martes, 10 de enero de 2017

Preservada la mascarilla de Mella



Argentina Jiménez
 
Cuentan algunos testigos en México que Julio Antonio Mella gustaba de sentarse en el contén de la acera a conversar de la vida y otros asuntos. El joven antiimperialista que recibió acogida en la tierra azteca, donde continuó su quehacer  revolucionario,  encontró personas solidarias, quienes lo recordarían con admiración. Uno de ellos, Félix Ibarra Martínez militante del Partido Comunista de México –fallecido en 2007-confesó a un periodista detalles de sus vivencias sobre el líder estudiantil cubano.
Lo conoció dos meses antes de que lo asesinaran el 10 de enero de 1929 por órdenes del dictador Gerardo Machado, quien había sentenciado que lo mataría, causa por la cual se vio obligado a escapar de Cuba. Entonces tenía 16 años y era aprendiz de carpintero con su tío Alberto Martínez, íntimo amigo de Mella.
Acerca del fundador junto con Carlos Baliño del primer Partido Comunista de Cuba, subrayó que en México compartía sus ideas y conocimientos con los trabajadores y mencionó que uno de los hermanos Ibarra lo llevaba a una curtiduría a dar pláticas a los empleados, y lo describe como “un tipo atlético, llegaba a la universidad con un saco y sus libros en la mano. Era imponente. Tenía mucho carisma” y agrega: “Nosotros lo conocimos y en los dos meses nos ganó para el movimiento revolucionario”.
Más adelante rememoró que cuando lo asesinaron su tío Alberto estuvo cerca del inspirador de la Reforma Universitaria y creador de la Universidad Popular José Martí, en el lugar hasta donde lo llevaron aún con vida –murió poco después-, y se quedó con la mascarilla mortuoria que le tomaron. La preservó hasta su fallecimiento. Desde esos momentos la mantuvo bajo su custodia. “Le hice una urna y la tuve mucho tiempo en la biblioteca, donde varias personas me visitaban para conocerla.  Algunos quisieron que se la diera, pero insistí en que solo se la entregaría a Fidel.
“Se hicieron intentos para hacerla llegar al líder de la Revolución cubana”, pero “no fue hasta 1996 que se la entregamos en La Habana a Raúl Castro”. Con ese objetivo Ibarra Martínez vino a la Isla a cumplir con ese deber, aunque ya había perdido la vista. El General de Ejército y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, la puso en manos de la dirección de la FEU en el acto por el aniversario 75 de la organización.  
  Réplicas de la reliquia histórica se hallan en el Salón de los Mártires de la Universidad de La Habana y en la Casa de la FEU. La original permanece celosamente guardada en un lugar especialmente preparado para su conservación en un recinto de la UH, donde Mella se hizo revolucionario.
Veinticinco años tenía Julio Antonio Mella cuando el sátrapa Machado le quitó la vida, mientras paseaba por las calles de México en compañía de su inseparable compañera Tina Modoti. En su vida breve batalló sin reposo. No hubo injusticia ni limitación ilegítima que no tuviera de inmediato su denuncia y combate. Hoy sigue siendo bandera de los jóvenes agradecidos quienes inspirados en su ejemplo y el del Comandante en Jefe Fidel Castro continúan defendiendo la Patria y la Revolución socialista.
Un corrido mexicano publicado al conocerse su muerte expresa: Cuando cayó Julio Mella puso su mano en el corazón. Dijo la muerte es muy bella, es por la Revolución.













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