jueves, 21 de julio de 2016

Parqueó su nombre al sol



Por: Argentina Jiménez
En los bancos alrededor de las ceibas y laureles del parque de la Fraternidad, aledaño a las calles Amistad y Dragones, en el municipio de Centro Habana, próximo al Capitolio Nacional, compartían sueños y esperanzas un grupo de jóvenes revolucionarios
Posterior al triunfo de enero de 1959 el general Efigenio Ameijeiras Delgado escribió: “Siempre que vengo hasta aquí me invade el recuerdo de  Osvaldo Socarrás Martínez”, uno de los asiduos visitantes del lugar, oriundo de Santa Clara, provincia de Las Villas, hoy Villa Clara.
Nació el 27 de noviembre de 1918, no terminó los estudios en la enseñanza primaria y llegó a la capital en busca de mejora económica. Trabajó en cuanto se presentaba, machetero en tiempos de zafra y parqueador, su último “empleo”.
 A Efigenio le dijo un compañero, a quien apodaban El Colorao: “Cada vez que llega una zafra él viene a mi mente. Soca era un gran compañero dispuesto a socorrer a cualquier amigo y en el corte no era segundo de nadie”. De una seria adversidad afrontada durante una zafra en Camagûey reafirma que “en esos momentos Socarrás estaba allí, alentándome”.
Ese subempleado en una piquera próxima a la antigua tienda Sears confesó en una entrevista en el periódico Hoy siete meses después del golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952, que lo  que percibía le daba para pagar una cama donde dormir en una posada, porque carecía de vivienda, comer una completa –un plato de comida toda junta-, dos veces si el día era bueno, una si malo y ninguna si muy malo. Denunciaba públicamente que los pobres solo habían recibido de los gobiernos de turno hambre y miseria cada vez más creciente.
Integrante de la célula del Parque de la Fraternidad, del Movimiento gestado por Fidel Castro, encontró en la lucha contra el dictador Batista la vía para liberar al país de tanta ignominia,… y fue escogido para formar parte de quienes acudieron a las acciones del 26 de julio de 1953.
   Cordial en el trato, de carácter jovial y jocoso, estuvo entre quienes acompañaron a Abel Santamaría, el segundo al mando de la acción, en la toma del hospital Saturnino Lora y combatió mientras le quedó una bala en su escopeta, como todo el grupo que acudió allí. Trasladado a golpes y empujones hasta el cuartel Moncada corrió la misma suerte que sus compañeros: las torturas y asesinato.
Sus restos no solo yacen en el Retablo de los Héroes en el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde reposan los de los moncadistas asesinados o muertos después, sino, como le escribió Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, en los dos últimos versos de un poema: Parqueas el sol de tu nombre/ En un espacio de la gloria.











 acudió a la cita desconocida con una motivación superior al ímpetu con que empuñaba el machete en los campos de caña para ganarse unos quilos más.
camposanto.

la vanguardia que asaltó el Moncada. acudió a la cita desconocida con una motivación superior al ímpetu con que empuñaba el machete en los campos de caña para ganarse unos quilos más.
Los 33 muertos en esta fortaleza fueron enterrados en nueve tumbas, de tres o cuatro cadáveres cada una, en el cementerio Santa Ifigenia, y rescatados por René Guitart Rodríguez cuando supo que serían tirados juntos en un osario.
“tenía tres cosas capaces de mover una montaña: la amistad, el amor y el hambre. La amistad era de
Entre los tantos pobres antes de 1959, ese parqueador en una piquera próxima a la antigua tienda Sears figuraba como uno de los más humildes. Pudo conseguir ese trabajo, confesó en una entrevista del periódico Hoy siete meses después del golpe de Estado en 1952, que le daba para pagar una cama donde dormir en una posada, porque carecía de vivienda, comer una completa, dos veces si el día era bueno, una si malo y ninguna si muy malo.

No tenía pelos en la lengua para denunciar públicamente que los pobres solo habían recibido de los gobiernos de turno hambre y miseria cada vez más creciente. Por ello un día secuaces de la tiranía le dijeron que la iba a perder.
No tenía pelos en la lengua para denunciar Por ello un día secuaces de la tiranía le dijeron que la iba a perder.

Ignoraba dirigida por Antonio –Ñico-  López Fernández,n en sus charlas cotidianas que estaban haciendo historia
figuraba como uno de los pobres más humildes.

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