Días
del 24 al 26 Crece la tropa comandada por Fidel. Prosiguen
la marcha desde la casa de Mongo Pérez. Firman los expedicionarios nota de agradecimiento al campesino escrita
por el líder. Repiten, como entrenamiento, otro simulacro de ataque. Establecen
campamento tras andar 17 kilómetros desde su salida de Cinco Palmas. Organizan el
Estado Mayor y a los restantes hombres en escuadras.
Por Argentina Jiménez
Lunes
24.
Una vez que Fidel distribuyó a los combatientes uniformes, frazadas y botas,
Raúl señaló en su diario: “Estamos bien
equipados para internarnos de lleno en la Sierra. Llevamos hasta para dos
compañeros que recogeremos más adelante”. Calixto García y Carlos Bermúdez. Seguían
esperando las indicaciones del jefe para incorporarse. Estaban en lugar seguro.
El grupo ha crecido con varios campesinos, además de Guillermo García, Ignacio
Pérez y Manuel Fajardo, encargados de seguir buscando armas, por lo cual no se
sumarán al destacamento que en breve continuará avanzando a sitios más
intrincados. Irán con la tropa Crescencio Pérez, su hijo Sergio –hace días se
encuentra entre los expedicionarios- y
Manuel Acuña, como práctico en los primeros tramos
Cuenta Raúl: “Desde temprano
estamos improvisando mochilas de sacos de henequén para llevarlas a las
espaldas y tener en las manos solo el fusil”. Si bien ellos están en esos
menesteres, es Nochebuena y Mongo Pérez les llevó como a las nueve de la noche un
puerquito asado en púas. Lo comieron con casabe y tomaron vino. Conversaron un
rato a la luz de una vela y Calixto (Morales) improvisó unas poesías. El máximo dirigente determinó quedarse un
días más a fin de esperar a otros expedicionarios que le han dicho vienen en
camino y a un miembro del M-26-7 procedente
de Manzanillo.
Al caer la tarde del martes
25, al no aparecer los compañeros esperados, Fidel plantea iniciar la
marcha para introducirse todavía más en la Sierra. Severo les lleva comida: dos
lechoncitos asados; guardan uno para el siguiente día. Antes de partir, el
líder entra a la casa de Mongo Pérez, después llama a los restantes hombres que
quedaron cerca y los manda a pasar y a firmar una nota que ha escrito para el
anfitrión en reconocimiento a la ayuda prestada al grupo y para hacer contacto
con el Movimiento. Dice también:
“La ayuda que hemos recibido
de él y de muchos como él en los días críticos de la Revolución es lo que nos
alienta a seguir la lucha con más fe que nunca, convencidos de que un pueblo
como el nuestro merece todos los sacrificios. No sabemos cuántos de nosotros
caeremos en la lucha, pero aquí quedan las firmas de todos, como constancia de
infinito agradecimiento.” Exactamente un
mes después de haber zarpado de México el 25 de noviembre, el 25 de diciembre, a eso de las once de la noche, salen de la
vivienda de Mongo para alcanzar más altura en la montaña escogida desde los
hechos del Moncada para desarrollar el combate contra la tiranía batistiana.
Miércoles
26. Diecisiete
combatientes van a pie y dos a caballo: Crescencio Pérez, por sus pies
hinchados, y René Rodríguez, en las
ancas. Han andado un buen rato y Fidel ordena otro simulacro de ataque como
entrenamiento: esta vez tomar un pequeño
rancho próximo a la casa de Hermes
Cardero. Lo hacen. Este llega y les ofrece café. Ya es pasada la medianoche y
él sigue con ellos cuando prosiguen la marcha. Raúl escribe que caminan por
trillos, cruzando ríos, obviando el camino real para evitar emboscadas, aunque
al demorarse tuvieron que tomarlo tras recibir de la red de información que no
había guardias por esos parajes.
En realidad, los arroyos atravesados alrededor
de 18 veces en zigzag – a lo cual se
debe la demora en el andar, porque el guía regresa en el segundo cruce - era el
mismo, río Vicana. Lo sucedido es que el guía los llevó entre esta corriente
fluvial –la cruzan en las ancas del caballo- y el camino real, porque el terreno
transitado era demasiado abrupto; no
obstante, tuvieron que subir y bajar varias
pendientes .La noche ha avanzado y deben ganar tiempo para arribar a la primera
parada que se han trazado. Tres kilómetros después ya están en la finca de
Alejo Piña, donde pernoctan, con su autorización solicitada por Crescencio, para establecer allí el campamento de los
recién llegados, a 17 km. de Cinco
Palmas.
