Días
30 y 31. Siguen avanzando los guerrilleros por un tupido monte.
Nuevo campamento. Aún más intrincado. Frío, humedad. El 31 duermen bajo techo.
Llegan noticias: desde Estrada Palma avanzan contingentes de guardias. Otros
tres merodean por la zona donde están Fidel y sus compañeros. Resumen del
destino de los expedicionarios.
Por: Argentina Jiménez
Domingo
30.
Parte la tropa comandada por Fidel hacia
lugares más abruptos de la Sierra Maestra, por dentro de espesos
bosques. Llueve finito, pero se cuela entre el follaje de los árboles. Los
guerrilleros sienten el frío y la humedad por encima de la ropa. Escribe Raúl:
“Nunca creí que en Cuba existiera una niebla tan densa. Seguimos avanzado en
medio de la niebla, que a 30 metros no se veía nada. Acampamos en una montaña boscosa,
batida por el aire.” Paran a cuatro kilómetros del anterior campamento de La
Catalina en espera de la llegada de la noche para continuar. Lo hacen por una
pendiente descampada para, después de
una pradera, arribar al sitio previsto
con anterioridad: la casa de Juan Marrero, encima de una ladera. Crescencio
Pérez se adelanta y le informa de la inminente llegada de los restantes
compañeros. A las 10 p.m., jadeantes y helados, allí les esperan con una
comida que los reconforta: arroz con
gallina y viandas.
Con más ánimo y mejor
temperatura corporal, dos horas después vuelven a emprender el camino. Bajan un
tramo, cruzan entre dos elevadas montañas, doblan al Este. Por una vertiente
ascienden en dirección a un monte
denominado La cotuntera. Describe Raúl en su diario: “Partimos a un bosque
cercano y casi impenetrable, donde acampamos. Con tres compañeros más, me
encargué de las guardias nocturnas, donde por violar las normas de fumar de
noche, me puse a fumar un cigarro debajo de la colcha, me quedé dormido y se me
quemó la camisa del uniforme, la de lana, la camiseta, y ya me estaba quemando
cuando desperté”.
Lunes
31. Penetran
más en el bosque. Pasan la mañana
sin comer nada, porque Marrero no los encontró al llevarles el desayuno. Al mediodía, junto con su hijo Anguelo, sí da
con ellos y al fin pueden ingerir el
almuerzo llevado por los solidarios campesinos. Como están a la intemperie, los
castigan la llovizna y el frío. Ante tales
condiciones, el jefe determina ir,
cuando haya llegado el crepúsculo,
a una vivienda próxima, fuera del monte,
donde vive Inocencio Jordán. Dice Che en su diario: “El último día del año pasó en instrucción de los nuevos
reclutas, leyendo algo y haciendo las pequeñas cosas de la guerra. Por la noche
dormimos en un bohío donde festejamos la noche buena durmiendo a la sombra”.
Cerca de la medianoche
reciben al hijo de Ramón Marrero, quien, proveniente de la casa de Mongo Pérez,
les trae lo que han pedido los combatientes y noticias. Contingentes
de tropas de Estrada Palma se desplazan hacia la Sierra y rondan la
zona tres guardias. Raúl apunta: “Con
relación a la noticia de que están metiendo tropas por varios lugares de la
Sierra, tomé hoy especiales medidas en las guardias nocturnas, y yo mismo
permanecí despierto toda la noche distribuyéndolas.
“La noche, hermosa y
estrellada, fuerte brisa batía el bohío, que presentaba una magnífica atalaya
nocturna, por la parte de atrás, subiendo un poco y como a unos 200 metros,
estaba el bosque. En una barbacoa durmieron tres compañeros, el resto
distribuido bajo el techo de la barbacoa, donde había un lugarcito sin paredes,
con excepción de la que pegaba a la casa, y en el pequeño cuarto y salita con
que cuentan casi todos los bohíos. Los que estábamos de guardia, al dar las
doce de la noche, estábamos hirviendo una calabaza con algunas malanguitas que
nos trajo el diminuto, bueno y trabajador Chencho (Inocencio Jordán).”
