Día 5. Alegría de Pío. Escogen un lugar inapropiado para el
campamento. La tropa está agotada. Constante el vuelo de las avionetas. A los guardias les han llegado
refuerzos. Todo indica que localizaron a
los hombres de la columna guerrillera. Son sorprendidos. Se inicia el primer
combate del naciente Ejército Rebelde.
Por Argentina Jiménez
Miércoles 5. La traición
delata la presencia de los expedicionarios por los alrededores de las cañas de
Alegría de Pío. A las 4:30 p.m. se desata la debacle. Elocuentes palabras de Raúl de ese día en su
diario:”Fuimos sorprendidos por el ejército, y como a esa hora, de nuestra
tranquilidad nos sacó un disparo primero y después una descarga cerrada,
degenerando en nutridos tiroteos que
duró largo rato. Como las balas atravesaban el follaje de los arbolitos que nos
protegían y muchas silbaban picaban y silbaban cerca de nosotros, la confusión
y el correcorre eran tan grandes, que lo único que tuve tiempo fue de agarrar
mi canana de balas y mi fusil, dejando abandonada, como todo el mundo, la
pesada mochila”.
Diferente reacción la de los
compañeros ante la inesperada situación. Una parte responde al fuego; otros buscan mayor resguardo. El enemigo
conmina a rendirse. Ahí surge la histórica respuesta de Juan Almeida, jefe del
pelotón del centro: “Aquí no se rinde nadie”. Continúa el combate. Raúl Suárez
dispara frenéticamente. Es el primer herido. Un disparo le destroza la muñeca
izquierda., se la venda Faustino Pérez.
También recibe un balazo en el pecho
José Ponce y Emilio Albentosa, en
el cuello. Al Che le dan a sedal en el
cuello cuando rescata una caja de balas de otro compañero, cae al suelo
cubierto de sangre. Faustino se le acerca y cree que le han roto la arteria
yugular
Humberto Lamothe, Oscar Rodríguez e Israel Cabrera son las primeras
bajas. Quizás dos murieron en acción y uno asesinado. Fidel ordena la retirada
a quienes aún están combatiendo y sigue
disparando. La idea no era enfrentar al enemigo, sino llegar a la Sierra
Maestra. Trata de reagrupar la columna a fin de hacer una retirada organizada. Es grande la confusión
entre los hombres, pierden contacto. La
dispersión del contingente es total. Los soldados observan
su repliegue y le siguen tirando,
prenden fuego a las cañas mientras la aviación ametralla el lugar hasta
hacerse de noche.
Setenta y nueve
expedicionarios abandonan el campo de
batalla con la tristeza del revés sufrido. Muchos quedan solos, algunos en
pequeños grupos. Desconocen cuál ha sido
el desenlace del fatídico encuentro y si
Fidel ha salido ileso. Muchos reafirman
la decisión de proseguir hacia la Sierra Maestra, compromiso contraído con el
máximo líder. Emprenden el difícil y
riesgoso camino de la supervivencia.
Con Fidel está y juntos
siguen disparando Universo Sánchez, y después llega Juan Manuel Márquez. Ya
todos se han ido. Avanzan a tramos hacia
el Este, pero en uno de ellos no aparece
Juan Manuel. Universo regresa dos veces a buscarlo, infructuosamente.
Continúan. De pronto ven aparecer una figura y se disponen a tirarle. A través
de la mirilla telescópica ven que es Faustino y lo llaman. Se internan en un
bosque y pasan toda la noche en guardia. Escuchan los pasos de los guardias por
la zona.
Raúl, Ciro Redondo, Efigenio
Ameijeiras, René Rodríguez, Armando Rodríguez y César Gómez mantienen sus
armas. Echan a andar entre las cañas. Una vez ven a Miguel Saavedra y otros
compañeros detrás de ellos, después no
los vieron más. Señala Raúl en su diario: “Al parecer, se detuvieron y tomaron
otro rumbo., aún se sentían disparos de
fuego a discreción y algunas ráfagas de ametralladoras. Tres aviones del
Ejército volaban en esos instantes sobre nuestras cabezas en forma de círculo. En
breve tiempo atravesamos dos cañaverales, escondiéndonos varias veces en los
plantones de caña al paso de los aviones que volaban bastante bajo y por fin
logramos alcanzar el bosque, extenuados y con sed. Ya de noche, por un rato,
siguieron sintiéndose los aviones y algo más tarde ruido de camiones. Decidimos
dormir, cosa que fue imposible por el frío, las pesadillas que me daban
relacionadas con el problema de la sorprendida que nos dieron, y porque era un
terreno, el lugar que escogimos para dormir, de piedras dentadas y de mosquitos”.
La preocupación por la suerte de Fidel y los demás compañeros es la causa esencial
del insomnio.
Junto con Almeida han salido
el Che, Ramiro Valdés, Reynaldo Benítez y Rafael Chao. En breves minutos,
cruzando guardarrayas, penetran en la espesura. Sobre el diente de perro andan rumbo
al Este. Hacia la meta trazada. Lo suponen. La noche, el extremo cansancio, el
hambre, la sed, los tambalean y tienen que detenerse. El Che anota en su diario:
“Nos internamos en la selva y caminamos oyendo el ruido de los cañaverales
incendiados. Debimos hacer un alto pues no teníamos orientación ninguna”.
La noche de ese aciago día,
alrededor de cincuenta jóvenes decididos a triunfar o vencer, la pasan no muy
lejos unos de otros, sin saberlo. Lo tupido del bosque los oculta.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)
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