El leitmotiv de la famosa obra de Chordelos
de Laclos, que da título a este comentario, publicada en 1782, traducida a
diferentes idiomas, con decenas de ediciones y varias adaptaciones para el
cine, continúa teniendo plena vigencia: obtener
los fines perseguidos mediante la intriga
La
recordé enseguida que Sandro, uno de los personajes jóvenes de la telenovela
brasileña Esplendor, se deslumbró con
la moto de Bruno, su forma de vestir, desenfado… Quienes la vieron conocen el
desenlace del muchacho. Se transformó hacia lo negativo, por las motivaciones
que dejó traslucir la puesta televisiva.
Aprovecho la oportunidad del ejemplo para
reflexionar que ese no es un caso aislado ni traído por los pelos. Sucede y con
bastante frecuencia. ¿Cuántas veces algunos padres no advierten desviaciones en
sus hijos, o se dan cuenta demasiado tarde? Existen los que, preocupados,
aguzan los sentidos, actúan; otros no,
el problema escapa de sus manos y
en un santiamén lo tienen ante sí ya desarrollado.
Como en tiempo de ciclones, con nuestros
muchachos debemos estar alerta e informados. Prevenir es mejor que lamentar.
Tenemos que trabajar sin descanso para formar adecuadamente a las nuevas generaciones.
Por tratarse de niños, adolescentes y
jóvenes, las capas más susceptibles de ser permeadas por influencias positivas
o negativas, debido a condiciones
representativas de esas edades (cambios fisiológicos con incidencia en
el comportamiento social, inexperiencia y muchas otras causas), valen la pena
los máximos esfuerzos.
Tales situaciones, sin embargo, no son
privativas, solo, de los de menos años. Los adultos también, en ocasiones, tienen ascendencia de amistades, con sanas o malas intenciones, y existen casos como el
del vizconde Valmont y la marquesa de Merteuil, personajes de Las amistades peligrosas, que utilizan a personas para conseguir
propósitos particulares. Sacar provecho de una situación creada a otro es una
bajeza.
Se
impone alejarse de semejantes individuos. Cada quien debe pensar con cabeza
propia, asumir la actitud más acorde con sus intereses, que no son los de un
tercero. De escuchar consejos, analizarlos a tono con el asunto planteado y
después valorar si merecen ser seguidos. Los buenos son siempre bienvenidos.
Ofuscarse es lo peor. Ante el dilema, el
afectado debe proceder con cautela,
buscar soluciones y no pretender
“ganar la pelea”, haciendo mal a su contrario. Lo mejor, opino, es dejar que la mente se
aclare, profundizar en la cuestión objeto de preocupación o
malestar, antes de adoptar actitudes equivocadas o tomar decisiones que a la
postre puedan perjudicarlo si no se percata de que está siendo utilizado.
Es
responsabilidad de los mayores proteger
a los pequeños de las amistades peligrosas, para evitarles caer en situaciones
socialmente críticas o les pase como a Sandro, y de los grandes, tener como
divisa esencial el buen comportamiento humano ante cualquier circunstancia y
rechazar influencias perniciosas.
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