Para Fidel y sus hombres,
así terminó1956, un año decisivo para el desarrollo de la última etapa de
liberación en Cuba. Dos años después se
hacía realidad la máxima del Comandante en Jefe: “Si salgo, llego; si llego,
entro, y si entro triunfo”.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)
Resumen del destino de los
expedicionarios
Caídos (c ) o asesinados (a) entre el 5 y 16 de
diciembre de 1956: 21
(Luis Arcos Bergnes (a), René Bedias Morales
(a), Miguel Cabañas Perojo (a), Israel Cabrera Rodríguez (c), Noelio Capote
Figueroa (a), Félix J. Elmuza Agaisse
(a), Cándido González Morales (a),
Santiago L. Hirzel González (a), Humberto Lamothe Coronado (c),Antonio
–Ñico- López Fernández (a), Andrés Luján Vázquez (a), Juan Manuel Márquez
Rodríguez (a), José R. Martínez Álvarez (a), Armando Mestre Martínez (a),René
O. Reiné García (a), Eduardo P. Reyes Canto (a), Oscar Rodríguez Delgado (c), Tomas D. Royo Valdés (a), Miguel José R.
Smith Comas (a), Raúl Suárez Martínez (a). Saavedra Pérez (a)
Reagrupados
entre el los días 16 y 27: 20.
Fidel Castro, Raúl Castro,
Juan Almeida, Efigenio Ameijeiras, Reynaldo Benítez, Carlos Bermúdez, Camilo
Cienfuegos, Luis Crespo, Rafael Chao, Julio Díaz, Calixto García, Francisco González, Ernesto
Guevara, Calixto Morales, Faustino Pérez, Ciro Redondo, René Rodríguez, Armando
Rodríguez, Universo Sánchez, Ramiro
Valdés.
Capturados
por fuerzas de la tiranía: 21.
Enrique Cámara, Norberto
Collado, Jaime Costa, Arturo Chaumont, Francisco Chicola, Manuel Echevarría,
José Fuentes, Mario Fuentes, Gilberto
García, Norberto Godoy, César Gómez,
Mario Hidalgo, Pablo Hurtado, Antonio Darío López, Jesús Montané, Evaristo Montes de Oca, Arnaldo
Pérez, José Ponce, Roberto Roque, Rolando Santana, Guillén Zelaya.
Lograron
escapar a la persecución: 20
Emilio Albentosa, Enrique
Cuélez, Mario Chanes, Pablo Díaz, Raúl
Díaz, Gino Donne, Ernesto Fernández, Arsenio García, Gabriel Gil, Jesús Gómez,
Armando Huau, Ramón Mejías, José Morán, Rolando Moya, Onelio Pino, Jesús Reyes,
Horacio Rodríguez, Fernando Sánchez—Amaya, Esteban Sotolongo, Pedro Sotto.
Reincorporados
al Ejército Rebelde en 1957:7:
Raúl Díaz, Arsenio García,
Gabriel Gil, José Morán, Horacio Rodríguez, Esteban Sotolongo, Pedro Sotto.
Fuente: De Tuxpan a la Plata Sección de Historia de la Dirección Política
de las FAR).
60 años después: Vivencias
de los expedicionarios del yate Grama en diciembre de 1956 (XV)
Días
del 27 al 29. Mudan el campamento hacia una zona súper
intrincada en una elevación. Solo una persona conoce el caminito para llegar
hasta allí. Che asa una vaca al estilo argentino. Aumenta la tropa: 24
combatientes, 19 de ellos expedicionarios y el resto campesinos. Les llega más
parque desde Manzanillo.
Por Argentina Jiménez
Jueves
27.
En una elevación llena de bosque, prácticamente inalcanzable, nombrada La Catalina,
al inicio del arroyo Los Negros,
radica ahora el campamento de los hombres de Fidel. Desde allí pueden divisar
el pico del Café, cercano, en el firme
de la Sierra Maestra. Es una zona fría y más en diciembre. El Che sugiere asar
al estilo de las pampas argentinas una ternera comprada por Alejo Piña a
petición de Crescencio, quien le dio el dinero y la trajo al mediodía. Mientras
descueran la res, la abren y colocan entera
sobre una parrilla hecha con varas, la cual afincan en la tierra, inclinada,
otros echan leña debajo para el fuego.
No podían faltar las anotaciones de Raúl al respecto: “Ya
tarde en la noche, como a las once, estuvo medio asada la res, y comimos algo.
