Piero
Gleijeses es profesor de Política Exterior de Estados Unidos en la Facultad de
Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns
Hopkins. Su libro más reciente es Visiones de Libertad: La Habana, Washington,
Pretoria y la Lucha
para el África Meridional, 1976-1991, Chapel Hill, 2013. Es autor
de El Ritmo Cubano: Cosmovisión de Castro, Seagull Books, 2009;
Misiones Contradictorias: La
Habana, Washington y África, 1959-1976. Chapel Hill,
2002; Esperanza Rota: La Revolución
Guatemalteca y los Estados Unidos, 1944-1954,
Princeton, 1992; La Crisis Dominicana: La Revuelta
Constitucionalista de 1965 y la Intervención
Americana. Baltimore, 1978 (edición revisada: La Esperanza Desgarrada:
la
Rebelión Dominicana de 1965 y la Invasión
Norteamericana, República Dominicana, 2012).
CARTA AL PRESIDENTE OBAMA
5 de Febrero, 2014
Señor presidente,
No le hablaré de los errores jurídicos del juicio contra los Cinco
Cubanos. Estos errores son muy conocidos y otros han escrito sobre
ellos. Los Cinco fueron condenados por un tribunal de opereta a largas
penas a causa de los crímenes de Fidel Castro.
¿Cuáles son estos crímenes?
Por cierto, no tienen nada que ver con el estado de la democracia
política en Cuba. Estados Unidos tiene muy buenas relaciones con el
gobierno de Arabia Saudita y, como usted sabe, allá no existen
libertades políticas; de hecho, ni siquiera hay libertad de religión y
los derechos de las mujeres son severamente cercenados.
El crimen de Fidel Castro - por el cual los Cinco tienen que pagar - es
evidente: él ha humillado a los Estados Unidos. Tal como lo dijo un
ex-embajador británico en Cuba, Castro es "todavía un hueso metido
en la garganta de los americanos. Ha desafiado y ridiculizado a la
única superpotencia del mundo, y eso no se le perdona."[1]
¿Donde es que los hermanos Castro desafiaron a los Estados Unidos? Uno
de los lugares más importantes es África meridional. Yo estoy
seguro de que usted se dio cuenta de esto en su reciente viaje a
Suráfrica cuando fue testigo del cariño con el cual el pueblo
surafricano recibió a Raúl Castro. Y escuchó las palabras del
presidente del Congreso Nacional Africano: "Ahora vamos a
presentar a un líder que viene de una pequeña isla, de un pueblo que
nos liberó, que luchó por nosotros... el pueblo de Cuba."
Sin embargo, cuando los cubanos luchaban por la liberación del pueblo
de Suráfrica, sucesivos gobiernos americanos hacían todo lo
posible para impedírselo.
En octubre de 1975, los surafricanos, alentados por el gobierno de
Gerald Ford, invadieron Angola para aplastar el Movimiento Popular para
la Liberación
de Angola (MPLA), de izquierda. Cuba reaccionó, enviando 36,000
soldados a Angola. Para abril de 1976, los cubanos habían empujado a
los surafricanos fuera del territorio angolano.
La victoria surafricana en Angola hubiera apretado la garra de la
dominación blanca sobre los pueblos de África Austral. Fue un momento
definitorio. Fidel Castro envió sus tropas a Angola por su compromiso
con lo que él ha llamado "la causa más bonita de la
humanidad,"[2] la lucha contra el apartheid. Como Kissinger
observó más tarde, Castro "era probablemente el más genuino líder
revolucionario entonces en el poder."[3]
La ola desatada por la victoria cubana en Angola se esparció
sobre Suráfrica. Mandela recordó más tarde, que se enteró de la
victoria cubana en Angola mientras estaba encarcelado en Robben Island.
"Yo me encontraba en prisión cuando por primera vez escuché de la
ayuda masiva que las fuerzas internacionalistas cubanas le
estaban dando al pueblo de Angola. ... Nosotros en África estamos
acostumbrados a ser víctimas de otros países que quieren desgajar
nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En la historia
africana no existe otro caso de un pueblo que se haya alzado en defensa
de uno de los nuestros."[4]
Esta victoria cubana sobre el apartheid significó una derrota y
humillación para Estados Unidos. Enfurecido, el gobierno de Ford puso
fin a las conversaciones que había estado llevando con Cuba para
normalizar las relaciones.
