jueves, 21 de julio de 2016

Gildo Miguel Fleitas López, un hombre Alegre



Por: Argentina Jiménez
Gildo, o “El Gordo”, como cariñosamente le llamaban todos, era un hombre grueso, de piel blanca, fuerte, de mediana estatura, ágil, siempre inquieto, cariñoso y amante de la música; solía tocar la guitarra, a pesar de que no pudo alcanzar una formación musical sistemática. Entre los rasgos que más apreciaban sus amigos, estaba su carácter jovial y servicial, bromista, simpático y de rápida comunicación con los demás.
Gildo, el primero de los hijos del matrimonio conformado por Hermenegildo Fleitas López y Purificación López López (Pura), había nacido el 19 de mayo de 1920 en una finca enclavada en un lugar cercano a los Cuatro Caminos de Falcón, en El Cano, La Lisa, provincia de La Habana.
Cursa la educación primaria en la escuela gratuita de La Salle, en el Vedado. Con solo catorce años inicia estudios comerciales en la academia Havana Business, donde además trabajó para costearse los estudios. Establecida su familia en el barrio La Ceiba, comienza a trabajar como oficinista en la Secretaría del colegio de  Belén, labor que comparte en sus noches enseñando taquigrafía, mecanografía e inglés, con el fin de disponer de una entrada adicional.
En Belén conoce al estudiante de bachillerato, Fidel Castro Ruz. Inicialmente sus relaciones fueron puramente deportivas, ambos jugaban baloncesto y balompié, y luego culminan en una profunda y estrecha amistad.
Junto a él realiza investigaciones sobre irregularidades y atropellos cometidos por el presidente Carlos Prío, en su finca El Rocío.
Es uno de los primeros en nuclearse en torno al Movimiento revolucionario que organiza Fidel. Toda su energía, voluntad y espíritu emprendedor los puso en función de darle solución a los problemas que se presentaban al incipiente Movimiento que culminaría en la gesta heroica del 26 de julio de 1953.
Desempeñó el cargo de administrador de unos molinos arroceros que tenían una oficina en La Habana. A través de sus gestiones se adquieren los escudos e insignias para las gorras y uniformes de los asaltantes, así como algunos uniformes del ejército y armas. Siempre activo y optimista, participa en las prácticas de tiro y en todo el proceso de entrenamiento a que se sometieron los futuros moncadistas.
El 28 de mayo de 1953 contrae matrimonio con Francisca (Paquita) González Gómez. La pareja tendrá poco menos de dos meses para disfrutar esta unión, de donde nacerá Gildita, hija que no conoció. Su vivienda, en calle 42 entre 33 y 35, en Marianao, se convierte en un verdadero centro conspirativo, en el que realizan encuentros los grupos revolucionarios; lugar seguro para esconder las armas y donde se arreglaron algunos uniformes que vistieron el 26 de julio.
Al aproximarse la hora de partir hacia Santiago de Cuba, Gildo se despide de su Paquita, y luego de su madre y familiares más cercanos. Por instrucciones de Fidel, antes de emprender viaje, pasa por la oficina de Consulado, y allí recoge los discos que se pasarían por las emisoras radiales después de la toma del cuartel Moncada, y cuyas grabaciones contenían el Himno Invasor y el último aldabonazo, postrer discurso de Eduardo Chibás, líser del Partido Ortodoxo transmitido por la radio nacional.
En la granjita Siboney, en Santiago de Cuba, Fidel imparte las últimas órdenes. Para la más peligrosa de las misiones, la toma del cuartel Moncada, selecciona a Gildo, quien conducirá uno de los autos. El plan de tomar la fortaleza por sorpresa, fracasa, y se entabla un encarnizado combate. Sin embargo, la crítica situación no impide que aparezca el buen humor de Gildo, quien de forma jocosa le dice a su compañero Pedro Miret: “Oye, Pedrito, mira a ver si puedes hacer que estos tipos guarden silencio, para echar un pestañazo”. Minutos después, la metralla enemiga impacta en el combatiente Gildo Miguel Fleitas López. Sus compañeros ya nada pueden hacer. Será este joven de 33 años de edad, que antes de ir a la acción había bailado un poquito en los carnavales de Santiago, uno de los pocos que muere heroicamente en el desigual combate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario