Argentina Jiménez
Una noche, al abrir la puerta de su apartamento, el D del
tercer piso, Melba quedó sorprendida. Había más de cien jóvenes en su interior,
pero podía escucharse el vuelo de una mosca. Acudieron allí ante una alarma de
Fidel Castro no solo los de La
Habana, sino también de Pinar del Río y Matanzas.
Esa noche marcó un hito importante en la
historia del lugar del encuentro: Jovellar 107 en el municipio habanero de
Centro Habana. Buena parte de quienes se encontraban presentes serían conocidos
no mucho después como la
Generación del Centenario. Corrían los meses finales de 1952
y ya conspiraban contra Fulgencio Batista en esa vivienda, la cual desempeñó un
papel de primer orden antes y después del 26 de julio de 1953.
Un día de mayo del 52 Melba se vincula al movimiento liderado por Fidel,
y sus padres, Manuel Hernández y Elena Rodríguez del Rey, la secundaron en sus
ideas y pusieron su hogar a disposición del líder revolucionario y de quienes lo
seguían en sus concepciones y vía para alcanzar la libertad de Cuba: la lucha
armada.
El lugar devino sede de reuniones, entrevistas, trabajos organizativos…
Más adelante le confiaron a Elena la responsabilidad de recibir las armas,
balas, etc. que le llevarían a su casa y la de confeccionar las corbatas y
uniformes militares, los cuales vestirían los jóvenes involucrados en una
acción que ninguno de ellos sabía qué era ni dónde sería. En la hechura de la
vestimenta la ayudaron otras compañeras, motivadas, asimismo, por derrocar a la
tiranía batistiana.
De los jóvenes concurrentes allí asiduamente, en inmensa mayoría cayeron
asesinados en el Moncada y en el cuartel Carlos Manuel de Céspedes; después de
Alegría de Pío tras el desembarco de los exedicionarios de yate Granma el 2 de diciembre de 1956; en combates en la
Sierra Maestra, o asesinados por la dictadura.
Días antes de la histórica fecha, en una de las habitaciones de Jovellar
107, Pedro Miret limpió y engrasó las
armas que utilizarían en el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y al Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, ambos en la región oriental de la Isla; buena parte de estos medios salieron de allí
hacia la granjita Siboney, en Santiago, en las maletas de Haydée Santamaría, el día 22, y de Melba,
el 23 de ese mes; así como los
uniformes y gorras, la enseña nacional y un paquete de banderas del 4 de
septiembre -del gobierno- que llevarían para facilitar la sorpresa en la acción.
También lo hicieron Fidel y Ernesto Ernesto Tizol en la madrugada del 24, después
de dar instrucciones y dinero a los jefes de grupos que desde ese sitio o de
otros de la capital se dirigieron a la cita con la Patria.
Tras conocerse la noticia de los hechos del
Moncada, agentes de los cuerpos represivos comenzaron los registros en el
apartamento D de Jovellar 107. Nada comprometedor encontraron que pudiera
delatar lo sucedido en ese lugar.
***
El 20 de febrero de 1954
Haydée y Melba salen de la prisión, adonde fueron encarceladas por participar en las acciones. Desde el presidio en Isla de Pinos Fidel
les da la encomienda de reagrupar las fuerzas que se prepararon para las
acciones del 26 de Julio del 53 y no pudieron participar por falta de armas -además
de incrementarlas-, y de dedicar los esfuerzos a la propaganda, como aspecto esencial: la edición de La historia me absolverá. Entonces Haydée estableció la dirección provisional
del Movimiento 26 de Julio en Jovellar 107.
Lo orientado dio lugar a visitas y reuniones
cada vez más frecuentes de miembros
del Movimiento y, al mismo tiempo, de periódicos registros policíacos. Al salir
liberados los moncadistas, Fidel tomó el apartamento como centro de sus
actividades y al irse para México en
julio de 1955 siguió siendo la sede del M-26-7 -nombre ya adoptado
oficialmente en junio de ese año- y lo siguió siendo cuando Melba partió hacia
ese país en octubre del mismo año.
A finales de julio de 1956 se hizo
insostenible la situación allí debido a la presencia constante de los cuerpos represivos, y los
padres de Melba decidieron mudarse. Desde otra casa en La Habana continuaron en
función de cuanto pudiera ayudar a los planes de Fidel de cumplir su promesa de
ser libres o mártires ese año. Sin embargo, Jovellar 107 permanece como un
símbolo de la capital en la gesta del Moncada, porque fue uno de los dos cuarteles generales donde
se organizaron las acciones del 26 de julio.
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