También el presidente Carter dijo que no habría normalización de
las relaciones hasta que Cuba sacara sus tropas de Angola - a pesar de
que hasta la CIA
reconocía que las tropas cubanas eran "necesarias para
preservar la independencia de Angola" contra la continua amenaza
representada por Suráfrica.[5] En junio de 1980, los surafricanos
lanzaron otra gran ofensiva, avanzando más de 100 millas
dentro de Angola, parando solo a 30 millas al sur
de la línea de defensa cubana que protegía al país. El Consejo de
Seguridad de la ONU
respondió con una resolución condenando duramente la invasión, y
el representante de EE.UU. en el Consejo no escatimó palabras en su
discurso criticando a Suráfrica. Sin embargo, cuando llegó el momento
de votar se abstuvo porque la resolución incluía palabras que sugerían
que si Suráfrica lanzaba otro ataque contra Angola el Consejo de
Seguridad podría imponer sanciones contra ella.
Estoy seguro, señor presidente, que usted puede apreciar la
ironía. Estados Unidos mantenía un gran número de tropas en Italia,
Alemania Occidental y Turquía - países que en 1980 no enfrentaban
ninguna amenaza militar inmediata de parte de la Unión Soviética,
y sin embargo Jimmy Carter le negaba a los angolanos el derecho de
tener tropas cubanas para proteger a su país de una muy real amenaza
surafricana.
Castro se negó a inclinarse a las exigencias de Carter - es
decir, sacrificó la posibilidad de normalizar las relaciones con
Estados Unidos (y lograr el levantamiento del embargo) para proteger a
Angola del régimen del apartheid.
De 1981 a
1987, los surafricanos lanzaron por oleadas, invasiones en el sur de
Angola, alentados por el amistoso gobierno de Reagan. La guerra estaba
en un punto muerto hasta noviembre de 1987, cuando Fidel Castro decidió
expulsar a los surafricanos fuera del país de una vez por todas. Su
decisión fue provocada por el hecho de que el ejército surafricano
había acorralado a las mejores unidades del ejército de Angola en una
ciudad de la Angola
meridional, Cuito Cuanavale. Y esto fue posible porque Washington
se estremecía en el escándalo de Irán-Contra. Antes de estallar el
escándalo Irán-Contra a fines de 1986, que debilita y distrae al
gobierno de Reagan, los cubanos temían que Estados Unidos podría lanzar
un ataque contra su patria. Por lo tanto, no estaban dispuestos a
agotar sus reservas de armas. Pero el Irán-Contra melló los colmillos
de Reagan, y le permitió a Castro enviar a Angola los mejores aviones,
pilotos y armas antiaéreas de Cuba. Su estrategia era romper la
ofensiva sudafricana contra Cuito Cuanavale en el sureste y luego
atacar por el suroeste, "como un boxeador que con la mano
izquierda lo mantiene y con la derecha lo golpea."[6]
El 23 de marzo de 1988, los surafricanos lanzaron el asalto de mayor
envergadura contra Cuito Cuanavale. Fue un fracaso absoluto. El Estado
Mayor Conjunto de Estados Unidos señaló, "La guerra en Angola ha
tenido un giro dramático y-- por lo que respecta a los surafricanos --
no deseado."[7]
La mano izquierda de los cubanos había bloqueado el golpe de Suráfrica,
mientras que su mano derecha se estaba preparando para noquearlo:
poderosas columnas cubanas avanzaban hacia la frontera de Namibia,
empujando a los sudafricanos al repliegue. Los MIG-23 cubanos
comenzaron a volar sobre el norte de Namibia.
Entre los soldados cubanos que avanzaron hacia la frontera con Namibia,
iban dos jóvenes que hoy son conocidos en todo el mundo, Fernando
González Llort y Gerardo Hernández Nordelo. Diez años atrás, René
González Sehwerert también combatió en Angola. Estos tres hombres,
junto a Ramón Labañino Salazar y Antonio Guerrero Rodríguez, son los
cinco cubanos en defensa de quienes yo le estoy escribiendo.
