LA
Argentina
Jiménez
La Habana atesora decenas de lugares
donde compartieron ideales, sueños
esfuerzos y sacrificios, héroes, combatientes y mártires, valiosos
compañeros que hoy no están físicamente, porque además de ofrecer todo cuanto
podían por la causa revolucionaria, dieron su propia vida en las acciones que
comenzaron la fase final del proceso de liberación nacional: el asalto a los
cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
En
los días de la organización y preparación de esas acciones, las calles y más de
cien sitios de la capital cubana reverberaban con el entusiasmo de los jóvenes
de la Generación
del Centenario, como les llamó Raúl Gómez García, uno de los que se inmoló “en
aras de la patria agradecida”, aquel 26 de Julio de 1953, quien tenía su
domicilio en una vivienda de Santos Suárez, municipio de Diez de Octubre.
Estos
espacios y muchos otros, eran casas natales o de estudio, centros de trabajo,
hogares que sirvieron a los revolucionarios para establecer contactos, esconder
a alguien perseguido, hacer reuniones
clandestinas u otras disímiles tareas relacionadas con los
preparativos de la gran gesta.
Se
cuentan entre ellos, Prado 109, donde empezó a vertebrarse la unidad de esas
fuerzas llenas de ilusiones; la Universidad de La Habana y el local de la Federación Estudiantil
Universitaria, devenido espacio de entrenamiento militar; el Parque Central
bajo la mirada atenta del Héroe Nacional José Martí, a quien los futuros moncadistas no dejaron morir en el año
de su centenario.
Figuran también el parque Trillo, desde donde partieron para Santiago de Cuba, donde radicaba el
Moncada, la segunda fortaleza militar del régimen batistiano, integrantes de la célula –grupo- del Movimiento 26 de
Julio en el barrio de Cayo Hueso, municipio de Centro Habana; el vara en tierra situado en la finca El Globo, en Calabazar, Boyeros,
lugar escogido para guardar algunos de
los uniformes y las armas empleadas en el asalto, y también en esa barriada, en una cañada muy cerca del
domicilio del asaltante al Moncada, Pedro Trigo, se hicieron prácticas de tiro,
al igual que en una casa alquilada para
el mismo propósito en San Francisco de Paula –actualmente municipio de San
Miguel del Padrón-, que aún conserva
huellas de los impactos de bala en una pared del garaje.
Enclavada en un sitio céntrico del Vedado
capitalino estaban la vivienda de Abel Santamaría y su hermana
Haydée, devenida cuartel general del
naciente
movimiento revolucionario, encabezado por el
joven
abogado Fidel Castro, y la de Melba
Hernández,
y de sus padres, que tanto ayudaron a la lucha
contra el tirano Batista.
Mucho se hizo allí para que viera la luz
el
alegato de autodefensa de Fidel Castro
en el juicio por los sucesos del Moncada,La
historia me absolverá, y
sirvió además como sitio de reuniones,
acuartelamientos, depósitos de armas,
taller de
confección de uniformes y uno de los
puntos de
concentración para partir hacia Santiago
de Cuba y
Bayamo, ciudad también del oriente
cubano, donde se encontraba el cuartel Carlos Manuel de Céspedes..
De
la capital salieron la mayoría de los asaltantes al cuartel Moncada y al Carlos Manuel de Céspedes; muchos de
esos lugares todavía existen en La Habana, una de las ciudades
más vinculadas a los hechos ocurridos el
26 de julio de 1953.
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