Argentina
Jiménez
Nunca
antes había reinado tanta alegría en la gente
ni jamás una multitud había inundado las calles de la capital como aquel
8 de enero de 1959. Un pueblo feliz
esperaba ansioso a Fidel y a la Caravana de la Libertad, que desde Santiago
de Cuba recorría las principales ciudades del país, con la antorcha triunfante
que cubría de luz y paz a la
Patria, después de dos años y veintinueve días de lucha
armada.
A lo largo del recorrido iban quedando
organizados el ejército y el pueblo como
garantes de la nueva República. Cuentan caravanistas que dondequiera que
llegaban hombres, mujeres, niños se arremolinaban junto a Fidel para tocarlo,
saludarlo, abrazarlo. Temían que algunos esbirros aún sueltos quisieran dañarlo, pero él planteaba que
tenía fe, confianza absoluta en el pueblo, en sus reservas morales. Él pueblo me
cuida, decía.
Ya en La Habana, donde cada acontecimiento cobra
primordial importancia, después del apoteósico recibimiento a los barbudos y el
discurso del Comandante en Jefe en la que fuera principal guarida del tirano
Batista, el cuartel de Columbia, no cesó la lucha. Algunos creían que ya todo
había terminado, sin percatarse de que a partir de entonces comenzaba la parte
más dura del combate, llena de peligros y dificultades. Los últimos 55 años lo han demostrado.
Mientras
el nombrado presidente (Urrutia) designaba funcionarios, ministros o
embajadores, Fidel se entregaba a la creación y fortalecimiento de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias que hoy han convertido a Cuba en un bastión
inexpugnable.
En
los primeros días del triunfo la mayor preocupación de Fidel giraba en torno a
tres aspectos, los mismos que ha enarbolado siempre: el pueblo, las armas y la
unidad.
Cincuenta
y cinco años después esos baluartes siguen
teniendo plena vigencia, porque el enemigo es el mismo, el imperialismo yanqui,
con métodos más sofisticados en contra de la Revolución -que goza
del reconocimiento mayoritario internacional, como se ha observado en la ONU, durante los tantos años de votación contra el bloqueo impuesto por los Estados Unidos contra Cuba-.
Las
circunstancias actuales internas y externas obligan a perfeccionar el socialismo cubano, camino por
el cual transita el país, y todos deben cerrar
filas en torno al Partido Comunista y la Revolución para que, paulatinamente, se cumplan
los Lineamientos Económicos y Sociales y así poder elevar el nivel de vida de
la población. De todos depende lograrlo. Será el mejor regalo a nuestro
Comandante en Jefe en más de medio siglo de su entrada triunfal a la capital.
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