Días 14-15. Guillermo García
encuentra a Fidel. Capturan y asesinan a Juan Manuel Márquez. El Ejército
levanta el cerco. Se acerca a su meta el grupo de Fidel. Raúl llega al sitio desde donde su hermano partió. Almeida
y los suyos permanecen escondidos en dos lugares diferentes. Decide unirlos
para salir en busca de otros expedicionarios que están a salvo.
Por Argentina Jiménez
Viernes
14. Guillermo
García va al encuentro de Fidel. Le da detalles de todo lo preparado para
recibir la expedición, de algunos de los asesinados, capturados o de
aquellos que han establecido contacto con los campesinos colaboradores. El jefe
revolucionario desea atravesar la carretera de Pilón de inmediato. Ante los
argumentos de Guillermo determina
esperar al día siguiente, cuando, le dice el recién llegado, el Ejército piensa
levantar el cerco.
Luego, en unión de un hijo y
un sobrino de Crescencio Pérez –Ignacio y Baurel- el grupo avanza hasta La Manteca. Intercambian opiniones mientras
esperan el momento de cruzar la carretera. Guillermo sale en busca de comida y
de seguir localizando hombres del Granma. No obstante la eficiencia
demostrada como colaborador y los
pormenores dados por Guillermo, el recelo de guerrillero no lo abandona y
enseguida suben a una lomita cercana. Desde allí le es posible estar a la mira
de cuanto les rodea.
El guía esperado por Raúl no llega, determina
continuar. Lo hacen sin Ernesto
Fernández, enfermo y con los pies muy lastimados. Al pasar por Las Guásimas conocen de la existencia de guardias y, a campo
traviesa, inician el ascenso de las primeras estribaciones de su deseada y
esperada meta: la Sierra. “Seguimos subiendo y bajando hasta las 2 de la
madrugada, en que completamente exhaustos de cansancio, nos acostamos al lado
de un maizal, aprovechando yerba seca
que había allí, para hacer un nicho más cómodo que los anteriores”, escribe en
su diario, y finaliza: “Creo que nos será difícil localizar a F (Fidel) pero lo
lograremos”.
Mientras Almeida, Che,
Pancho González y Chao descansan y se alimentan en la casa de Argelio Rosabal, Alfredo González se va de lengua sobre lo sucedido en su casa,
alguien lo escucha y avisa a los guardias. Poco después estos se presentan y se
llevan detenido a Pablo Hurtado, y junto con él las armas escondidas. Rosabal conoce del hecho por la noche, le
avisa a Guillermo, quien más tarde traslada
a los compañeros hacia Palmarito, donde vive Carlos Mas. Che continúa
anotando en su diario cuanta información van recibiendo y concluye: “De Fidel
no hay noticias concretas”. Hasta que el
líder no haya cruzado la carretera de Pilón, Guillermo no les dirá que está vivo y avanza
hacia la Sierra.
Después de lo acontecido con
Pablo Hurtado, y por temor a que la guardia registre todas las viviendas,
Freddy Sotomayor, hermano de Ibrahim, esconde a Camilo –estaba en su casa- en
un pozo ciego, y a Ramírez y Benítez -quienes pernoctaban en la vivienda
de Ofelia Arcís- debajo de unos bejucos de guaniquique.
Sábado
15. Día
trágico. Capturan a Juan Manuel Márquez
en Estacadero. Desde Alegría de Pío había quedado solo. Sin orientación anda por cañaverales y
montes con sed, hambre, fatiga. En San Ramón lo asesinan. El Ejército,
creyéndose vencedor, quita el cerco .A las ocho de la noche Fidel echa a andar, alegre al saber que Guillermo encontró
al grupo de Almeida. Llegan a la carretera de Pilón y, con extrema
cautela, la cruzan por una alcantarilla.
Avanzan 30 kilómetros, subiendo y
bajando lomas, cruzando pequeños ríos, siembras…Alcanzan
la cima de la loma de la Nigua. Hacen un alto. Fidel se queda dormido al
instante. Es mucha la tensión y el agotamiento de los días transcurridos. Casi han llegado a su destino.
Oculto próximo a una casa en
el área de Los Chorros, permanece el grupo de Raúl. Como solo caminan por la noche, al caer la tarde inician el
avance. Según lo escrito en su diario. Él y Ciro Redondo llegan a un bohío,
donde el dueño le dice haber tenido escondidos a dos compañeros, pero era tanta
la miseria que solo tenían para brindarles un poquito de frijoles negros que,
seguramente, habían guardado para el almuerzo del otro día.
