A la doctora María Dolores Ortiz la admiran, quieren y respetan
varias generaciones de cubanos
Argentina Jiménez
Leo,
escucho, con mucha frecuencia, por lo evidente como se presenta la situación en
un futuro no tan lejano, sobre estrategias a corto y largo plazos, medidas y
programas, dirigidos a enfrentar el envejecimiento poblacional y hacer más
llevadera la vida del adulto mayor, problema agudizado en Cuba por las bajas
tasas de natalidad.
Loables
las iniciativas y válidas las investigaciones
por las cuales se aboga, encaminadas a proteger a ese segmento de la
sociedad, pues llegar a los sesenta años
no será una meta a la cual se quiera arribar sin la existencia de condiciones
que le permita llevar una vida apropiada, no solo desde el punto de vista de la
salud y el entretenimiento, importantísimo, sino de afectividad, de apoyo en
cuanto demanda una persona a esa edad.
Quiérase
o niégase, las fuerzas al cabo de seis décadas disminuyen por naturaleza. Si
bien es cierto que las expectativas de vida en Cuba rebasan los 75 años en
ambos sexos, el propio desarrollo experimentado en el ámbito social en los
últimos cincuenta años, ha cambiado la tendencia a sentirse viejos a los 60, la
realidad se impone, aunque el pensamiento siga siendo joven y pueda continuar
aportándose a la sociedad a los 70, 80 y 90…
Los
mayores de hoy fueron los jóvenes de ayer, y quienes nacen ahora, son niños o
jóvenes, pueden alcanzar edades avanzadas, por ello debe reinar la armonía
entre lo viejo y lo nuevo, desechar las contradicciones. La historia demuestra
que ambos se necesitan, pues, por lógica, ha existido siempre y existirá un
perenne relevo de generaciones.
Juventud
y experiencia pocas veces coinciden en edades tempranas del ser humano. La
segunda se adquiere con el tiempo –la más completa universidad es el propio vivir-;
a la primera le sirve este para
prepararse, luchar por su presente y futuro y para tomar las riendas tan pronto
sea necesario. Asumir responsabilidades desde el colegio, a todos los niveles
educacionales, forma parte del requerido aprendizaje.
Sin
embargo, dentro de lo leído y escuchado recuerdo lo señalado por alguien acerca
de “cómo se preparan desde las aulas nuestros estudiantes” y tratar de
convertirlos “en promotores para que lleven el mensaje a la familia (…) de modo
que se sensibilicen” con los adultos mayores.
Todo
empeño al respecto debe ser apoyado; en muchos casos hay que enmendar lo que no
se haya hecho; conocemos las circunstancias afrontadas en el país en las dos
últimas décadas y su repercusión en los valores, pero tener presente que la
sensibilidad no se inocula como una vacuna, hay que fomentarla desde que el
feto está en el vientre de la madre.
Revertir la situación imperante en cuanto al
tratamiento de las generaciones de menor edad, e incluso de los no tan jóvenes,
hacia los adultos mayores es asunto a corto y largo alcance. Trabajamos en el
presente para el momento actual y para los años por venir.
Ofrecerles
amor, enseñarles a amar a los ancianos desde pequeños, e inculcarles valores,
ante todo con el ejemplo en el entorno familiar, es a mi juicio aspecto
esencial. Si el comportamiento familiar no es el adecuado, si el respeto y la
consideración están ausentes, crecerán bajo una influencia negativa con similar
incidencia en la formación de su carácter.
Un ambiente sano, donde brillen el cariño, la
ternura, el altruismo, el ayudarse los unos a los otros, el buen hablar, y que
todos tengan su espacio y atenciones, contribuirá a ser mejores seres humanos.
A la familia corresponde conformar el molde inicial de la conducta y no dejar de
palparlo en cada etapa para que las influencias del ambiente exterior no mellen
lo logrado. Solo me refiero en esta ocasión al papel de la familia por
considerarlo básico en los esfuerzos por
asegurarles una vejez satisfactoria a quienes tanto lo merecen.
Repetía
el querido Comandante Hugo Chávez que amor con amor se paga. Preparar desde
tempranas edades al futuro de la
Patria -como llamó el líder histórico de la Revolución cubana Fidel
Castro a los niños- en el amor al prójimo, se obtendrán mayores y mejores
dividendos.
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