En la reseña en el diario
del Che aparece la organización de la pequeña tropa: Escuadra de vanguardia: Ramiro Valdés, Calixto Morales
y Armando Rodríguez; la de Raúl la
integran: Ciro Redondo, René Rodríguez y Rafael Chao; con Almeida quedan Camilo
Cienfuegos, Efigenio Ameijeiras, Reynaldo Benítez y Pancho González, y componen
el Estado Mayor: Fidel, Che, Universo Sánchez, Sergio Pérez y el práctico
Acuña. Sin Guillermo García y los
campesinos, quienes andan en otras misiones como la de rescatar armas, y los
expedicionarios aún por llegar, están juntos 15 expedicionarios y tres
campesinos incorporados.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)
60 años después: Vivencias
de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (XIII)
Días
del 20 al 23. Fidel envía a Mongo Pérez a ver a Celia
Sánchez y Frank País. Regresa con ropa, botas y otros artículos. Almeida y sus
compañeros llegan a Cinco Palma. Arriban armas recuperadas. Del llano reciben a
tres miembros del 26 de Julio. Traen otro tipo de parque.
Por Argentina Jiménez
El
jueves 20,
tras el encuentro de los grupos de Fidel y Raúl en Cinco Palmas, acuden a visitarlos vecinos confiables de la
zona, pero desconocen que uno de ellos es el máximo jefe del M-26-7. Charlan
animadamente. Junto con Crescencio
Pérez, a quien han mandado a buscar, viene
Calixto Morales. Este permanece en el campamento. Fidel envía a Mongo Pérez a
Manzanillo y Santiago de Cuba a
informar de su llegada a ese lugar, a
Celia, Frank y otros dirigente del Movimiento y llevarles orientaciones.
En una de sus jocosidades,
Raúl le dice a Severo Pérez que “cuando
triunfe la Revolución le vamos a hacer un monumento a usted cargando esos tres
cubos de comida”. (Se cumplió: en Cinco Palmas existe el reconocimiento al
campesino Severo, su hijo Omar y Crescencio Pérez). Almeida y sus compañeros
comienzan a avanzar, de nuevo, en busca de la carretera de Pilón. Lo acompañan Carlos
Más y otros dos colaboradores. La atraviesan y marchan hasta Las Cajas.
Fidel conversa con varios residentes en la zona comprometidos con el
Movimiento. Raúl expresa: “Tienen una organización bastante buena y estamos
perfeccionándola, sobre todo los enlaces y el espionaje. Cualquier movimiento
en todos estos alrededores nos es inmediatamente comunicado”. Esperan por
Almeida. Temen que en el último tramo
les suceda algún percance.
Trasladan el campamento hacia un
cafetal tras un campo de caña, donde están aún más resguardados, y además, se
acercan a un arroyo, donde podrán darse
un buen baño.
Nada han ingerido de alimento en todo el día Almeida y sus
compañeros. .A las 5 p.m. el jefe del grupo y Benítez salen a buscar comida. Al
no aparecer el guía previsto desde Cinco Palmas, después de comer siguen andando
con algunas indicaciones de un
campesino. En horas de la madrugada, toman el camino más corto de la loma de la Nigua y llegan al cafetal de
Mongo Pérez en la madrugada del viernes
21, donde los esperan Fidel y los otros ocho expedicionarios.
Ahora suman 15 los
sobrevivientes del Granma, más Rafael
Chao, quien salió con Guillermo a continuar rescatando armas, y Calixto García
y Carlos Bermúdez, que esperan la orden de Fidel para incorporarse. Hay otros
en camino. Pero ese día solamente existen siete fusiles. El jefe guerrillero,
aun cuando prevalece la alegría del encuentro, reprende a los seis nuevos
integrantes por haber dejado las armas.
Escribe Raúl: “Los
compañeros llegados hoy presentan el mismo aspecto de nosotros hace unos días,
cansados y desnutridos. Nos mataron un lechoncito que comimos en fricasé. Ya se
vislumbran más esperanzas. Somos 16 contando al H (Crescencio Pérez), aunque no
todos están armados, ya que los últimos solo traían una pistola ametralladora.
El Che –muy mejorado hasta ahora-, tenía esta noche –por falta de medicina- un
ataque de asma. Oímos disparos lejanos. Nuestro servicio de información
investigó que dos soldados borrachos los dispararon al aire”. Che anota:
“Pasamos el día en espera de armas que tienen que llegar (…) Me da un ataque de
asma y paso mal la noche”.