Julián Morales, el campesino que los ha
atendido, los lleva hasta una tienda más adelante, donde les dan abundantes
víveres. Raúl deja una carta de
agradecimiento al dueño, Luis Cedeño, en
la que expone la ayuda ofrecida por él para que le sea pagada cuando triunfe la
Revolución. El hecho muestra su convicción en el triunfo. Vuelven a lo de
Morales y hacen una gran comida. A las nueve de la noche emprenden de nuevo la
marcha hacia el nordeste, después al norte, en busca de La Manteca, desde donde
había marchado hacía unas horas Fidel para cruzar la carretera de Pilón.
Leemos en su diario:
“Seguimos la ruta por trillos, y fue increíble lo que avanzamos en dos horas y
media. Llegamos hasta seis kilómetros de Pilón, y ya cuando divisamos sus
luces, desde la guardarraya de un cañaveral, nos desviamos hacia las montañas,
por las que unas veces caminábamos por trillos y otras por el bosque, hasta que
de nuevo encontrábamos otro caminito. La
Luna llena de estos días seguía en toda su plenitud”.
En una
cueva en el monte han escondido los campesinos a Camilo Cienfuegos, Ramiro
Valdés y Reinaldo Benítez. Allí, a pocos kilómetros de la casa de Sotomayor,
los siguen atendiendo. A Almeida y Che, quienes permanecen ocultos en la finca
de Carlos Mas, les llega esa noche un recado de Guillermo García. Deben
mantenerse en ese lugar, les dice, pues ya se ha establecido comunicación con
Faustino Pérez. El Che anota: “Hay indicios de que se va a dar con Alejandro
(Fidel)”.
A la vez, Almeida manda a
decir a Camilo que lo encuentren en Palmarito. Su intención es reunir a todo su
grupo y tratar de encontrarse con el resto de los hombres que se hallan a salvo
también. La misma noche del 15 los tres supervivientes salen de la cueva y encaminan sus pasos hacia la casa de Carlos Más.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)
60 años después: Vivencias
de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (X)
Día 12. Al fin topan con
campesinos solidarios los grupos de Fidel y Raúl. Les brindan comida. Conoce
del asesinato de varios combatientes. Prosiguen la marcha. Almeida y los suyos
no tienen igual suerte. Continúan su andar.
Por Argentina Jiménez
Miércoles
12.
Tras horas de observación, como a las cuatro de la tarde Fidel pide a Faustino
Pérez bajar hasta la vivienda y pedir comida para veinticinco personas. Una
treta para despistar. Viven allí Daniel Hidalgo y su esposa, campesinos
humildes que sufren los abusos de los
dueños y los guardias. No forman parte de la red creada
por Celia para ayudarlos al tocar tierra cubana ni pertenecen al M-26-7. Bastó saber de quiénes se trataba para
enseguida ofrecerles de cuanto
tenían.
A Universo Sánchez les dan
unas alpargatas y puede quitarse la yerba de entre las medias que usaba a modo
de botas. Les informan lo escuchado acerca del desembarco y de
los asesinatos por parte de los
gendarmes de varios expedicionarios. La noticia los entristece. Ya de
noche emprenden la marcha. Un amigo de Daniel Hidalgo los guía por el río Toro, caminos y lomas
hasta la de la Yerba.
Neno, hermano
de Daniel Hidalgo, hace días da atención a
Ernesto Fernández; cuando llega
con los campesinos a llevarle el desayuno, encuentran a otros cinco: Raúl y sus compañeros. Regresan y a eso de las dos de la tarde les traen bastante almuerzo y agua. Arriban con él
Baldomero Cedeño y Crescencio Amador.
También les hablan de los asesinatos de otros combatientes. Lo que queda del
día descansan.
“Por la noche decidimos
dormir en un platanal que estaba a unos
30 metros más abajo, porque en las piedras no se podía dormir bien”, anota Raúl
en su diario. “La noche estaba magnífica, sin frío y sin mosquitos. Vine a
dormirme como a las doce. Parece que la digestión me molestaba, ya que hacía
días el estómago no trabajaba. Lloviznó un poquito a las 11.”
Quienes van con Almeida,
avanzan divididos a fin de no ser
sorprendidos. Sobre sus cabezas ven volar a baja altura una avioneta, desde
donde, por altoparlantes, escuchan que dicen algo. Seguro no han descartado que haya expedicionarios y
los instan a rendirse. Eso significa que hay otros iguales que ellos, sin haber
sido detectados. Nada comen ese día. Prosiguen. En Las Guásimas oyen música de orquesta. Ramiro y
Che se aproximan. Escuchan a alguien pedir un brindis por otros debido a su extraordinaria actuación en
esos días. Evidentemente son guardias que celebran haber dado alevosa muerte a
patriotas a partir del 5. Ante la evidencia, siguen hacia el alto del lugar
adonde están. Caminan muy lento, solo la voluntad les imprime alguna fuerza,
pero su estado no le permitirá insistir en el empeño si no prueban alimentos.
