¿Qué hace usted, Gabriel García Márquez,
viviendo entre los hombres comunes?
Juan Bosch
Observaciones de una lectora acerca de un portento de la literatura
latinoamericana y universal: Gabriel García Márquez. Algunos conceptos del
famoso intelectual. Este trabajo lo escribí en 2012, ahora lo retomo en
homenaje al más célebre colombiano, con
motivo de su partida definitiva.
Limbania (Nancy) Jiménez
Rodríguez.
No soy crítica literaria, escribo
por afición y por mi formación pedagógica no solo leo por placer o ansias de
saber; aprecio el lenguaje, las descripciones, tramas y me intereso por los
autores cuyas obras disfruto. A Gabriel García Márquez lo admiro debido a
lecturas de sus obras, artículos y declaraciones.
La conmemoración este año del aniversario cuarenta
y cinco años de la publicación de Cien
años de soledad y treinta del
otorgamiento del Premio Nobel de Literatura
al autor colombiano, me incitó a compartir varias observaciones con simpatizantes
de esta gloria de la narrativa latinoamericana.
La obra emblemática de García Márquez, la ya citada, la leí casi de un tirón, intrigada y mareada por
conocer el final de los tantos Buendía y sus avatares. Y de las tantas mujeres,
también.
A lo
largo del tiempo he leído y releído varias novelas, artículos, crónicas,
algunas entrevistas suyas; siempre descubro algo nuevo.
Considero interesantes cuestiones de la
niñez y adolescencia del afamado escritor
por las huellas que estas etapas de la vida dejan en las personas y
notar si algo se refleja en sus narraciones; del por qué escritor, hábitos de
trabajo y opiniones sobre algunos temas.
García Márquez dice: “Mi recuerdo más vivo
y constante no es el de las personas sino el de la casa misma de Aracataca
donde vivía con mis abuelos”. Allí estuvo hasta los ocho años. Le
sobrecogía la zozobra nocturna porque
“…en la noche se materializaban todas
las fantasías, presagios y evocaciones de mi abuela. Esa era mi relación
con ella: una especie de cordón invisible mediante el cual nos comunicábamos
ambos con un universo sobrenatural”.
Continúa refiriéndose a la abuela: “Me
contaba las cosas más atroces sin conmoverse como si fuera una cosa que acababa
de ver. Descubrí que esa manera imperturbable y esa riqueza de imágenes era lo
que más contribuía a la verosimilitud de sus historias”. “…era una mujer
imaginativa y supersticiosa, que me aterrorizaba noche a noche con sus
historias de ultratumba”.
”El abuelo, en cambio, era para mí la
seguridad absoluta dentro del mundo incierto de la abuela (…) es tal vez la
persona con quien mejor me he entendido y con quien mejor comunicación he
tenido jamás…”
Mucho amor demuestra el autor por
su abuelo materno.”Cuando yo tenía ocho años, me relató los episodios de todas
las guerras en que había participado (alcanzó el grado de coronel). En los más
importantes personajes masculinos de los libros, hay mucho de él”.
Escribir,
formas de trabajo, dificultades, terminación
Estudios universitarios inconclusos (Derecho),
labores diversas para sobrevivir debió afrontar el autor –lector infatigable-
mientras encauzaba la vocación a la cual se entregaría. Comenta:
“…Cuando
yo leí a los diecisiete años La
metamorfosis, descubrí que iba a ser escritor. Al ver que Gregorio Samsa
podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me
dije:”Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Pero si es así, escribir me
interesa”.
“Empecé a escribir por casualidad (… ) Después caí en la trampa de
seguir escribiendo por gusto y luego en la otra
trampa de que nada me gustaba más en el mundo que escribir”.
“Cuando estaba comenzando, cuando
estaba descubriendo el oficio, era un acto alborozado, casi irresponsable. Después de que terminaba mi trabajo en el
periódico, hacia las dos o tres de la madrugada, era capaz de escribir cuatro, cinco hasta diez páginas de un libro.
Alguna vez, de una sola sentada, escribí un cuento”.
“Ahora me considero afortunado si puedo escribir un buen párrafo en una
jornada. Con el tiempo el acto de escribir se ha vuelto un sufrimiento”.
”Lo que ocurre simplemente es que va aumentando el sentido de la
responsabilidad. Uno tiene la impresión de que cada letra que escribe tiene ahora una resonancia mayor, que se
afecta a mucha gente”.
