martes, 19 de mayo de 2015

LOS CINCO ENTIERROS DE JOSÉ MARTÍ: UNA NECESIDAD, NO UN INSULTO A SU MEMORIA.



Por Carlos Manuel Marchante Castellanos.
Profesor Universidad de La Habana

            Para todos los que de una manera u otra, nos hemos acercado o dedicado al estudio de la vida y la obra de José Martí, una invariable interrogante nos vemos obligados a responder a quienes participan en un recorrido por una de las instalaciones martianas, cuando impartimos una clase, o cuando dictamos una conferencia: ¿Es verdad que a Martí lo enterraron cinco veces?
           
El solo hecho de la formulación de la pregunta, en la mayor parte de los casos, se desplaza desde un hecho que resulta insólito para muchos, hasta algo que parece un insulto a la memoria del Apóstol, para otros.

Acerca del tema, se han escrito diversos artículos de prensa, y elaborado pequeños folletos como el confeccionado por el profesor Francisco Javier Ibarra Martínez, quien fuera tesorero de la Comisión Por una Tumba digna de José Martí, en Santiago de Cuba, que a pesar de tener algunas apreciaciones incorrectas en su contenido, resulta hasta hoy el que con mayor cientificidad lo aborda, y el que a pesar de su modesta tirada, es popularmente conocido.  

No se encuentra el asunto que nos ocupa, entre los temas de interés investigativo al que nos hemos dedicado; preferimos estudiar y promover el ideario martiano y todo aquello que contribuya a la formación de valores, y a perfeccionar el trabajo docente educativo con las nuevas generaciones de cubanos. Sin embargo, nos parece un deber ineludible esclarecer algunos aspectos que contribuyan a desmistificar estos cinco entierros y posibilitar que los mismos puedan ser correctamente valorados por nuestro pueblo.

EL PRIMER ENTIERRO:

El primero de estos entierros se produce en el cementerio de Remanganagua el día 20 de mayo en horas de la tarde, siendo arrojado el cadáver de Martí, sin ataúd, a una fosa de tierra, lo que para muchos resulta una muestra del desprecio del coronel Ximénez de Sandoval, jefe de la columna española que dio muerte al Delegado del PRC.

En nuestra opinión, si bien Sandoval hace evidente ese desprecio en carta que envía a sus superiores días después, resulta imprescindible valorar que el eufórico coronel conocía del interés que mostraban las tropas del generalísimo Máximo Gómez por rescatar al Maestro, vivo, o muerto; que habían transcurrido poco más de 24 horas del combate de Dos Ríos, y que por presentar su cuerpo tres heridas de bala y los traumatismos producidos por su caída del caballo y su traslado hasta ese lugar, su inanimado cuerpo podía haber comenzado a descomponerse lo que imponía proceder a su inmediato enterramiento, sin esperar que un residente del poblado, algo alejado del cementerio, pudiera construir un rústico ataúd.




EL SEGUNDO ENTIERRO:

Al percatarse de la trascendencia política que tendría la caída en combate del Apóstol, el mando español decidió comprobar con certeza, si el occiso realmente era José Martí, y decidió exhumarlo para realizar la autopsia. El 23 de mayo el doctor Pablo Aurelio Valencia Forns, realizó el examen médico forense, acondicionó su cuerpo para trasladarlos a Santiago de Cuba, y sus restos mortales fueron depositados en un rústico ataúd de madera construido por un campesino de Remanganagua. De inmediato la columna española se puso en camino hacia la ciudad, donde su cuerpo sería exhibido públicamente, para que la población apreciara como terminarían los cabecillas insurrectos, práctica usual del ejército español desde la guerra iniciada en 1868. 

Cumplidas ambas ordenanzas militares, el 27 de mayo de 1895, en el nicho 134 de la galería sur, del cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, se ordenó realizar su enterramiento. En esta ocasión el propio coronel Ximénez de Sandoval, con todo respeto, pronunció la oración fúnebre, luego de percatarse que no se encontraba allí presente, ningún amigo o familiar de José Martí 

Este proceder, si bien cumplía sus fines propagandísticos para intentar atemorizar a los patriotas y resaltar la superioridad de las tropas españolas, posibilitó identificar el cadáver del mayor general José Martí, obtener una primera versión médica de las heridas que le causaron la muerte, y que sus restos pudiesen preservarse para la posteridad, ya que al ser depositados en uno de los nichos de la necrópolis de la ciudad de Santiago de Cuba, se  hacía mucho más difícil que los mismos pudieran desaparecer, como ocurrió con los del Mayor, Ignacio Agramonte.

