Por: Argentina Jiménez
Gildo,
o “El Gordo”, como cariñosamente le llamaban todos, era un hombre grueso, de
piel blanca, fuerte, de mediana estatura, ágil, siempre inquieto, cariñoso y
amante de la música; solía tocar la guitarra, a pesar de que no pudo alcanzar
una formación musical sistemática. Entre los rasgos que más apreciaban sus
amigos, estaba su carácter jovial y servicial, bromista, simpático y de rápida
comunicación con los demás.
Gildo,
el primero de los hijos del matrimonio conformado por Hermenegildo Fleitas
López y Purificación López López (Pura), había nacido el 19 de mayo de 1920 en una
finca enclavada en un lugar cercano a los Cuatro Caminos de Falcón, en El Cano,
La Lisa,
provincia de La Habana.
Cursa
la educación primaria en la escuela gratuita de La Salle, en el Vedado. Con
solo catorce años inicia estudios comerciales en la academia Havana Business,
donde además trabajó para costearse los estudios. Establecida su familia en el
barrio La Ceiba,
comienza a trabajar como oficinista en la Secretaría del colegio de Belén, labor que comparte en sus noches enseñando
taquigrafía, mecanografía e inglés, con el fin de disponer de una entrada
adicional.
En Belén
conoce al estudiante de bachillerato, Fidel Castro Ruz. Inicialmente sus
relaciones fueron puramente deportivas, ambos jugaban baloncesto y balompié, y
luego culminan en una profunda y estrecha amistad.
Junto
a él realiza investigaciones sobre irregularidades y atropellos cometidos por
el presidente Carlos Prío, en su finca El Rocío.
Es
uno de los primeros en nuclearse en torno al Movimiento revolucionario que organiza
Fidel. Toda su energía, voluntad y espíritu emprendedor los puso en función de
darle solución a los problemas que se presentaban al incipiente Movimiento que
culminaría en la gesta heroica del 26 de julio de 1953.
Desempeñó
el cargo de administrador de unos molinos arroceros que tenían una oficina en La Habana. A través de sus
gestiones se adquieren los escudos e insignias para las gorras y uniformes de
los asaltantes, así como algunos uniformes del ejército y armas. Siempre activo
y optimista, participa en las prácticas de tiro y en todo el proceso de
entrenamiento a que se sometieron los futuros moncadistas.
El 28 de mayo de 1953 contrae matrimonio
con Francisca (Paquita) González Gómez. La pareja tendrá poco menos de dos
meses para disfrutar esta unión, de donde nacerá Gildita, hija que no conoció.
Su vivienda, en calle 42 entre 33 y 35, en Marianao, se convierte en un
verdadero centro conspirativo, en el que realizan encuentros los grupos
revolucionarios; lugar seguro para esconder las armas y donde se arreglaron
algunos uniformes que vistieron el 26 de julio.
Al
aproximarse la hora de partir hacia Santiago de Cuba, Gildo se despide de su
Paquita, y luego de su madre y familiares más cercanos. Por instrucciones de
Fidel, antes de emprender viaje, pasa por la oficina de Consulado, y allí
recoge los discos que se pasarían por las emisoras radiales después de la toma
del cuartel Moncada, y cuyas grabaciones contenían el Himno Invasor y el último
aldabonazo, postrer discurso de Eduardo Chibás, líser del Partido Ortodoxo transmitido
por la radio nacional.
En la
granjita Siboney, en Santiago de Cuba, Fidel imparte las últimas órdenes. Para
la más peligrosa de las misiones, la toma del cuartel Moncada, selecciona a
Gildo, quien conducirá uno de los autos. El plan de tomar la fortaleza por
sorpresa, fracasa, y se entabla un encarnizado combate. Sin embargo, la crítica
situación no impide que aparezca el buen humor de Gildo, quien de forma jocosa le
dice a su compañero Pedro Miret: “Oye,
Pedrito, mira a ver si puedes hacer que estos tipos guarden silencio, para
echar un pestañazo”. Minutos después, la metralla enemiga impacta en el
combatiente Gildo Miguel Fleitas López. Sus compañeros ya nada pueden hacer.
Será este joven de 33 años de edad, que antes de ir a la acción había bailado
un poquito en los carnavales de Santiago, uno de los pocos que muere
heroicamente en el desigual combate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario