lunes, 3 de diciembre de 2012

Desembarco del Granma: Encallado en la Historia



Por:Argentina Jiménez 
Quedarán en el tiempo vencedores/siempre de sol y majestad cubiertos/ los guerreros de huesos tan gallardos/ que si son muertos son gallardos muertos/.
Estos versos de Miguel Hernández  son como una premonición (parecen haber  previsto) de lo acontecido a aquellos hombres que partieron de Tuxpan, México, el 25 de noviembre de 1956, quienes fueron vencedores o gallardos muertos.
Lo mismo que hizo Martí para preparar la Guerra Necesaria, lo repitió Fidel en los Estados, con la recaudación de dinero para llevar a cabo la expedición del Granma. La compra de armas,  los entrenamientos prácticos complementados con clases teóricas sobre táctica guerrillera, lucha en la ciudad y otros tópicos militares, además de círculos políticos y de carácter cultural obligatorios, en los que el Che desempeñó un papel de inestimable valor en la elevación del nivel político del grupo revolucionario, precedieron el momento de la salida.
Muchos fueron los avatares que enfrentaron los futuros combatientes: amenazas de secuestro, de asesinato del líder revolucionario, cárcel  y otros inconvenientes, no mellaron el espíritu de quienes no transigirían jamás en la lucha por los humildes de su país.
Cuando se determinó emprender el viaje hacia la consecución de la palabra empeñada de ser libres o mártires, los ochenta y dos  futuros expedicionarios estaban bien preparados, tenían ya experiencia para emprender la guerra contra la tiranía de Batista, y de no haber sucedido el ataque de Alegría de Pío, no hubiera durado siete meses, según palabras de Fidel.
Al igual que en el Moncada, ninguno de los participantes conocía el momento de la partida hacia Cuba, pero todos estaban listos  la noche del 24 de noviembre de 1956 cuando se trasladaron hacia una casa a orillas del río Tuxpan, cercana al lugar de inicio de la “marcha” sobre el mar.
El timonel del Granma, Norberto A, Collado Abreu, diría tiempo después en Cuba libre, que los que estaban en el puente de mando veían con preocupación la cantidad de hombres que subían al yate. “Los marineros pensábamos que a lo sumo debían viajar quince, pero resultó que montamos 82”.
Los riesgos e incomodidades ante tal situación eran inevitables, mas todos estaban dispuestos a trasladarse a la Patria a cumplir el compromiso contraído. Ni la falta de medios para la seguridad de los navegantes en caso de naufragio, incendio o cualquier tipo de averías, como las hubo, ni el hecho de que más de la mitad no sabía nadar y podía morir ahogado, impidió que la travesía de la embarcación, azarosa además por el mal tiempo, fuera una hazaña realizada por aquellos compañeros liderados por nuestro Comandante en Jefe.
Cincuenta y cinco años han pasado desde entonces  y el yate Granma continúa siendo un símbolo de la perseverancia y el amor a la tierra cubana que con el tesón de unos y el sacrificio de otros, hoy exhibe los frutos por los que muchos ofrendaron sus vidas, y acicate para las nuevas generaciones que deben continuar la obra de la Revolución.
                      

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