Pesar
de José Martí por el fallecimiento de la insigne patriota el 28 de noviembre de 1893..
Argentina
Jiménez
Profundo tocaron las fibras más íntimas del mayor general Antonio Maceo las
líneas
de condolencia enviadas a él por José Martí, con fecha 15 de diciembre de 1893,
cuando supo del fallecimiento de Mariana,
a quien tanto
admiró:
“En Patria
digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte:
lo escribí en el ferrocarril, viniendo de
agenciar el modo de que le
demos algún día libre sepultura, ya que no
pudo morir en su tierra
libre: ese, ese oficio continuo por la idea
que ella amó, es el mejor
homenaje a su memoria.
Vi a la
anciana dos veces, y me acarició y miró como a hijo, y la
recordaré
con amor toda mi vida.”
Otro artículo en Patria le dedicó el 12 de diciembre de 1893. En
este expresa:
“Con
su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre
amorosa
para el cubano desconocido, con fuego inextinguible,
en
la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias
de
ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria,
hace poco tiempo,
a
la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero,
de
ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y
de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a
la tumba en tierra
extraña
(…)
“Los cubanos todos, dice una carta a Patria, acudieron al entierro,
porque
no hay corazón de Cuba que deje de sentir todo lo que
esa viejita querida, a esa viejita que le
acariciaba a usted las manos
con tanta ternura. (…)
“Recuerdo que cuando se hablaba de la guerra
en los tiempos en
que
parecía que no la volveríamos a hacer, se levantaba bruscamente,
y se iba a pensar sola: ¡y
ella, tan buena, nos miraba como con
rencor! muchas veces, si me hubiera olvidado
de mi deber de hombre,
habría
vuelto a él con el ejemplo de aquella mujer. (…)
“Patria, en la
corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone
una palabra: --¡Madre! ”
Mas, tanto
lo conmovió su partida definitiva que volvió a deslizar su
pluma
y publicó el 6 de enero de 1894 otro artículo en la misma
publicación,
que en su primer párrafo dice:
“¿Qué,
sino la unidad del alma cubana, hecha en la guerra, explica
la
ternura unánime y respetuosa, y los acentos de indudable emoción
y
gratitud, con que cuantos tienen pluma y corazón han dado cuenta
de
la muerte de Mariana Grajales, la madre de nuestros Maceo?
“¿Qué
había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa
humilde
mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre,
qué
decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se
escribe
de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo,
y
como de entrañable afecto?”
Y la menciona de nuevo en una carta respuesta a Maceo desde
Nueva
York, el 20 de abril de 1894, para
aclararle dudas respecto
a
lo cual le han dicho sobre su
participación en la Guerra
del 95.
Le
puntualiza que él es imprescindible a Cuba, en cuyos campos
espera
que pueda llamarlo hermano, y termina la misiva con las
siguientes
palabras:
“¿No me acarició su madre como a hijo? ¿No me
ha llamado
públicamente
su hijo?”
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