Por Dr. R. Puente Ferro
Transcurría el año 1976. En la Habana se recibe una
solicitud del Presidente Agostinho Neto. Decía el embajador cubano en el país
africano Oscar Oramas Oliva, en su mensaje: “El Presidente Neto invita al compañero Javier
Hernández a una visita a Angola. Numerosos dirigentes angolanos se han
interesado por su presencia”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de la Isla se interesa por Javier,
el Comité Central lo busca. Se solicita información a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias. Las respuestas son negativas. No aparece la persona invitada
por el Presidente de la
República Popular de Angola (actualmente República de Angola).
Se insta al embajador a ampliar la información.
Días después el diplomático responde: “Me informa el canciller José Eduardo dos
Santos (actual presidente) que Javier Hernández es un marino mercante,
cubano, raza negra, tocó el puerto de Luanda en el año 1959. Fue hecho
prisionero por la PIDE
(Policía Política en Defensa del Estado) y luego liberado”.
Con estos datos se recaba información a la Marina Mercante cubana
y al sindicato portuario. La Marina
Mercante contesta: “En registro archivo no aparece barco con
bandera cubana haya tocado puerto Luanda, ni otro puerto de país africano con
puertos mar Atlántico en año 1959”. El referido sindicato responde: “No
aparece el nombre del compañero Javier Hernández en mi archivo, ni es conocido
por los trabajadores”. El nombre de Javier se convierte en un misterio. Han
transcurrido 17 años de aquel hecho. Comienza la pesquisa.
Se parte de un criterio, si estuviera en Cuba
ya hubiera espontáneamente reclamado su lugar en Angola como lo hicieron
cientos de miles de cubanos; no obstante, se publica una nota en la
prensa que dice “Se solicita al compañero Javier Hernández marino mercante que
se presente en el sindicato portuario para un próximo viaje a la RPA invitado por aquel país”.
Pasan los días y no hay respuesta. Se descarta su presencia en Cuba. Entonces,
se especula con la siguiente hipótesis: que Javier haya emigrado antes del
triunfo de la Revolución
y se haya enrolado en la marina mercante de los Estados Unidos.
Transcurre el tiempo y no aparece señales. Son
entrevistados numerosos compañeros angolanos quienes nos narran que
Javier era conocido en la clandestinidad del MPLA en Luanda. Hacía contactos y
reuniones en bares de esa capital,
pues varias veces estuvo con ellos y era portador de mensajes de la
clandestinidad de los revolucionarios de Luanda a los dirigentes
angolanos que se encontraban en Conakry, en Accra o en Casa Blanca,
Marruecos. El barco mercante con bandera norteamericana tocaba puerto con
cierta frecuencia y tan pronto anclaba bajaba Javier del buque
para hacer contactos con ellos o Javier sabía dónde encontrarlos.
En el año 1984 se encuentra el
compañero de celda de Javier, Beto Van Dunem, quien fue
dirigente sindical, militante del MPLA, activo conspirador y luchador contra el
colonialismo.
Beto Van Dunem narra a los dos jóvenes
entrevistadores: “Personalmente pienso que lo mataron, porque Hernández
nos decía siempre que el día de la independencia de Angola sería el primer
hombre que vendría para acá”. Y pasó la independencia y hasta
hoy no vino. Hablamos con el Presidente Neto y le dijimos: “Hay un
compañero de nosotros que es cubano que participó en la clandestinidad” y Neto
respondió: “Búsquenlo y tráiganlo”, y lo procuramos y nada”.
“Javier vivía en los Estados Unidos.
Hablaba mucho de sus dos niños y de su mujer Mary. Le gustaba mucho Cuba y
hablaba de Cuba, siempre Cuba. Era un hombre de mucha cultura, muy inteligente.
Hablaba de música conocía a Bethoven y sus obras principales, a Chopin.
Mencionaba los grandes pintores contemporáneos y del siglo pasado.
“ Era un negro de más de seis pies de estatura,
de buen carácter. Muy alegre. Contaba muchas cosas de su infancia en La Habana. Le gustaba
bailar. Teníamos en la prisión un pequeño radio. Cuando escuchaba música cubana
o música son bailaba solo. Le gustaba el cochino, los frijoles, y
la mandioca.
“ Hernández tenía ideas claras, era un
revolucionario. Y nunca en todo el tiempo que se quedó en la prisión se mostró
arrepentido. Estaba muy convencido, nos decía: ´ustedes no tienen
problemas pues si nos matan morimos todos. Hay que luchar porque la
independencia no se gana se conquista con la muerte de muchas personas y añadía
es preciso que todo el mundo se quede tranquilo aquí en la prisión´ ”.
“Leía mucho y era muy disciplinado. Temprano en la
mañana se bañaba, hacía su cama y todo puntual. Tenía muy buena salud, solo una
vez fue al médico por unas lesiones en las manos que pronto curó.
“No recuerdo el nombre del padre ni de la
madre. Esta murió. La esposa se llamaba Mary y un hijo pequeño se nombraba Bob.
No recuerdo el nombre de la hija. Él recibía carta de la mujer cada cinco
meses, las leía y ese día se ponía triste. Cuando estuvimos presos tendría unos
46 años. Estoy seguro de que Javier no está vivo, porque si estuviera vivo ya
habría estado en Angola pues era conocido de todos los que trabajamos en la
clandestinidad aquí en Luanda y Hernández los conocía a todos.
“A mediados del año 1960, no recuerdo el día,
en horas de la mañana, llegó la policía y preguntó: ¿Quién es Francisco Javier
Hernández?”. “Soy yo, respondió”. “Arregla la ropa y tu maleta y todo que tú te
marchas”. Él nos llamó a todos y dice: “Ustedes vieron que me van a matar” Y
nosotros le dijimos: “No te matan”. “Sí van a matarme”, y salió con la maleta y la ropa y hasta
hoy no sabemos nada de él, ni fotos, nada, nada.”
En el año 1988 se encontró un documento de la PIDE muy breve que dice
Francisco Javier Hernández fue llevado a Cabinda. És el primer
cubano en llegar a Angola, en hacer contactos con el MPLA tres años después de
su fundación, el primero en colaborar en la lucha clandestina. Lo damos como
DESAPARECIDO.
Él día 8 de diciembre de 2011 durante la celebración
del aniversario 55 del MPLA, entre el
público asistente estaba Beto Van Dunem, compañero de prisión de Javier.
El embajador Pedro Ross me lo presentó. En la conversación con Beto
este confirmó que a Javier se lo llevó la PIDE en un barco o barcaza y lo desembarcaron en
Cabinda y allí lo mataron. Le pregunté cómo lo sabía y la respuesta de Beto
fue: “Hubiera estado en Luanda cuando el triunfo y nunca apareció”. De las
fotos que teníamos en las manos de los 50 prisioneros señaló a uno que se
le parecía, pero no lo podía confirmar.
Sirva este trabajo para dar a conocer cuanto
conocemos de Hernández y solicitar. por esta vía, información sobre él. Quizás
sus descendientes puedan leer este escrito y se comuniquen con este redactor en
Cuba. Teléfono: 830 4249
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