Documentos de Estados Unidos y de Suráfrica demuestran que los cubanos
ganaron la ventaja en Angola. Los cubanos exigieron que Pretoria
retirara incondicionalmente sus tropas de Angola y permitiera
elecciones supervisadas por la
ONU en Namibia. El Estado Mayor Conjunto de Estados
Unidos advirtió que si Sudáfrica se negaba, los cubanos tenían la
capacidad "para lanzar una poderosa ofensiva en Namibia." Los
surafricanos reconocieron su dilema: si se negaban a las demandas
cubanas, corrían "el riesgo real de involucrarse en una guerra
convencional a gran escala con los cubanos, cuyos resultados son
potencialmente desastrosos." Las perspectivas de los generales
surafricanos era sombría: "Debemos hacer todo lo posible para
evitar una confrontación."[8]
Pretoria capituló. Aceptó las demandas de los cubanos y se retiró
incondicionalmente de Angola y aceptó elecciones supervisadas por la ONU en Namibia.
La victoria cubana repercutió más allá de Namibia y Angola. En palabras
de Nelson Mandela, la victoria cubana "destruyó el mito de la
invencibilidad del opresor blanco... [y] sirvió de inspiración al
pueblo combatiente de Suráfrica. ... Cuito Cuanavale marca el viraje en
la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del
apartheid."[9]
Señor presidente, usted estuvo presente en el servicio fúnebre de
Mandela, y celebró su legado. Usted vio la reacción del pueblo
surafricano hacia Raúl Castro y Cuba. Es cierto, que Cuba cambió el
curso de la historia en África austral a pesar de los esfuerzos
enconados de Washington para impedirlo. Al hacerlo, Cuba ofendió y
provocó a los Estados Unidos - no solo a Ford y a Reagan sino también a
Carter, autodefinido campeón de los derechos humanos. En la mente de
los americanos, Cuba fue el agresor y Estados Unidos estuvo, como
siempre, actuando con generosidad. Como lo ha señalado la historiadora
estadounidense Nancy Mitchell, "nuestra memoria selectiva no solo
sirve a un propósito, sino también tiene repercusiones. Crea un abismo
entre nosotros y los cubanos: compartimos un pasado pero no tenemos
recuerdos comunes."[10]
Ojalá, Señor presidente, lo que usted
vio en Suráfrica pueda inspirarlo a vencer la brecha y entender que en
este pleito entre los dos países, Estados Unidos no es la víctima y,
que los Cinco Cubanos son, simplemente, presos políticos.
Piero Gleijeses
[1] Leycester
Coltman, The Real Fidel Castro, New
Haven, 2003, p. 289.
[2]
"Indicaciones concretas del Comandante en Jefe que guiarán la
actuación de la delegación cubana a las conversaciones en Luanda y las
negociaciones en Londres (23-4-88)," p. 5, Centro de Información
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, La Habana.
[3] Henry Kissinger, Years of
Renewal, New York,
1999, p.785.
[4]
Nelson Mandela, 26 de julio de1991, Granma (La Habana), 27 de
julio de 1991, p. 3.
[5] CIA, "Angola
Cuba: Some Strains but No New Developments," 9 de abril de 1979,
Central Intelligence Agency Records Search Tool, National Archives, College Park, MD.
[6]
"Transcripción sobre la reunión del Comandante en Jefe con la
delegación de políticos de Africa del Sur (Comp. Slovo) efectuada en el
MINFAR el 29.9.88," p. 16, Centro de informacion de las Ferzas
Armadas Revolucionarias, La
Habana.
[7] US Joint Chiefs of Staff, 15
de abril de 1988, National Security Archive, Washington DC.
[8] US Joint Chiefs
of Staff, 28 de julio de 1988, ibid.; Mike Malone a A. Jacquet, en
Jacquet a Pik Botha, 20 de julio de 1988, SWA/Angola, v. 2, Department
of Foreign Affairs, Pretoria; General Jannie Geldenhuys,
"Samevatting van notas mbt SAW-operasies in Suid-Angola," 23
de agosto de 1988, H SAW, gr. 4, box 160, Department of Defence,
Documentation Centre, Pretoria.
[9]
Nelson Mandela, 26 de julio de 1991, Granma, 27 de julio de 1991, p. 3.
[10] Nancy Mitchell,
"Remember the Myth," News and Observer (Raleigh), 1 de
noviembre de. 1998, G5.
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