Estando de posta entre 12 y 1 y 30 de la madrugada, el silbido de clave me
anunció la llegada de gente amiga. Era J (Julián Piña, un campesino de Manacal)
con los dos Carlitos. Se repitió una vez más el regocijo de dos compañeros
combatientes que se han creído mutuamente que el otro está muerto. Es la más
grande de las alegrías.” Carlos Bermúdez viene en muy malas condiciones de
salud. Lo traen casi cargado. El resto de la noche casi nadie duerme entre el
gozo y la satisfacción de la llegada de estos expedicionarios y la algarabía y bromas sobre la res preparada por el Che, quien en tal
sentido escribió: “El día de la fecha transcurrió casi sin novedad asando
solamente una vaca a la argentina, que salió buena, pero tardó mucho”.
El viernes 28 llegan seis compañeros y nuevas sorpresas. Burlando al
enemigo ya están entre la tropa los expedicionarios Julito Diaz, Luis Crespo y
José Morán; los campesinos Sergio Acuña, de Purial; Manuel Fajardo, de Niquero, quien junto con
Guillermo García ha estado buscando armas, y este último ha traído un fusil
Johnson, revistas, periódicos e informaciones. Poco después emprende el regreso en cumplimiento de otras
tareas orientadas por Fidel. Sin contar
a Guillermo y a Bermúdez, sin
posibilidades físicas de seguir la marcha, la cifra de combatientes alcanza los
24, de ellos 19 de los sobrevivientes del Granma.
Fragmentos de lo redactado por Raúl acerca de una alarma en esa jornada:
“Hoy empezamos a
organizarnos en forma más estricta. De almuerzo tuvimos algunas viandas y un
caldo hecho de panza, corazón, etc., todavía queda algo del asado del Che. Un
rato después de almorzar se sintió un
disparo cerca, inmediatamente todo el mundo a las armas, cuando en eso un
compañero, C García, palanqueando su rifle, se le escapó otro disparo en medio
del campamento. Hubo compañeros que sin saber de dónde venía, ya habían
emprendido el camino de la montaña, en retirada desorganizada. Hay algunos que
todavía no actúan con serenidad en el momento de los tiros. Nos retiramos para donde estábamos asando el
torete, se mandó a investigar y fue que en una de las postas, había uno de los
compañeros incorporados hoy que no estaba muy ducho en el manejo de las armas y
se le escapó un tiro. Se investiga que por suerte la topografía del terreno no
permitió que los disparos se escucharan muy lejos”.
Por tanto, Fidel decidió
quedarse en el mismo lugar, antes de penetrar más en las lomas, en espera de
los compañeros procedentes de Manzanillo.
Sobre criterios alrededor de la vaca cocinada por el Che, unos lo halagaban,
otros no. Por un lado quedó cruda, y al
tercer día, con naranja agria y plátanos hervidos, se la comieron, solo quedaban los huesos. Como dijo Raúl,
“¿Quién ha visto a un guerrillero hambriento respetar una carne pestilente?
En la mañana del sábado 29 Fidel valora con
Raúl y Crescencio atacar por sorpresa a
los guardaespaldas de un terrateniente, para realizar alguna acción a fin de que no creyeran derrotados a los
expedicionarios, mas desisten debido a
la escasez de parque y la carencia de armas para quienes están por llegar. En
su diario anota Raúl: “Se tomaron algunas disposiciones sobre la organización
futura del nuevo destacamento: los campesinos que se nos han unido irán
engrosando una nueva escuadra dirigida
por G. García, que tan útil nos ha sido, salvando a compañeros y algunas armas
que habían abandonado. La mayoría de las que contamos hoy, las encontró él y su
gente”.
El mismo día en horas de la
noche arribaron de Manzanillo, de nuevo, los enlaces Escalona y Eugenia Verdecia. Ella,
en una faja debajo de su falda, trajo 16 fulminantes más y cartuchos de
dinamita, más mecha, cuatro peines para
las ametralladoras, dos de ellos cargados y ocho granadas de mano. Precisa
Raúl: “Con heroínas anónimas como estas que imitan en todo a las mambisas del
pasado, no puede haber causa perdida”. Por ellos supieron de la muerte de
Cándido, no se acordaban del apellido. “Ojalá estén equivocados, porque de ser
cierto, sería entonces el querido y valioso compañero Cándido González”, plasmó
Raúl en su diario, y agregó:” De Ñico (López) tampoco se sabe nada. ¡Cómo han
muerto compañeros buenos y útiles!”.
(Fuente Diario de la guerra. Diciembre de 1956…)
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