Sábado
22.
Cambian otra vez el lugar del campamento. Reciben las armas localizadas por
Guillermo y Chao. Este se queda. Apunta
en su diario Raúl que llegan “varios
campesinos con ocho armas más, envueltas en sacos y una pistola ametralladora,
una ametralladora Thompson sin peine. Inmediatamente se limpiaron”. De vuelta
Mongo Pérez. Da detalles a Fidel de lo conversado con Frank y Celia. Le entrega
ropas, botas, medicinas, …, además
de un poco de dinero mandado por ella.
Los rodea el cariño de todos los locales de la zona en quienes Mongo ha confiado. “Es admirable cómo se desviven por atendernos
y cuidarnos estos campesinos de la Sierra, apunta Raúl. Toda la nobleza y la
hidalguía cubana se encuentran aquí”. El domingo
23 hace siete días del arribo de Fidel, Universo y Faustino, pero el líder
determina seguir esperando por la incorporación de más expedicionarios, rescate de otras armas y el contacto directo
con el M-26-7 en el llano.
En lo redactado por Raúl se lee: “Pasamos el
día normal. Por la tarde se dio una falsa alarma de presencia próxima de
soldados. La mayoría reaccionó bien. Algunos hubo rezagados. La maniobra, por
la seriedad que se rodeó, quedó bien”.
Al rato de transcurrido el ejercicio sorpresivo indicado por el jefe,
arriban Enrique Escalona, Rafael Sierra y Eugenia Verdecia, enviados desde
Manzanillo. Cien balas, tres fulminantes y nueve cartuchos de dinamita trajo la
mujer debajo de su saya.
Ellos dan cuenta a Fidel de
la actividad del Movimiento y él les imparte nuevas disposiciones. Hace
hincapié en la urgencia de armas y parque para mayor desarrollo de los planes y
el aumento de los combatientes. Se van por la noche. Los acompaña Faustino a
quien él da instrucciones de ir para La
Habana a reorganizar el M-25-7 y llevarles sus indicaciones a los jefes
clandestinos. Se las da en Santiago a Frank, Armando Hart, Vilma Espín, Haydée
Santamaría y María Antonia Figueroa.
60 años después: Vivencias de
los expedicionarios del yate Granma en diciembre de 1956 (XII)
Domingo 16. Casi a las 7:00 a.m. Llegan Fidel y sus compañeros a la casa de
Mongo Pérez. Uno de los prácticos va hacia donde este está y le informa del
acontecimiento. Enseguida vuelve, conversan. El jefe insurrecto pide a
Guillermo salir en busca de otros expedicionarios y recoger las armas que
encuentren o estén guardadas. Entre unas palmas nuevas, en un pequeño campo de
caña, cercano, fija el campamento. Descansan. Por primera vez le es posible
dormir sin preocupaciones de ser sorprendidos.
El grupo de Raúl se instala en La Manteca después de haber andado la
madrugada. Ingieren yuca cruda. Escuchan un tiro. Los ve un niño y cambian la
posición. Anota en su diario: ”Tuvimos que bajar por tremendos farallones, y en
forma de cadena íbamos pasándonos los rifles y nuestra pequeña jabita, que ya
lo único que contenía era un poco de aceite, ajo, sal y un poquito de café,
además del machete, algunas laticas vacías”.
Avanzan sin detenerse. Esconden un fusil sobrante. Raúl hace un croquis del
sitio donde lo deja a fin de recuperarlo después a través de Guillermo.
Agotadora marcha. Ante ellos la carretera de Pilón a cuatro kilómetros de la
alcantarilla atravesada por Fidel.
“Salimos a un maizal, nos comimos dos o tres mazorcas crudas –escribe-, y
al subir por una cañada, nos topamos con la carretera. Sale Armando a explorar
y nos confundió, pues como este tramo era de mejor aspecto, pensó que el
anterior era un camino y esta de ahora es la verdadera carretera. Y medio
confundidos e incrédulos, volvimos a pasar. Subimos una hondonada pedregosa y
debajo de unos arbolitos en un pequeño bosque nos acostamos como a las once de
la noche. Aunque teníamos la ropa algo mojada, por lo extenuados que estábamos
dormimos enseguida.”
Guillermo regresa para conducir a los siete bajo el mando de Almeida hasta
la casa de Mongo Pérez y seguir buscando armas por distintos lugares. Al
encontrarse Fidel en un punto protegido, seguro, les corrobora lo que ya
pensaban. Anota Che: “Se confirma la presencia de Alejandro. La reunión será en
las montañas”.