“Cuando era joven, escribía de un tirón,
sacaba copias, volvía a corregir. Ahora voy corrigiendo línea por línea a
medida que escribo, de suerte que al terminar la jornada tengo una hoja
impecable, sin manchas ni tachaduras, casi lista para llevar al editor”.
Escribe de nueve de la mañana a tres de la tarde, de día nada más. Y
siempre con flores amarillas, preferiblemente rosas, a la vista.
García Márquez considera
desprestigiada la inspiración. “Yo no la concibo como un estado de gracia ni
como un soplo divino, sino como una reconciliación con el tema a fuerza de
tenacidad y dominio. Cuando se quiere escribir algo, se establece una especie
de tensión recíproca entre uno y el tema, de modo que uno atiza al tema y el
tema lo atiza a uno”. Si hay fallos, dice, responde a un problema de estructura.
El otoño del
patriarca lo suspendió en México, en 1962, cuando llevaba casi 300 cuartillas
escritas, y lo único que salvó fue el nombre del personaje. La reanudó seis
años después, y nueva suspensión al cabo de seis meses. Luego de transcurrir
dos años más le halló solución al asunto
que no le cuajaba. 17 años en total
desde que la concibió. En ese medio tiempo escribir Cien años… Y El coronel no
tiene quien le escriba la redactó nueve veces.
Del libro
concluido afirma García Márquez: “Deja de interesarme para siempre. Como decía
Hemingway, es un león muerto”.
Temática e ideas. Realismo mágico
Por las palabras del genial novelista constato
interés, pasión y dedicación por la temática latinoamericana, en particular, por
el Caribe. Él expresa: “En el Caribe, al que pertenezco, se mezcló la
imaginación desbordada de los esclavos negros africanos con la de los nativos
precolombinos y luego con la fantasía de los andaluces y el culto de los
gallegos por lo sobrenatural (…) me
enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales
como algo que forma parte de nuestra vida cotidiana (…) La síntesis humana y
los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo”. La
lectura de esas vivencias de este hombre
sobre las islas caribeñas resulta
enriquecedora y apasionante.
De sumo interés es conocer qué promueve,
cómo le surge un libro: “De una imagen visual (…) Yo siempre parto de una imagen”,
afirma el colombiano. En
cuanto a los hechos de las novelas acota: “…La vida cotidiana en América Latina
nos demuestra que la realidad está llena de cosas extraordinarias...”. “No hay
en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad”.
La forma de abordar la realidad la han identificado como realismo
mágico en García Márquez. ¿Cómo la concibe el? “Nuestra realidad es desmesurada
y con frecuencia nos plantea a los escritores problemas muy serios, que es el
de la insuficiencia de las palabras”. (…) La palabra tempestad sugiere una cosa
al lector europeo y otra a nosotros (…) y las tormentas que hacen estremecer la
tierra, y los ciclones que se llevan las casas por los aires, no son cosas
inventadas, sino dimensiones de la naturaleza que existen en nuestro mundo”.
Pensando
en su abuela, se dio cuenta que no estaba inventando nada, sino simplemente “captando
y refiriendo un mundo de presagios, de terapias, de premoniciones, de
supersticiones… que era muy nuestro, muy latinoamericano”.
El
tiempo y los vocablos
En sus novelas aprecio como asuntos
recurrentes con distintos tratamientos el
tiempo: andar, desandar, retroceder, comprimir, saltos, relaciones; además,
la soledad y el poder. Respecto al tiempo dice el colombiano refiriéndose a El otoño… “Su estructura en espiral (…)
permite comprimir el tiempo”, lo
cual hizo de forma deliberada. Y agrega: “…el dictador abre una ventana que da
al mar y en el mar, junto al acorazado dejado por los marines, ve las tres
carabelas de Cristóbal Colón”.
También constato con curiosidad
insatisfecha que García Márquez suele emplear, cierta frecuencia
el pretérito había de; ejemplifico:
“Sonrió,
y ella había de recordar el fulgor
de sus dientes a la luz de la luna”.
“Yo había
de preguntarle dos días después cuál era mi deuda…”.
Y para concluir estas notas (no agotadas)
prefiero unas líneas del párrafo inicial
de Cien años de soledad: “Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo”.
Bibliografía
García Márquez, Gabriel: La soledad de
América Latina, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1990.
--------: Cien años de soledad, Editorial
Arte y Literatura, La Habana,
2007. (46 p 9)
--------: El general en su laberinto,
Ediciones Casa de las Américas, La
Habana, 1989. (44 p 57)
--------: La hojarasca, Editorial Diana,
México, 1986. (45 p 151)
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