Jueves
13.
Al fin, Fidel y Raúl, cada uno por su lado, encuentran la red organizada por Celia Sánchez
para recibir la expedición del Granma. El
Líder llega adonde viven los hermanos
Tejeda, integrantes de esa red. Antes allí habían dado atención a Gino Donne y Rolando
Moya (escaparon de la persecución). Rubén Tejeda y Eustiquio Naranjo conducen a Fidel hasta la vivienda de Enrique Verdecia.
Este les ofrece comida, poco tiempo después continúan avanzando. Desde la noche
anterior han recorrido más de diez kilómetros.
Monta guardia Universo en la
entrada de un pequeño campamento en el monte. Ve acercase a un campesino con un
cubo en una mano y mira a todas partes. El combatiente le da el alto, registra
lo que lleva el recipiente. Es Adrián García, el padre de Guillermo, quien al
saber de la presencia de los expedicionarios por la zona salió a llevarles
comida. Reconoce a Fidel por las fotos que ha visto en Bohemia hace tiempo, aunque este le da por nombre Alejandro.
Al poco rato muchos vecinos conocen que él está vivo, y
esa misma tarde se le presentan unos
veinte jóvenes decididos a sumárseles. Accede a recibirlos una vez que estén
reunidos y organizados todos los sobrevivientes. Fidel
permanece en el mismo lugar, aunque su presencia ya es conocida. Se
siente seguro y entre gente de confianza., además espera a un guía para cruzar
la carretera de Pilón a Niquero. En este sitio el enemigo tiene tendido su
cerco principal.
Raúl y los demás que están con él continúan recibiendo atención de los campesinos. Neno Hidalgo les
comunica que circulan informaciones no verificadas de que quizás Fidel este vivo y que ha pasado por la zona. El
jefe del grupo pide un práctico para comenzar
el avance de nuevo. Escribe en su diario: “(…) Aquí pasamos un día muy
contentos y llenos de esperanzas de encontrarnos en la Sierra con Fidel y
nuevas aventuras.” Lo planificado no tiene éxito. Anota: “Lamentablemente ya no
podemos irnos hoy. No encontraron al guía”.Esa noche los sorprende un aguacero y los empapa. La
pasan –dice-” tiritando de frío y calados hasta los huesos”. Con lo que tienen
tapan las armas. Esta vez lo cangrejos le comieron la manga derecha de su
camisa.
Les llegó la suerte a
Almeida y sus compañeros. Han llegado de noche a una casa amiga, la de Alfredo
González, adventista miembro de los campesinos organizados para ayudar a los expedicionarios. Comienza, se lee en las anotaciones del Che: “un
festival ininterrumpido de comida”. Las luces del alba los sorprenden
y no pueden continuar camino. Vecinos
cercanos, enterados de su presencia, van a verlos. Algunos les llevan más
comida. Su aspecto de once días de tantas vicisitudes es deplorable. Una señora
–Ofelia- se echa a llorar. “Denle una tacita de café, que ella se ha emocionado
al vernos” sugiere el Che.
El argentino redacta en su
diario: “Al caer la tarde (del día 12) emprendimos la marcha con rumbo norte y
en dirección a un pueblo que luego supimos era Pilón. A la 1 de la mañana,
contra mi consejo se fue a un bohío, nos recibieron muy bien y nos dieron de
comer, la gente se enfermó de tanto comer. Pasamos el día encerrados. Vinieron
a vernos muchos adventistas. (…) Nos enteramos de que hay 16 muertos, 8 de
ellos en Boca del Toro, todos asesinados al rendirse. (…) Sabemos que se han
entregado 5 compañeros y están vivos. (…) Sabemos que grupos de compañeros han
pasado rumbo a las montañas”.
Al hacerse oscuro, Argelio Rosabal y el hijo de Ofelia, Ibrahim
Sotomayor, les entregan ropa de campesinos. Les plantean que es mejor dejar las
armas, escondidas, hasta tanto puedan recogerlas. Almeida y Che mantienen sus
pistolas ametralladoras. Pablo Hurtado está enfermo y hasta le es imposible pararse Se queda en casa de Alfredo, junto con las
armas.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)
60 años después: Vivencias de los expedicionarios del
yate Grama en diciembre de 1956 (IX)
Día 11. El pequeño grupo de
Fidel duerme oculto. Cae la noche y prosigue la marcha, Están cerca del río Toro. A lo lejos ven la
silueta de la Sierra Maestra. Los hombres que van con Raúl y Almeida dirigen
los pasos también hacia esa meta.
