miércoles, 13 de julio de 2016

Recuerdos sobre Abel Santamaría





 












Por: Argentina Jiménez
Arribó a la granjita Siboney en la madrugada del 26 de julio de 1953. La casa estaba llena. Encontró a un coterráneo de Artemisa y se sentaron juntos en el suelo, como todos. De lejos divisó a Abel Santamaría, a quien había visto dos veces  en La Habana. Llegado el momento, Fidel les habló del  porqué de la misión para la cual se habían preparado y al fin supieron cuál sería. Ramón Paz Ferro fue de los que dio el paso al frente, al igual que la mayoría allí. tan pronto el Líder revolucionario solicitó hacerlo a quienes estuvieran de acuerdo en participar.
Al entonces joven de 19 años le correspondió trasladarse al Hospital Saturnino Lora en la primera máquina con destino a ese lugar. En entrevista con él, único hombre sobreviviente de esa  instalación de salud, 63 años después de los hechos del 26 de Julio de 1953, contó: “Abel iba manejando y les explicaba el objetivo asignado: ocuparían el hospital e instalarían en la parte oeste del   cuartel Moncada, separados ambos por la Carretera Central. De fallar el factor sorpresa al atacar Fidel y su grupo el Moncada, como sucedió, ellos dispararían sobre la fortaleza, desde los ventanales al fondo del centro asistencial, para atraer el fuego hacia ellos y permitir que los atacantes del cuartel pudieran seguir el plan previsto, que él conocía: continuar la lucha en las montañas.
 Comenzó el tiroteo. Desde el Moncada disparaban hacia el hospital y la Audiencia, donde había otro grupo de combatientes al mando de Raúl Castro.
Pez Ferro combatió en la ventana aledaña a la que lo hacía  Abel. Agrega: “Lo veía disparar, buscar  las mejores posiciones, la mejor visibilidad, dar órdenes, atender a quienes venían a preguntar algo, ocuparse de otros compañeros, alegre, optimista.
“Un tiro rompió la ventana donde me hallaba en el momento en que me agachaba para cargar mi fusil 22 y eso me salvó la vida. El segundo jefe del Movimiento (Abel) se acercó a mí a ver si había sido herido”.                                                                                                
La balacera se concentró sobre el Saturnino Lora, donde solo hubo silencio de las armas cuando a los combatientes se les  agotó el parque. “Entonces nuestro jefe orientó  concentrarnos en el vestíbulo. Todos lo rodeamos. ´Salir, dijo él, era un suicidio. No tenemos armas con que defendernos, y no vamos a entregarnos´. Cada quien opinaba algo sobre cómo salir. Ya el hospital estaba rodeado por el ejército. Los trabajadores mostraron desde el principio solidaridad, encomiable su actitud con nosotros”.
Pez Ferro guarda la siguiente imagen de quien dirigió los combates en el Saturnino Lora: “Desde la primera vez que lo vi me causó muy buena impresión. Su aspecto serio, de hablar pausado, claras explicaciones de los objetivos del Movimiento que se gestaba, de los problemas de Cuba, que lo fundamental no era tumbar al dictador Fulgencio Batista, sino cambiar la situación del país… Abel contribuyó a abrirnos los ojos a los jóvenes que no teníamos una educación política vasta, solo un espíritu patriótico… Fue alevosamente asesinado como la mayoría de los asaltantes a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba,  y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo”.
En  La historia me absolverá, autodefensa de Fidel Castro en le juicio por los ataques a esas dos fortalezas del tirano en Oriente, afirmó: “Abel Santamaría, el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes, cuya gloriosa resistencia lo inmortaliza ante la historia de Cuba”.


                                            Junto a Fidel Castro, jefe del Movimiento.




















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