Argentina Jiménez
Cuentan algunos testigos en
México que Julio Antonio Mella gustaba de sentarse en el contén de la acera a
conversar de la vida y otros asuntos. El joven antiimperialista que recibió
acogida en la tierra azteca, donde continuó su quehacer revolucionario, encontró personas solidarias, quienes lo recordarían
con admiración. Uno de ellos, Félix Ibarra Martínez militante del Partido
Comunista de México –fallecido en 2007-confesó a un periodista detalles de sus
vivencias sobre el líder estudiantil cubano.
Lo conoció dos meses antes
de que lo asesinaran el 10 de enero de 1929 por órdenes del dictador Gerardo
Machado, quien había sentenciado que lo mataría, causa por la cual se vio
obligado a escapar de Cuba. Entonces tenía 16 años y era aprendiz de carpintero
con su tío Alberto Martínez, íntimo amigo de Mella.
Acerca del fundador junto
con Carlos Baliño del primer Partido Comunista de Cuba, subrayó que en México
compartía sus ideas y conocimientos con los trabajadores y mencionó que uno de
los hermanos Ibarra lo llevaba a una curtiduría a dar pláticas a los empleados,
y lo describe como “un tipo atlético, llegaba a la universidad con un saco y
sus libros en la mano. Era imponente. Tenía mucho carisma” y agrega: “Nosotros
lo conocimos y en los dos meses nos ganó para el movimiento revolucionario”.
Más adelante rememoró que
cuando lo asesinaron su tío Alberto estuvo cerca del inspirador de la Reforma
Universitaria y creador de la Universidad Popular José Martí, en el lugar hasta
donde lo llevaron aún con vida –murió poco después-, y se quedó con la mascarilla
mortuoria que le tomaron. La preservó hasta su fallecimiento. Desde esos
momentos la mantuvo bajo su custodia. “Le hice una urna y la tuve mucho tiempo
en la biblioteca, donde varias personas me visitaban para conocerla. Algunos quisieron que se la diera, pero
insistí en que solo se la entregaría a Fidel.
“Se hicieron intentos para
hacerla llegar al líder de la Revolución cubana”, pero “no fue hasta 1996 que
se la entregamos en La Habana a Raúl Castro”. Con ese objetivo Ibarra Martínez
vino a la Isla a cumplir con ese deber, aunque ya había perdido la vista. El General
de Ejército y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, la puso en
manos de la dirección de la FEU en el acto por el aniversario 75 de la
organización.
Réplicas de la reliquia histórica se hallan
en el Salón de los Mártires de la Universidad de La Habana y en la Casa de la
FEU. La original permanece celosamente guardada en un lugar especialmente
preparado para su conservación en un recinto de la UH, donde Mella se hizo
revolucionario.
Veinticinco años tenía Julio
Antonio Mella cuando el sátrapa Machado le quitó la vida, mientras paseaba por
las calles de México en compañía de su inseparable compañera Tina Modoti. En su
vida breve batalló sin reposo. No hubo injusticia ni limitación ilegítima que
no tuviera de inmediato su denuncia y combate. Hoy sigue siendo bandera de los
jóvenes agradecidos quienes inspirados en su ejemplo y el del Comandante en
Jefe Fidel Castro continúan defendiendo la Patria y la Revolución socialista.
Un corrido mexicano
publicado al conocerse su muerte expresa: Cuando
cayó Julio Mella puso su mano en el corazón. Dijo la muerte es muy bella, es
por la Revolución.
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