Argentina
Jiménez
Liberar
la
América Nuestra
impregnaba los sentidos de Ernesto Guevara de la Serna, desde muy joven,
continuador como fue de los ideales de San Martín, Bolívar, Sucre, Martí, y
otras excelsas figuras de las luchas por la independencia de la Patria grande.
Guatemala,
Cuba, Congo (L), nutrieron de experiencias su afán por redimir los países
latinoamericanos. Y llegó la hora de brindar
sus esfuerzos a otros pueblos del mundo.
A
Bolivia arribó con su bandera libertaria. Por inhóspitos parajes de su naturaleza
exuberante y difícil avanzó con compañeros de varias nacionalidades que lo
secundaron en sus aspiraciones, sin que obstáculos de todo tipo mellaran su
decisión.
Traumático
su andar desde su llegada a Ñacahuasú hasta la quebrada del Yuro, perseguido
por una fuerza bien armada, entrenada y superior en efectivos (50 soldados por
cada guerrillero), a la cual asestó duros golpes, reconocidos por el alto mando
enemigo.
Como
compañía permanente, caminos escabrosos, quebradas, grandes alturas, ríos
crecidos; largas caminatas -algunos descalzos y casi desnudos-, hambre, fatiga;
ausencia de apoyo campesino, de comunicación con Cuba, con los clandestinos de la
capital boliviana y la
Retaguardia -de cuyo grupo tuvo necesidad de separase debido
a la situación física y enfermedad de sus integrantes- y delaciones, no mermaron
el espíritu del Guerrillero Heroico, donde no había cabida para el derrotismo
Buscó
tiempo, siempre escaso, para anotar en su Diario las incidencias de cada
jornada; analítico como era, expresó su valoración de algunos combatientes,
defectos y virtudes; exaltó a quienes sobresalían en las misiones encomendadas,
criticó a aquellos que la merecían por indisciplinas o conductas inapropiadas imposibles
de tolerar en la guerrilla. No olvidó el cumpleaños de seres queridos.
“Jefe
fraternal y humano sabía también ser exigente y en ocasiones severo; (…) Basaba
la disciplina en la conciencia moral del guerrillero y en la fuerza tremenda de
su propio ejemplo.”*
Tantas
vicisitudes desde el 3 de noviembre de 1966 hasta el 7 de octubre de 1967 las
refleja con elocuencia en las páginas de su Diario -no escritas para la
posteridad-, contentivas de vivencias, emociones, dolores… La muerte de cada
compañero laceró su alma, y su pesar lo plasmó en frases que lo retratan, como
jirones salidos del corazón.
Ha
pasado casi medio siglo de su asesinato y el Che vive. En cada hombre o mujer
que lucha por un mundo mejor. En los humildes habitantes de los caseríos por
donde pasó en su peregrinar por la selva boliviana; ellos guardan celosamente
testimonios, anécdotas y quizás algún recuerdo devenido talismán para muchos.
Lo veneran.
En
el extenso paisaje recorrido, incontables veces con su asma a cuestas, que
apenas le permitía caminar, quedó su presencia, su heroísmo.
El
Che entró en la Historia
para quedar como semilla. Las revoluciones en marcha en pueblos del área que luchan por su segunda
independencia, emanan como frutos del árbol que sembró en su fructífera existencia,
tratando de hacer realidad sus sueños de libertad para América Latina.
*Fidel
en Una introducción necesaria, en el Diario del Che en Bolivia..
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