Por Argentina Jiménez
Martes 11.Tras pasar la noche con las mismas
incomodidades de los días anteriores, Fidel, Faustino Pérez y Universo Sánchez, atraviesan sigilosamente entre dos casas donde hay soldados. La Sierra
les sirve de referencia en el avance. Arriban al Alto de Conveniencia. Bajando
la pendiente viene el río Toro y después ya estarán en el
inicio del ansiado objetivo. En la bajada ven como a cien metros otra casa, mas
el jefe determina detenerse, aunque
aún es de noche. Se turnan para observarla.
Por otra parte, la tropa
junto a Raúl internada en el monte se
pone en camino en la mañana. A los lejos ven el mar. Llegan cerca de una casa. Un
campesino apiña leña. Escuchan el sonido
de un radio y patas de caballo y ven un
soldado que llevaba algo en la cintura. Oyen voces: “Vengan a comer los seis
primeros (…) traigan los platos de
campaña”, escribe Raúl. Evidentemente, allí había soldados. Desconocían que era
la vivienda del campesino Manolo Capitán*, que delató a varios compañeros el día 7.
Más adelante, relata: “A la
una menos tres minutos nos encontramos frente al último cañaveral, detrás de él
la airosa majestad de la Sierra Maestra, nuestra ansiada meta. En cinco minutos
cruzamos en línea recta, la única vez que hicimos esto con un cañaveral. (…)
Después de atravesar la caña y una pequeña y estrecha faja de monte, nos
encontramos con las primeras fajas o laderas de montañas cultivadas. Vienen a
ser algo así como las estribaciones de la Sierra.”.
Descansan. Siguen caminado
hasta llegar al borde de una pendiente. Prosigue la narración de Raúl: “Después
fuimos descendiendo al fondo de la ladera y vinimos a dar a un despeñadero que
tenía como unos 700 metros, pero se podía bajar con cuidado (…). Fui el primero
en bajar”.
Los combatientes que van con
Almeida reciben una inyección de energía al contemplar en la lejanía la Sierra Maestra. Pasados unos minutos ven una casa. Camilo, Che y Benítez se
aproximan y regresan a donde está Almeida. Han visto a un soldado. Desechan la
idea de ir a pedir agua y comida. Era la
de Manuel Fernández, conocido como Manolo Capitán. Ya le había parecido al Che
demasiado buena y desde el principio estuvo en desacuerdo en acercarse, pues
podía ser amigo de los guardias.
Es pleno día cuando se
esconden en la hendidura de una roca. Desde allí contemplan la Boca del Toro y
el cambio de la guardia de marinos en un
guardacostas. Sienten como si estuvieran encerrados. Ni se mueven. Toman la
escasa agua que les queda. Resulta para
todos el día más difícil desde la
llegada a Cuba.
Al caer la noche salen del
escondite. Suben por una de las terrazas del farallón. Comen mazorcas de maíz
tierno. El hambre disminuye un poco.
Bajan al río. Es ya medianoche cuando
están a su lado, se tiran al suelo y meten las cabezas en el agua,
toman el añorado líquido hasta saciar la
sed..Rebosan las cantimploras, cruzan y empiezan a escalar por el otro lado, por las faldas de
la loma del Muerto. En un llano de la pendiente, en un montecito poco poblado, se hace de día.
*Fusilado por traidor en
1957.
(Fuente Diario
de la guerra. Diciembre de 1956…)
60 años después: Vivencias de
los expedicionarios del yate Granma en diciembre de 1956 (VIII)
Domingo 9.
Intenso el calor. Por la noche, frío y humedad. El Líder no aguanta más hablar
en susurros y comienza a conversar de sus planes revolucionarios y el futuro.
Ni el agotamiento, el hambre y la sed han menguado sus ideales de ver libre a
la Patria y el compromiso de triunfar o morir en el empeño.
Para Raúl y los reunidos con él la jornada pasa igual que las anteriores. Prosigue el vuelo de dos aviones y no lejos se oyó un disparo. Escribe en su diario: “Hoy fue el cumpleaños de Ciro (Redondo), brindamos con caña. Nos acostamos temprano, aún no había oscurecido completamente.”
Al fin logran tocar la arena tras peligrosa y forzosa bajada desde el farallón, Almeida y sus compañeros. Caminan por la orilla del mar hacia el Este. En una playita formada por el batir de las olas y el tiempo, se meten y bañan. Continúan su andar. Comen pequeñas frutas de tunas que encuentran. Divisan un ranchito y él y el Che se aproximan. Almeida, con el fusil preparado por si son soldados.
