viejo y lo nuevo, desechar las contradicciones. La historia demuestra que ambos se necesitan, pues, por lógica, ha existido siempre y existirá un perenne  relevo de generaciones.
Juventud y experiencia pocas veces coinciden en edades tempranas del ser humano. La segunda se adquiere con el tiempo –la más completa universidad es el propio vivir-; a  la primera le sirve este para prepararse, luchar por su presente y futuro y para tomar las riendas tan pronto sea necesario. Asumir responsabilidades desde el colegio, a todos los niveles educacionales, forma parte del requerido aprendizaje.
Sin embargo, dentro de lo leído y escuchado recuerdo lo señalado por alguien acerca de “cómo se preparan desde las aulas nuestros estudiantes” y tratar de convertirlos “en promotores para que lleven el mensaje a la familia (…) de modo que se sensibilicen” con los adultos mayores.
Todo empeño al respecto debe ser apoyado; en muchos casos hay que enmendar lo que no se haya hecho; conocemos las circunstancias afrontadas en el país en las dos últimas décadas y su repercusión en los valores, pero tener presente que la sensibilidad no se inocula como una vacuna, hay que fomentarla desde que el feto está en el vientre de la madre.
 Revertir la situación imperante en cuanto al tratamiento de las generaciones de menor edad, e incluso de los no tan jóvenes, hacia los adultos mayores es asunto a corto y largo alcance. Trabajamos en el presente para el momento actual y para los años por venir.
Ofrecerles amor, enseñarles a amar a los ancianos desde pequeños, e inculcarles valores, ante todo con el ejemplo en el entorno familiar, es a mi juicio aspecto esencial. Si el comportamiento familiar no es el adecuado, si el respeto y la consideración están ausentes, crecerán bajo una influencia negativa con similar incidencia en la formación de su carácter.
 Un ambiente sano, donde brillen el cariño, la ternura, el altruismo, el ayudarse los unos a los otros, el buen hablar, y que todos tengan su espacio y atenciones, contribuirá a ser mejores seres humanos. A la familia corresponde conformar el molde inicial de la conducta y no dejar de palparlo en cada etapa para que las influencias del ambiente exterior no mellen lo logrado. Solo me refiero en esta ocasión al papel de la familia por considerarlo básico en los esfuerzos por  asegurarles una vejez satisfactoria a quienes tanto lo merecen.
Repetía el querido Comandante Hugo Chávez que amor con amor se paga. Preparar desde tempranas edades al futuro de la Patria -como llamó el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro a los niños- en el amor al prójimo, se obtendrán mayores y mejores dividendos.

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