lunes, 1 de agosto de 2016

Balance trágico, pero no infecundo



Argentina Jiménez
 Ni presos cesaba la lucha de los revolucionarios en La Habana. De diferentes maneras se manifestaba contra la dictadura de Fulgencio Batista en el segundo semestre de 1958.
 Los ánimos se caldearon en el Castillo del Príncipe el primero de agosto de 1958. Evidentes violaciones de los derechos de los presos políticos recluidos allí incitaron su rebeldía. La gota de agua que colmó la copa fue la limitación del horario de visita al público ese día.   Protesta activa, secundada por toda la población penal política e incluso común, solidarizada con la primera.
   “Exclamaciones de repudio al régimen, entonaciones del Himno Nacional, golpes en el suelo y las paredes y sacudidas violentas de las rejas”. Varios tiroteos desde el exterior. “La guarnición asedió por medio de las armas a los compañeros de la cárcel”. Decididos a resistir. Se generaliza un verdadero combate.
“Improvisamos barricadas con bancos, mesas, libros y otros objetos que apenas nos protegían. Con los tubos que se quitaron de las patas de las literas se rompieron parte de los muros del patio, y los pedazos que se arrancaron los utilizamos como proyectiles, al igual que los propios tubos y botellas, pomos y cuantas cosas de cualquier tipo se pudieran utilizar. A la vez, y utilizando alcohol extraído de la enfermería, se provocaron incendios con lonas, colchonetas y otros materiales que sirvieron para avivar el fuego. Esta reacción nuestra motivó que el tiroteo amainara por unos momentos.”  
Se reanuda  el ataque. Los más connotados asesinos del régimen de facto, rodeados de una enorme jauría de esbirros, penetran violentamente  amparados por una lluvia de plomo. Llegan a las galeras. Ametrallan a los miembros del Movimiento 26 de Julio  Reynaldo Gutiérrez Otaño (19 años), Vicente Ponce Carrasco (25) y Roberto La Rosa Valdés (39). Hieren a nueve, algunos de gravedad. Al día siguiente, la prensa oficialista tergiversaba los hechos con sus consabidas mentiras. Los medios revolucionarios, incluido Radio Rebelde, desde la Sierra Maestra, difundían la verdad.
“La sangre vertida durante la trágica jornada del 1ro. de agosto de 1958 (…) acrecentó la formación revolucionaria de los prisioneros que allí nos encontrábamos, fortaleció la disposición para el combate (…) A partir de ese momento todos nos sentíamos más unidos, independientemente de la organización revolucionaria en la que militábamos”.
                  Tomado del artículo de Arnol Rodríguez, en 
                      Semillas de Fuego, tomo 2, pág. 27-37. Lo   
                      entrecomillado pertenece al autor.                 




No hay comentarios:

Publicar un comentario