Sorpresa. Ahí están Camilo Cienfuegos, Pancho González y Pablo Hurtado, quienes han seguido, paralelamente, el mismo camino. Preguntan por los demás, en particular por Fidel. Al reiniciar la marcha, son ocho hombres, todos armados.
Lunes 10. Perciben más tranquilidad en el movimiento de los soldados. El jefe del Movimiento 26 de Julio considera, al llegar la noche, seguir la marcha. Él y sus otros dos acompañantes atraviesan las guardarrayas tras asegurarse que no hay peligro. Andan cuatro kilómetros al Nordeste. Su hermano –Raúl- ha tomado la misma decisión: emprender el camino hacia la Sierra Maestra. En un bohío que divisan no lejos hay soldados. No se acercan. En su diario anota: “(…) a la 1:35 de la tarde partimos rumbo al Este, siempre por los bosques y esquivando los caminos, tratando siempre de encontrar algún bohío por el camino; comimos yuca y maíz crudos y la inevitable y salvadora caña. Oscureciendo nos internamos más en el bosque y nos acostamos”.
Sin haber clareado el día, salen bordeando la orilla del mar Almeida y el resto de los patriotas con él. Al subir el Sol solo han recorrido un kilómetro. Nadie ha desechado el propósito de llegar al sitio previsto por Fidel. Allí se reunirán días después. Solo el desgaste físico los hace llevar un paso lento.
Che narra lo acontecido en las horas transcurrida del día 10: “Al amanecer nos internamos en la selva a buscar agua, conseguimos muy poca. Los que habían comido cangrejo sufrieron mucha sed. De nuevo seguimos por la noche hasta llegar a una bahía que luego supimos se llamaba Boca del Toro. Oímos cantar gallos, esperamos el amanecer”.
Todos los de los tres grupos mencionados enfilan sus pasos, por diferentes caminos, hacia el mismo objetivo.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…
Para Raúl y los reunidos con él la jornada pasa igual que las anteriores. Prosigue el vuelo de dos aviones y no lejos se oyó un disparo. Escribe en su diario: “Hoy fue el cumpleaños de Ciro (Redondo), brindamos con caña. Nos acostamos temprano, aún no había oscurecido completamente.”
Al fin logran tocar la arena tras peligrosa y forzosa bajada desde el farallón, Almeida y sus compañeros. Caminan por la orilla del mar hacia el Este. En una playita formada por el batir de las olas y el tiempo, se meten y bañan. Continúan su andar. Comen pequeñas frutas de tunas que encuentran. Divisan un ranchito y él y el Che se aproximan. Almeida, con el fusil preparado por si son soldados.
Sorpresa. Ahí están Camilo Cienfuegos, Pancho González y Pablo Hurtado, quienes han seguido, paralelamente, el mismo camino. Preguntan por los demás, en particular por Fidel. Al reiniciar la marcha, son ocho hombres, todos armados.
Lunes 10. Perciben más tranquilidad en el movimiento de los soldados. El jefe del Movimiento 26 de Julio considera, al llegar la noche, seguir la marcha. Él y sus otros dos acompañantes atraviesan las guardarrayas tras asegurarse que no hay peligro. Andan cuatro kilómetros al Nordeste. Su hermano –Raúl- ha tomado la misma decisión: emprender el camino hacia la Sierra Maestra. En un bohío que divisan no lejos hay soldados. No se acercan. En su diario anota: “(…) a la 1:35 de la tarde partimos rumbo al Este, siempre por los bosques y esquivando los caminos, tratando siempre de encontrar algún bohío por el camino; comimos yuca y maíz crudos y la inevitable y salvadora caña. Oscureciendo nos internamos más en el bosque y nos acostamos”.
Sin haber clareado el día, salen bordeando la orilla del mar Almeida y el resto de los patriotas con él. Al subir el Sol solo han recorrido un kilómetro. Nadie ha desechado el propósito de llegar al sitio previsto por Fidel. Allí se reunirán días después. Solo el desgaste físico los hace llevar un paso lento.
Che narra lo acontecido en las horas transcurrida del día 10: “Al amanecer nos internamos en la selva a buscar agua, conseguimos muy poca. Los que habían comido cangrejo sufrieron mucha sed. De nuevo seguimos por la noche hasta llegar a una bahía que luego supimos se llamaba Boca del Toro. Oímos cantar gallos, esperamos el amanecer”.
Todos los de los tres grupos mencionados enfilan sus pasos, por diferentes caminos, hacia el mismo objetivo.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…
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