Lunes 17 El lugar previsto por Celia y demás organizadores de la red para
el recibimiento del Granma, entre los campesinos de la zona, es Cinco Palmas,
en la finca de Mongo Pérez. Ese engranaje posee varias ramificaciones, todas
las cuales acaban en esa propiedad.Raúl y demás expedicionarios cruzan la
carretera. Como a un kilómetro van a una casa donde son bien acogidos. El
dueño, Santiago Guerra, les brinda comida y se ofrece para ayudarlos a seguir.
Él les indica el camino hasta Purial de Vicana, pero eran tantos los que
cruzaban, escribe Raúl, “que por fin nos perdimos: también para suerte
nuestra”. Avanzada la madrugada han transitado por cuatro kilómetros más allá
de donde habían planificado. No saben que llegaron a 1 300 metros de Fidel.
El paso de los hombres de Almeida es lento. Camilo y Ramiro van enfermos
del estómago, por eso se quedan en la casa de Perucho Carrillo. Los restantes
cinco prosiguen, porque piensan cruzar la carretera de Pilón. Al enterarse de
la presencia de soldados por la zona, vuelven y pernoctan en medio de un
sembrado de yuca, cerca de donde están sus dos compañeros.
Martes 18. Amanece. Reina la tranquilidad donde está Fidel con sus
acompañantes. A eso de las diez de la mañana un muchacho le trae una cartera
que le han dejado en la casa de Mongo. Dentro tiene la licencia de conducción mexicana
de Raúl. ¡Qué alegría! “¿Dónde está mi hermano?”, pregunta. Y añade “¿Anda
armado?” Faustino y Universo se aproximan contentos. Alguien plantea que debe
tenerse cuidado no vaya a ser un ardid para coger desprevenido a Fidel.
Este busca una solución. Escribe en un papel al muchacho los
apodos de Ernesto Guevara - Che- y el dominicano Mejías –Pichirilo-. Si te los dice bien, ese es Raúl. Así lo hace. Va hasta la vivienda de Hermes Cardero, donde está el grupo de Raúl, y regresa por la tarde contento con una respuesta positiva para el jefe guerrillero, que a partir de entonces es todo impaciencia. Mas, debe aguardarse a la noche para traer a los compañeros, que llegan a medianoche.
Bajo las palmas nuevas del cañaveral de Mongo Pérez – Cinco Palmas- se unen los hermanos en un fuerte abrazo y tiene lugar el histórico diálogo: “-¿Cuántos fusiles traes?, inquiere Fidel.” –Cinco”, responde Raúl.” –¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!, dice Fidel”. Conversan, se cuentan todo lo que han pasado, inquieren por los demás expedicionarios y hablan sobre el futuro.
Todo el día 18 Almeida y los suyos esperan ocultos en el mismo lugar. Vecinos llegan a saludarlos y ofrecer ayuda. Él piensa seguir avanzando por la noche. Aparece Guillermo con indicaciones de que esperen. El eficientísimo campesino-colaborador se hace acompañar de Chao para ir a recoger unas armas que han aparecido.
Este busca una solución. Escribe en un papel al muchacho los
apodos de Ernesto Guevara - Che- y el dominicano Mejías –Pichirilo-. Si te los dice bien, ese es Raúl. Así lo hace. Va hasta la vivienda de Hermes Cardero, donde está el grupo de Raúl, y regresa por la tarde contento con una respuesta positiva para el jefe guerrillero, que a partir de entonces es todo impaciencia. Mas, debe aguardarse a la noche para traer a los compañeros, que llegan a medianoche.
Bajo las palmas nuevas del cañaveral de Mongo Pérez – Cinco Palmas- se unen los hermanos en un fuerte abrazo y tiene lugar el histórico diálogo: “-¿Cuántos fusiles traes?, inquiere Fidel.” –Cinco”, responde Raúl.” –¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!, dice Fidel”. Conversan, se cuentan todo lo que han pasado, inquieren por los demás expedicionarios y hablan sobre el futuro.
Todo el día 18 Almeida y los suyos esperan ocultos en el mismo lugar. Vecinos llegan a saludarlos y ofrecer ayuda. Él piensa seguir avanzando por la noche. Aparece Guillermo con indicaciones de que esperen. El eficientísimo campesino-colaborador se hace acompañar de Chao para ir a recoger unas armas que han aparecido.
(Fuente Diario
de la guerra. Diciembre de 1956…)
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