EL TERCER ENTIERRO:

Este tendría lugar el 27 de febrero de 1907, mientras la patria se encontraba ocupada militarmente por segunda vez, por el gobierno imperialista de los Estados Unidos. El Ayuntamiento de la ciudad de Santiago de Cuba, había decidido por una disposición sanitaria, demoler los nueve nichos de la galería sur del Cementerio General, dado el avanzado estado de deterioro que presentaban y entre ellos el identificado con el número 134, contenía los restos de José Martí.

En atención a ello el coronel del Ejército Libertador Federico Pérez Carbó, Gobernador Civil de esa localidad, concibió y promovió la idea de respetar aquel nicho y construir en el lugar un modesto monumento hasta que pasasen los aciagos días que vivía la República y su pueblo agradecido pudiese erigirle un mausoleo digno a su memoria.

Para acometer dicha obra, debía procederse a la exhumación de su cuerpo para depositar su osamenta en una urna metálica que la conservaría a perpetuidad. Quienes asistieran al cortejo podrían observar los remanentes de su organismo, contenido en el ataúd y serían testigos del más solemne y emotivo homenaje en su memoria.

Ante la más valiosa reliquia del patrimonio martiano y de la nación, los hijos de su tierra amada le rendían el homenaje que se le debía desde aquel 19 de mayo de 1895, y procedían a depositar sus restos en la caja de plomo, junto a una copia del acta escrita en pergamino, que aislada dentro de un tubo de cristal con la leyenda “MARTÏ”, quedaron sellados herméticamente, depositándose luego dentro de un arca de caoba con igual inscripción.

A partir de aquella fecha y hasta el día 21 de octubre de ese propio año, se levantaría  alrededor del nicho 134, el primer monumento ante su tumba. El modesto mausoleo de estilo jónico, combinaría el aspecto sencillo y elegante, que en su interior, llevaría como póstumo recuerdo un ramo de flores y una bandera.

EL CUARTO ENTIERRO:

La inconformidad de un pueblo expresado en la voluntad de un selectivo grupo de martianos, por tan modesto monumento erigido al Maestro al pie de sus restos mortales, y los daños ocasionados por las intensas lluvias al panteón donde descansaban los restos del Apóstol, dio lugar a que en 1947, se constituyera el Comité: Por una Tumba Digna del Apóstol Martí, promovido por el Club Rotario de Santiago de Cuba.

 Ante la necesidad de erigir dicho obelisco preservando el lugar exacto donde se encontraban depositados sus restos mortales, se impuso la necesidad de trasladar provisionalmente el osario hacia el Retablo de los Héroes, lugar donde descansan los mayores generales, Moncada, José Maceo y Flor Crombet, entre otros heroicos mambises.

Con la solemnidad correspondiente a su alto rango y de manera sencilla, el 8 de septiembre de 1947, eran depositados en aquel lugar, hasta tanto culminaran las obras del nuevo monumento.

EL QUINTO ENTIERRO:

Culminadas las obras en Santa Ifigenia, a las dos de la tarde del 29 de junio de 1951, era extraído el osario con los restos de José Martí, del Retablo de los Héroes.  Luego de la comprobación de rigor, sus restos fueron transferidos de la vieja caja donde habían sido colocados en 1907, y depositados en el interior de una urna de bronce, elaborada al efecto, y ante el público asistente, fue sellada con una soldadura autógena para que se  conservarán a perpetuidad.
Terminado dicho acto, en reverente peregrinación, sus restos fueron trasladados al Salón del Gobierno Provincial de Oriente, donde colmado de coronas de flores, se le rendirían Guardias de Honor por las más altas figuras de la nación, sin distinción de credo o filiación política, desde las dos de la tarde del día 29 hasta el día 30, a las tres de la tarde, que se trasladaría la urna cubierta con la enseña nacional en un armón de artillería, hasta su definitiva tumba erigida en Santa Ifigenia.

Una solemne y emotiva ceremonia encabezada por el Presidente de la República, doctor Carlos Prío Socarrás, marchaba detrás del armón, acompañado por Hortensia, Alia y Aquiles, hijos de Amelia Martí Pérez, hermana del Apóstol  y otros integrantes del gobierno, seguidos de unas cincuenta mil personas, mientras las mujeres santiagueras colocadas en ambas aceras, desde el Gobierno Provincial  hasta Santa Ifigenia, arrojaban pétalos de rosas al paso de los restos del más grande de los cubanos.
En medio de un silencio sepulcral, una batería colocada a la entrada de la necrópolis santiaguera, disparaba una salva de 21 cañonazos, en honor al Mayor General y Delegado del Partido Revolucionario Cubano, muerto en campaña, mientras en brazos del presidente de la nación, el tesoro más valioso del patrimonio martiano, era depositado en una hermosa cripta en la descansaría para siempre.

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