Manuel
Navarro Luna: El poeta que logró vivir en el tiempo y en la eternidad
"…es
un poeta de cuya obra fluye la vida
que se halló en los caminos de la Patria
y que su poesía nos devuelve como la
tibia leche de una ubre".
Nicolás Guillén
Por
ARGENTINA JIMENEZ
“En Navarro Luna se juntan, en
armónico vuelo, el reclamo perenne de servicio cívico, público, con la entrega
de belleza a su prójimo, a la necesidad humana de poesía. Navarro era un puño
indivisible de calle y hogar. De letra y palabra. De flor y machete". Con estas hermosas palabras nos lo describe el periodista y poeta Félix Contreras, cuarenta y
cinco años después de su muerte.
El 15 de junio de 1966 se detuvo el reloj biológico, para marcar el final de los días, pero no de
la perdurabilidad del ejemplo de Manuel
Navarro Luna (Jovellanos, Matanzas, 29-8-1894-
La Habana, 15-6-1966),
hombre de valores morales y virtudes revolucionarias, íntegro, y por eso,
sencillo, humilde, modesto, paradigma de comunista, quien comenzó su carrera
literaria siendo muy joven, en Manzanillo,
región oriental de Cuba, en la actual provincia de Granma, adonde lo
llevaron a vivir sus padres y pasó su niñez y casi toda su existencia.
Al respecto escribió el prominente intelectual cubano Juan
Marinello : ”… desde su región incontaminada de cosmopolitismo, logra vivir
–realista y místico a la vez- en el tiempo y en la eternidad”.
En revistas de esa ciudad portuaria
publicó, en 1915, sus primeros versos en los que se vislumbraba su gran talento poético e intensidad humana. En 1927 ya había provocado el juicio crítico de un grande
en la historia de Cuba, Enrique José Varona: “a un poeta de verdad como usted,
no le celebro los versos; los leo y los siento”, y Raúl
Roa, Canciller de la dignidad, en 1928, lo sitúa “en el sitio que incuestionablemente
le corresponde: en la cumbre.”
Su libro Surco (1928) le mereció, a los veinticuatro años, el elogió de figuras tan brillantes en la
Isla como don Fernando Ortiz, quien señaló que “el poeta está
en posesión de los motivos sustanciales, los recursos formales y los conceptos
estéticos que marcan los derroteros del arte nuevo”, y el actual presidente de la Casa de las Américas, Roberto
Fernández Retamar, lo cataloga de “el ejemplo más patente de nuestro
vanguardismo, con su pujanza y su ingenuidad”.
Pulso y Onda, su libro de canciones (1932), le merecieron numerosos elogios de prestigiosos
intelectuales de Cuba y otros países: “en sus páginas se encuentra un bello movimiento y riqueza de expresión”
(Henry Barbusse); en él Navarro Luna “afirma una vigorosa
responsabilidad de hombre de su tiempo y se gana la simpatía de todos los
intelectuales honestos de América” (José
Portogalo).
En este libro aparece “una nueva y alta poesía
no conocida hasta entonces en nuestro camino literario (…) Nos sorprende aquí
un verso de poderosa anchura, en que un mundo de imágenes magnas envuelve al
poeta…” (Juan Marinello); Pulso
y Onda nos habla de las grandes eficacias de este poeta, que es uno de los
mas auténticos valores de esta tierra de los grandes hombres, que es Cuba (Rafael Alberti); “…tiene el gran mérito de una técnica nueva y
una calidad más grande todavía: las fuerzas de las ideas revolucionarias”
(Jorge Icaza).
Sobre La
tierra herida (1936), el mejicano
Carlos Pellicer subrayó en octubre de
1938: “…es un poema saturador de
aliento francamente revolucionario y de magnífica calidad poética. Como solo un
poeta convencido de su misión actual
puede escribirlo para entregarlo, entregándose a su patria” ; Juan Marinello diría también: “…es una
eminencia en mi recodo” y Rómulo
Gallegos acertaría al manifestar que “Navarro Luna no es el ritmo lírico de una
actitud sentimental a secas, ni el grito desbocado de honor que se refiere ante
el drama sangrante de los demás, es sencillamente, el himno que se alza para
denunciar la tragedia de las injusticias sociales en una belleza desesperada…”,
mientras Jorge Amado lo valoró de “ el poema de los movimientos del hombre
enclavado en las heridas de la tierra esclava”.
La
Revolución es tema constante en la poesía de Navarro Luna, en
tal sentido el poeta nacional de Cuba, Nicolás Guillén, precisa
que por eso “aunque los años pasen y amontonen los
siglos, su voz resonará impetuosa. Marcará uno de los momentos más altos y más
profundos de la lírica cubana”.
Después
de su deceso el inolvidable Jesús Orta Ruiz,
Indio Naborí –ya fallecido- escribió en términos magistrales: “Su oratoria era de ímpetu épico y vuelo
poemático. Jamás la improvisación logró una sintaxis tan puntual ni la
palabra se llenó de tanto calor de
sangre y tanta flor de énfasis. Su voz era hermosa, metálica, levantadora. Y
pocas veces el lenguaje, sin un trabajo previo, logró cabalgar tan felizmente
sobre un tema”.
Y Luis Pavón, con su certero verbo: “…Supo entender a nuevas generaciones de creadores y
alentarlos con una comprensión cabal y generosa, no muy común en nuestro medio
(…) Con ser más viejo, Navarro está más cerca de los jóvenes. Y eso se verá
cuando los críticos estudien su obra primera y la de nuestros mejores creadores
de hoy”.
Poeta leal a su época combatiente, Manuel
Navarro Luna fue, en palabras de Félix Pita Rodríguez, otro destacado de las letras cubanas, “uno de
los primeros entre los poetas de nuestra Revolución, en ver con entera claridad
cuál había de ser el camino que se debía seguir, cuál era el único camino de la
poesía que conducía sin rodeos hacia el futuro. Y por ese camino, que ahora es
el nuestro, llegó hasta nosotros.
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